El Lago es uno de esos lugares conocidos por quienes habitan Madrid, pero ajeno a quienes sólo están de paso en la Gran Ciudad. Estos últimos, en muchas ocasiones, encuentran el respiro de la urbe en otros parques con más caché para el turismo, como los Jardines de Sabatini o el Retiro.
Este lago artificial, situado en Casa de Campo, es un espacio histórico que se remonta al siglo XVI, cuando el rey Felipe II encargó al arquitecto Juan Bautista de Toledo un ambicioso proyecto paisajístico que permitiera un cambio de “look” al Real Sitio de la Casa de Campo.
De origen renacentista, el estanque que se puede contemplar hoy en día procede de la fusión de varios embalses diseñados en el siglo XVI. A petición del monarca, los arquitectos detrás de esta obra hidráulica fueron dos maestros con nombres que delatan su origen neerlandés: Pietre Jansen y Adrián Van der Müller. Importaron consigo las técnicas más avanzadas de su tierra natal, creando cinco estanques con forma rectangular que, surtidos de agua por el arroyo Meaqués, seguían la moda paisajística del momento. Su función no era meramente ornamental, sino que también servían como reserva de peces para consumo humano y para la navegación de pequeñas barcas.
Es conocida también, por aquella época en la que en Madrid helaba, la sesión de patinaje sobre hielo que en 1593 organizó Felipe II. No sería la última referencia a un rey patinando por aquí, pues en 1876, uno de los estanques se adaptó durante el reinado de Alfonso XII para convertirse en una pista de patinaje y divertimento durante los fríos inviernos de la capital.
Estos embalses han pasado por sequías, desbordamientos por lluvias y reformas que concluyeron en el moderno y unificado lago que se puede contemplar en la actualidad. Como curiosidad, en su orilla se encuentra una viva prueba de su historia: el Plátano Gordo, uno de los árboles singulares de Madrid. Quien no sea aficionado a la fauna y flora puede preguntarse qué implica su singularidad; la respuesta es simple: su longeva edad de 225 años. Es decir, su supervivencia desde el siglo XVIII, cuando los primeros plátanos de sombra se introdujeron en Madrid. En cambio, si usted padece alergia al polen, aléjese de este árbol entre marzo y abril, pues su polinización es explosiva y un agradable paseo se convertirá en algo un tanto más engorroso.
Aunque hoy en día parece bastante improbable que escenas de patinaje sobre hielo se repitan, en verano el lago se convierte en un lugar idóneo para combatir el calor de Madrid, tanto para disfrutar de un entorno natural como para practicar deportes al aire libre, pasear en barca o tomar un refresco bien fresquito en las terrazas de los restaurantes que lo rodean.