Gilbert Keith Chesterton es uno de esos autores cuyas ideas no caducan tras el paso del tiempo. El “príncipe de las paradojas” o simplemente “El gordo” -como se le llamaba amistosamente en la Londres de la Belle Époque- supo enhebrar un pensamiento que pronto trascendería las cotas literarias para dar vida a iniciativas políticas que contaran con tanta potencia como los sindicatos católicos, llamados “amarillos” por los sindicatos socialistas o de clase. Ejemplos como Acción Social Popular en España o la británica y aún muy vigente Acción Católica Obrera dan fe de la capacidad de tracción que las ideas católicas tuvieron en la sociedad a lo largo del pasado siglo.
Chesterton: El amable polemista
El autor londinense sigue siendo reeditado, disfrutado y pensado, incluso sigue siendo objeto de una discusión en torno a su posible beatificación, paralizada desde 2019 por el obispo de Northampton. Sus innovaciones literarias quedaron personificadas en su personaje más conocido, el símbolo de la nueva novela policíaca “Padre Brown”, y pronto trascendieron la ficción para proponer un pensamiento que, apoyándose en la Doctrina social de la Iglesia, diera respuesta a las problemáticas que las estructuras sociales del período de entreguerras hubieron de afrontar.
Fue antes de la Gran Guerra cuando nuestro autor plantea muchas de sus propuestas sociales. Después de que su obra de 1905 “Herejes” levantara ampollas en todos los espacios ideológicos vigentes de la cultura inglesa de la época, confrontando tanto la propuesta fabiana de Shaw como el imperialismo de Kipling, Chesterton fue conminado a construir una propuesta ideológica que planteara de forma positiva su pensamiento. Tres y cinco años más tarde verían la luz “Ortodoxia” y “Lo que está mal en el mundo” respectivamente, fue aquí donde la valentía del autor se hizo patente, al disparar fuego a discreción mediante sus ingeniosas paradojas contra diversos estamentos de la sociedad en que vivía.
Siendo un autor netamente conservador, en él podemos leer opiniones difíciles de encontrar hoy en día dentro de este espectro ideológico:
“Me doy perfecta cuenta de que la palabra propiedad ha sido contaminada en nuestro tiempo por la corrupción de los grandes capitalistas… como sería la negación del matrimonio que tuviera todas nuestras esposas en un harén”.
El distributismo
Habiendo clarificado su propuesta política desde un concepto sui generis de la propiedad y una moral católica que, anclada esencialmente en el pecado inherente al ser humano, entendiera la relación con Dios como un camino hacia la salvación, pronto Chesterton, junto a colegas como el francés Belloc, renovó la doctrina política de la Iglesia.
Las ideas contenidas en la encíclica de León XIII Rerum Novarum de 1891 proponían una predisposición de la Iglesia a la hora de formar asociaciones políticas capaces de influir en el devenir político de Europa, y Chesterton, quizás mejor que nadie, supo dotar de vida al sistema que la Iglesia necesitaba crear para hacer frente a la sociedad de las masas.
E. F. Schumacher: Lo pequeño es hermoso
Tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial llegaría la bipolaridad ideológica imperante en un mundo dividido en dos grandes bloques. Europa se convertía a pasos forzados en un entorno de liberalización -ideológica y económica- que necesitaba diluir las propuestas políticas trascendentes que lo habían precedido en aras de conquistar, de una vez por todas, la estabilidad social que asegurara un clima apacible para las inversiones extranjeras.
En este contexto, incluso la Iglesia concedió espacio a la liberalización doctrinal mediante el aggiornamento que supuso el Concilio Vaticano II.
Las ideas distributistas también siguieron esta tendencia y terminaron fraguando uno de los libros de economía más bellos -y relevantes para ideologías tan vigentes hoy en día como el ecologismo- jamás escritos: “Lo pequeño es hermoso”, de E. F. Schumacher.
Si bien de forma descafeinada y adaptada al lenguaje económico, el libro del alemán recoge gran parte de las críticas realizadas por Chesterton medio siglo antes: agotamiento de los recursos naturales, deshumanización del individuo convertido en parte de la maquinaria de un sistema productivo sin patria, el desapego del gran capital o el anonimato y entumecimiento moral propio de las grandes ciudades.
Así Schumacher, tanto como Chesterton, volvió a demostrar la riqueza creadora de las ideas valientes, también la necesidad de un buen anclaje en el pasado a la hora de mirar al futuro.