Imagen: AFP
La vicepresidenta Kamala Harris llegó al debate del martes por la noche con una clara misión: poner a prueba la paciencia de Donald Trump. Usando la misma táctica agresiva que ha marcado su campaña desde que fue confirmada como candidata demócrata, Harris se enfocó en desestabilizar a su oponente, quien respondió visiblemente molesto y perdiendo la compostura en más de una ocasión.
Aunque el objetivo también era familiarizarse más con el electorado, fue más efectiva a la hora de provocar al expresidente que en exponer su propio programa. A lo largo de los 100 minutos del debate, Trump cayó varias veces en las provocaciones, en lo que se presume será el único cara a cara antes de la elección del 5 de noviembre.
Un comienzo estratégico
Desde el inicio del debate, Harris mostró sus cartas. Antes de que comenzara el enfrentamiento, caminó hacia Trump para estrecharle la mano, disipando cualquier duda sobre si el saludo sucedería o no. “Soy Kamala Harris”, le dijo con firmeza, haciendo alusión a las burlas previas de Trump sobre la pronunciación de su nombre. El expresidente, sorprendentemente cordial, respondió: “Que lo pases bien”. A lo largo de la noche, Trump evitó pronunciar su nombre, pero no pudo esquivar los ataques que Harris lanzó repetidamente, lo que lo hizo alzar la voz y mostrarse cada vez más impaciente.
El desafío de Harris: distanciarse de Biden
Uno de los dilemas más complejos para la demócrata es cómo equilibrar su promesa de cambio sin desligarse de Joe Biden, su actual jefe y presidente. Trump aprovechó la oportunidad para criticar que Harris prometiera cosas que no ha logrado cumplir en sus años como vicepresidenta. Sin embargo, ella enfatizó que es su contrincante, no Biden. «No soy Joe Biden y, ciertamente, no soy Donald Trump. Soy una nueva generación con una nueva forma de hacer política”.
Los moderadores y el control del debate
Pese a la promesa inicial de ABC News de que los moderadores dejarían fluir la conversación, intervinieron varias veces para corregir a Trump cuando éste presentó datos falsos o imprecisos. Estas correcciones irritaron al expresidente, quien expresó su frustración en repetidas ocasiones. Simpatizantes del republicano, como la periodista conservadora Megyn Kelly, criticaron la intervención de los moderadores, sugiriendo que Harris no necesitaba más ayuda. Aunque el expresidente aceptó las reglas del debate, no dejó de manifestar su descontento con la cadena y su manejo del evento.
Entre sus afirmaciones más sorprendentes, aseguró que inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, estaban comiendo las mascotas de los residentes, y que en algunos estados se permite el aborto después del nacimiento, lo cual fue rápidamente desmentido. Harris, por su parte, también hizo afirmaciones discutibles, como vincular a Trump con el extremista Proyecto 2025, del cual él ha tratado de distanciarse repetidamente. Ambos candidatos exageraron o manipularon datos, pero fue Trump quien mantuvo a los verificadores más ocupados.
Estilos de comunicación contrapuestos
Durante el debate, Trump mantuvo una postura rígida, mirando al frente, evitando en todo momento reconocer la presencia de Harris a su izquierda. En contraste, la vicepresidenta mostró un estilo más expresivo, con gestos evidentes de sorpresa, desagrado y frustración. Aunque su teatralidad al principio fue excesiva, moderó su comportamiento conforme avanzaba el tiempo. Este contraste resaltó la diferencia con el estilo de Biden, cuya actuación en su último debate con Trump en junio fue señalada como un factor clave en su decisión de retirarse de la carrera por la reelección.