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25 Nov 2024
25 Nov 2024
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La magia psicosexual en los Estados Unidos: ideología, política y sexo

Revolucionó la forma de entender el sexo y la espiritualidad para una joven nación que, hasta ese momento, se destacaba por ser la capital mundial del puritanismo; y que, a su vez, estaba diseñando todo un sistema de propaganda y publicidad que serviría para cincelar durante décadas la capacidad de deseo de todo Occidente, así como de buena parte del mundo desarrollado hasta nuestros días

Fotograma de: The Barbary coast

Norteamérica es la tierra de la utopía, la materialización del viejo empeño de Tomás Moro; y el cine es el deseo colectivo por encarnar esa utopía bajo la forma de sueños de carne y hueso. Uno de los más fascinantes directores de esta época de cine gris y tumescente es Ari Aster quien, con apenas tres películas (todas ellas obras maestras: Hereditary, Midsommar y Beau tiene miedo) ha logrado retratar mejor que nadie en los últimos años aquello que subyace en la historia de su país: la verdadera religión oculta de los Estados Unidos es el satanismo. Hace ahora casi 200 años, el rosacruz Pascal Beverly Randolph (prologado por Julius Evola y traducido por Manuel García Viñó) introdujo en el “nuevo mundo” una serie de técnicas de magia psicosexual que permitieron revolucionar, a finales del siglo XIX y principios del XX, una concepción de la magia en términos medievales que pronto mutaría de forma definitiva al entrar en contacto con la ciencia.

El mulato Randolph fue un pionero difícilmente comparable en el plano esotérico de la vida americana: fundó la Fraternitas Rosae Crucis en San Francisco (1861) e introdujo una nueva forma de concebir la sexualidad que llevaría a las sociedades secretas norteamericanas a un nuevo estadio que no sería superado hasta décadas después, con las hazañas de Aleister Crowley y algunos de sus discípulos más eminentes, tales como Jack Parsons, Alfred Kinsey y Kenneth Grant. En ese sentido cabe recordar una cita de Marsilio Ficino que reza: “Todo el trabajo de la magia consiste en el amor: la afinidad de una cosa por otra debido a una cierta afinidad de naturalezas”(De Amore); y una máxima de Peter Levenda que dice: “El contacto con entidades no-humanas es uno de los requisitos ineludibles de la magia. No hay magia sin ese tipo de comunicación ultramundana. Y la forma más intensa de ese contacto es la sexual” (El señor de las tinieblas).

Antes de que la Escuela de Frankfurt comenzara a trabajar a pleno rendimiento, el psicoanalista Wilhelm Reich (europeo, como Freud y Crowley, introductores de la nueva sexualidad en norteamérica) trató de sintetizar marxismo y psicoanálisis, los dos grandes inventos del pensamientoel siglo XIX, por medio de una singular teoría sobre la sexualidad que en aplicó a la ideología de Hitler y Mussolini en su libro Psicología de masas del fascismo (1933); y que más adelante, perfeccionó al hilo de la física cuántica y otros notorios descubrimientos científicos de la época, también realizados por judíos, inventando su propia rama de investigación: el estudio del Orgón. Tras visitar brevemente la Unión Soviética, Reich, como ocurriría también con Theodor W. Adorno, se trasladó a vivir a los Estados Unidos en 1939, a pesar de estar en supuesto desacuerdo con los postulados básicos de la sociedad capitalista.

Los Estados Unidos

En los EEUU, el austríaco Reich se interesó por el esoterismo y los fenómenos de OVNIs. Desarrolló su propio “acumulador de orgón”, un receptor de “energía sexual” con forma de cabina. Trabajó con algunas universidades del país. Y trató de desarrollar su propia rama de la medicina asociada al estudio de la así llamada “energía orgónica”. A pesar de sus delirios, más dedicados a extraer dinero de sus clientes que a conformar un estudio riguroso de nada, fue contactado por el OSS en 1947 (año de la muerte de Crowley y del incidente OVNI en Roswell) para trabajar con contacto con la recién fundada CIA.

Reich participó en el Proyecto Fénix en busca de un proyecto de control mental por medio del uso de la energía orgónica; y también tuvo una breve relación con el Proyecto Filadelfia, que trataba de utilizar el espacio como energía desde el punto de vista militar; por supuesto los resultados, en lo relativo al orgón, fueron nulos; sin embargo, la CIA parecía más interesada por poner a Reich a trabajar en el viejo proyecto de científicos tan prestigiosos como Nikola Tesla y John von Neumann: el control del clima; pero, una vez más, sus inventos parecían ser tan inútiles como profundo su grado de locura. Su caso, una encarnación evidente del “científico loco” lovecraftiano, no es el único ni mucho menos en la geografía norteamericana: hay que recordar, en ese sentido, al conde Carl von Cosel, más conocido como Carl Tanzler.

Desde niño, afirmaba el aristócrata Tanzler en las páginas de Fantastic Adventures, el alemán tuvo experiencias visionarias con distintas entidades, entre las que destacaba una presencia femenina llamada Ayesha. Tanzler viajó por todo el mundo, incluyendo la India y Australia, antes de recalar en los Estados Unidos, donde el 22 de abril de 1930 conoció a María Elena Milagro de Hoyos, una enferma de tuberculosis que, según el médico alemán, era una encarnación de Ayesha. A pesar de los intentos por salvarla, María de Hoyos murió el 25 de octubre de 1931 y, a partir de ese momento, Tanzler trató de reanimar el cadáver de su amada más allá de la ultratumba, a la manera de Orfeo, Dante o Nerval, pero valiéndose de técnicas científicas, y, según su propio testimonio, logró hacerlo… Hasta que la familia de la fallecida logró poner fin a los experimentos de este Doctor Frankenstein moderno.

Hay quien dice que Tanzler se proponía alumbrar una hija con el cadáver reanimado de María de Hoyos; otros van más lejos y afirman que, en efecto, el alemán logró su objetivo. Más allá de lo meramente morboso, este conjunto de historias aparentemente desordenadas y alocadas sirven para trazar la cartografía de un mismo culto mágico psicosexual que, de los tiempos de Pascal B. Randolph (cuyo supuesto “suicido” parece encubrir más bien un asesinato) al cine de Ari Aster (cuya obsesión por los traumas de violencia intrafamiliar con tintes rituales podrían disfrazar una experiencia personal), pasando por nombres como: Freud, Crowley, Reich, Parsons, Kinsley, Grant y Tanzler, revolucionó la forma de entender el sexo y la espiritualidad para una joven nación que, hasta ese momento, se destacaba por ser la capital mundial del puritanismo; y que, a su vez, estaba diseñando todo un sistema de propaganda y publicidad que serviría para cincelar durante décadas la capacidad de deseo de todo Occidente, así como de buena parte del mundo desarrollado hasta nuestros días.

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