Dice la ex ministra de Igualdad, flamante eurodiputada y, por lo que se ve, amante de Aristóteles (el filósofo griego de Estagira, no me entiendan que se haya amancebado con algún miembro de Syriza en Bruselas, les ruego), que «todos los hombres son violadores en potencia», ya que todos los violadores son hombres. ¡Fácil de entender! Lo que se llama un silogismo. No le hacía yo lectora a doña Irene del Órganon aristotélico recopilado por Andrónico de Rodas. Pero no podemos infravalorar a una becaria de Harvard que la desestimó para ser una política de altura como hemos ya comprobado en España, y a partir de ahora lo mismo lo harán en Europa. Siguiendo sus disquisiciones, la eurodiputada Montero añadió que hay que «señalar que la violencia machista es estructural y no un caso aislado», rematando con un esclarecedor «el machismo es una norma social y cultural que legitima a cualquier hombre -a todos los hombres- para ejercer violencia contra cualquier mujer». Ojito tela al asunto de la reafirmación entre guiones: «todos los hombres». Quede claro. No se salva ni el Dalai Lama, Barack Obama o Pedro Sánchez. Ni su pareja. Ni su padre. Todos los hombres.
Y esto ya más que un silogismo me parece que, o bien esta señora necesita ayuda y nos está mandando mensajes, o al Rad-Fem de 4ª ola (o en la que estemos surfeando ahora), se les está yendo mucho la pinza. Y no voy a entrar en el juego de a ver quién pone el silogismo más bestia, como el que le han contestado de que si todas las izas, rabizas y colipoterras son mujeres, pues todas las mujeres ya se sabe que son como las gallinas de aquel pueblo, donde aprendieron a nadar para que se las trajinaran los patos. Y no creo que potencialmente la madre de nadie sea una pilingui como no creo que su padre sea un violador por tener pene, sea o no sea machista. Porque no sé la gente con la que se topan estas llamadas feministas (y sus aliades, que a esos ya hay que darles de comer aparte), pero de primeras les aconsejaría que cambiaran de compañías. De segundas que no todos vamos poniendo nombre a nuestra vergas, y mucho menos dejando que actúen como si fuera el bichejo de Alien salido, en vez de la barriga de John Hurt, de nuestros pantalones. Con voluntad propia y ganas de llegar al trabajo, ir en el transporte público, pasear por la calle por la noche… y mujer que uno vea, sacarle al pichurrín a pasear para, potencialmente claro, ser una mala bestia.
Porque eso son los violadores. Unas malas bestias. Por no decir que unos grandísimos hijos de una potencial-mujer-devenida-en-puta. Son escoria. Mala gente. Y a los que muchos hombres desearíamos potencial y realmente, emascular y hacerle comer sus tegumentos como criadillas de cerdo, pero crudas. Y luego, una vez eunucos, ponerles a asfaltar en verano, meterlos en las minas de mercurio, o dedicarlos a la recogida de residuos de todo tipo, a ser posible tóxicos. Y que no vuelvan a pisar una calle porque luego se hace compost con ellos y eso que nos ahorramos y les seguimos dando uso para el bien de la sociedad. Porque nadie en su sano juicio niega que el mal exista y que esos hombres (o lo que sean, porque no llegan ni a la categoría de seres humanos) los hay. Ni que las mujeres sufren violaciones y acosos de babosos cuyas lenguas yo arrancaría con tenazas. Pero eso no me convierte potencialmente en nada de lo que dicen. Ni a mi padre, mi hermano, mis amigos ni a mí mismo.
«Pues si te picas será por algo» dicen los aliades especialmente cuando se les quiere refutar la memez que estos días campa entre las mujeres que dicen defender el feminismo y luchar contra el machismo estructural. No, querido cretino, me pico porque ese discurso es absurdo, frentista y no está consiguiendo nada. Hace unos años España era el quinto mejor país del mundo para ser mujer, y el más seguro para que viajara sola. Tras estos años del gobierno más feminista del planeta, hemos pasado… al 27º, según el Índice de Mujeres, Paz y Seguridad que elabora la Universidad de Georgetown en colaboración con ONU Mujeres. Todo un éxito, Irene. No me extraña que sigas subiendo escalones en un alarde del Principio de Peter, en tu cruzada feminista contra el hombre o exorcizando tus potenciales experiencias que hayas tenido. Pero a los demás no nos metas en tus mierdas. Ya está bien.
