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6 Oct 2024
6 Oct 2024
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Expectativas rotas: los jóvenes frente a hoy

Los jóvenes han encontrado un choque a sus expectativas. Un mercado laboral que los abandona y una situación que es de todo menos esperanzadora

Sin querer entrar en particularidades, de forma genérica, si de algo no nos podemos quejar los jóvenes de 22 a 30 años, es de nuestra infancia. Una infancia, y por qué no, adolescencia, pletórica, llena de ilusión y entusiasmo de vivir el momento y con expectativas de labrarnos un futuro y una profesión.

Me acuerdo como nuestras madres, mientras hacíamos el bachillerato, nos instaban una y otra vez, a estudiar y a encontrar nuestro propio camino, pues se suponía que con esfuerzo y con dedicación, con estudio y trabajo podríamos llegar lejos. El mundo era nuestro.

Debo reconocer que estas expectativas no fueron diferentes en la carrera, tanto profesores, instituciones, como el propio sistema, nos han presentado un mundo, en concreto, un mercado laboral meritocrático, transparente y justo. La ingenuidad se abría paso en la inexperiencia, ley de vida, supongo.

Las expectativas empiezan a reajustarse –ya que nos gusta utilizar neologismos– cuando comienzas tu “primera experiencia” en forma de prácticas curriculares. El reajuste comienza, cuando tu futuro jefe comienza a explicarte el trabajo, a priori ajustándose a lo esperado, pero cuando empieza a enumerar las condiciones, con una remuneración inferior al salario medio pakistaní, y con una experiencia completa de ocho horas diarias. En ese momento, no queda más salida que tragar saliva, acordarte de los doce apóstoles, la alineación del Real Madrid, o lo que te alivie para sobrellevar la “dichosa” vida, y, con una sonrisa encantadora responder, genial, es lo que quería. En ese momento, comienza el reajuste.

Este momento vital, sería tan solo anecdótico, incluso podría llegar a ser entendible, si lo peor no estuviera por llegar. El final de la carrera. Se trata de un reseteo. En ese momento no lo sabes, pero, puede que, por la inercia, creas que te gusta algo específico y empieces un máster, con la ingenua esperanza de dedicarte a ello. La especialización llega a ser tan ridícula, que debería ser asignatura obligatoria y compartida imaginar la cara de la becaria de Recursos Humanos de la empresa a la que postularás cuando lea que tienes un Máster Oficial en “Nacionalismos periféricos desde una perspectiva lacaniana: acción y colectivo” o “Producción audiovisual en nuevas plataformas emergentes y dirección de recursos”.

El mercado laboral demanda, jóvenes polivalentes, sin una profesión clara y estandarizada, esto contrasta de forma frontal con nuestras expectativas de un mundo que se va desvaneciendo. Con un empleo fijo y con un salario que se corresponda al trabajo ejercido, algo que hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida, pues han gozado de ello nuestros abuelos y padres.

Las expectativas quiebran cuando asumes que nos estamos dirigiendo a un mundo incierto y volátil, que nos hemos formado durante años, con carreras universitarias,  para ejercer una profesión que generaciones anteriores han ejercido sin titulación y por si fuera poco, la profesión como tal, está en peligro de extinción debido a las lógicas del mercado contemporáneo. Aún estamos interiorizando lo que supone para nosotros la incertidumbre, estamos asumiendo que las expectativas se han roto, y aunque nos indigna, no sabemos canalizar el enfado, quizás es que no sabemos ni verbalizarlo.

Hércules nace para poder expresarlo.

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1 comentario en “Expectativas rotas: los jóvenes frente a hoy”

  1. Si bien creo que nuestra generación carece de las herramientas para afrontar la rudeza del mundo laboral (cosa en la que nuestros padres tienen mucho que ver, generalizando, claro), también es cierto que nos ha tocado un momento histórico más duro que a los llamados ‘boomers’ si tenemos en cuenta la competitividad laboral a la que nos enfrentamos.

    Lo más duro es que todos tienen en boca a los jóvenes para hacer campaña, pero de nada nos sirven los regalitos de 400euros o las ayudas camufladas como apoyos económicos a la juventud que te cobran de vuelta en la campaña de abril. Aquí seguimos, quedándonos con las sobras, tenemos que agradecer que ‘ganamos experiencia’, que ‘trabajamos de lo nuestro’ y dejar de quejarnos tanto porque si no podemos irnos de casa es porque gastamos mucho en copas, spotify y Netflix.

    Sí, en general quizá nos esté costando demasiado enfrentarnos al mundo laboral. Pero como para que no nos cueste, llegamos y se asume que no podemos tener vida o responsabilidades más allá del trabajo, tenemos que asumir los peores horarios porque «sin hijos qué tendrás que hacer más que trabajar». Lo peor es que se inculpa siempre a la empresa cuando mucha responsabilidad la tiene el Estado y su regularización deficiente que nos tiene olvidados.

    Soy enfermera, y solo hay que observar las vidas laborales de mis compañeros que se han desempeñado en la sanidad pública, eso sí que es precariedad.

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