Imagen: central energética de carbón
El 2025 marca el final definitivo de la producción de electricidad con carbón en España, un combustible fósil que durante siglos impulsó el desarrollo industrial, pero que hoy es residual en el sistema energético nacional. Actualmente, solo cuatro centrales siguen activas: dos en Asturias, una en Cádiz y otra en Mallorca. Todas tienen planes de cierre o reconversión, aunque la planta mallorquina podría permanecer operativa hasta 2027 por razones de seguridad energética, mientras se completa un segundo cable de conexión entre las islas y la península.
En 2024, el carbón aportó apenas el 1,1% de la electricidad en España, la cifra más baja registrada. En contraste, hace seis años representaba más del 14% del mix energético, un nivel que llevó al Gobierno del PP a considerar medidas para evitar el cierre de estas plantas. Sin embargo, razones económicas y normativas han sentenciado su desaparición: el carbón ya no puede competir con las energías renovables, y las estrictas regulaciones ambientales europeas dificultan su continuidad.
Una transición acelerada
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), actualizado en septiembre pasado, adelanta el cese total de las centrales de carbón a 2025, cinco años antes de lo inicialmente previsto. Aunque el cierre está supeditado al visto bueno de Red Eléctrica de España (REE) para garantizar la seguridad del suministro, el camino parece irreversible.
Las plantas de la península ya han solicitado su clausura o reconversión. Por su parte, la central mallorquina de Es Murterar opera de forma casi simbólica, funcionando apenas 250 horas este año, lo que equivale a menos del 1% del consumo eléctrico en Baleares.
Impacto de la normativa europea
El declive del carbón comenzó en 2018, con el cierre de las últimas minas que operaban en España. Una normativa europea obligaba a clausurar las explotaciones que hubieran recibido ayudas públicas, salvo que devolvieran los fondos, una suma que superaba los 500 millones de euros. Las minas restantes cerraron el 1 de enero de 2019, reduciendo drásticamente la presencia del carbón.
Posteriormente, en julio de 2020, siete de las 15 plantas de carbón activas cesaron operaciones debido a otra directiva europea que exigía costosas mejoras medioambientales para seguir funcionando. Las pocas centrales que continuaron activas lo hicieron con una mínima operación, afectadas además por los altos costos asociados a las emisiones de dióxido de carbono.
Renovables al alza
El vacío dejado por el carbón fue inicialmente cubierto por centrales de gas, que emiten menos gases de efecto invernadero. Sin embargo, la rápida expansión de las energías renovables, liderada por la solar fotovoltaica, ha reducido también la dependencia del gas. En 2024, las fuentes renovables representaron el 56,1% de la generación eléctrica en España, frente al 38,6% de 2018.
Reconversión de infraestructuras
Ante el auge de las renovables y la creciente saturación de la red eléctrica, los puntos de evacuación de las antiguas centrales de carbón se han convertido en activos valiosos. Las eléctricas están optando por reconvertir estas instalaciones: Aboño está siendo transformada para funcionar con gas e hidrógeno, mientras que Soto de Ribera y Los Barrios serán reutilizadas para proyectos de hidrógeno verde.