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21 Dic 2024
21 Dic 2024
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¿Qué hacemos con las pensiones?

Necesitamos una política que deje de vender humo a corto plazo, no podemos seguir siendo esclavos del ciclo electoral

Fotografía de: analizy.pl

En España, el debate sobre las pensiones es, como siempre, uno de los temas más intocables y manipulados por la política. El sistema actual, un esquema piramidal obsoleto, quebrado y ruinoso, se tambalea. Sobrevive únicamente gracias a la capacidad del Estado para endeudarse como si no hubiera un mañana, y también por su habilidad para manipular y comprar la voluntad de los propios estafados: los contribuyentes. No lo dicen ni la oposición, ni los sindicatos, ni los partidos en campaña electoral, pero los números no mienten. La cuestión es simple: las cuentas no cuadran, y seguir con la fantasía de aumentar las pensiones año tras año solo nos empuja hacia un abismo fiscal que tarde o temprano nos explotará en la cara.

Mi postura es clara: hay que congelar las pensiones. Sí, lo dije. Y más aún, algunas deberían reducirse, especialmente las más altas. Los recursos son limitados, y el sector productivo, sobre el cual recae todo el peso, está cada vez más exprimido. Si seguimos elevando las pensiones sin control, no solo estamos castigando a quienes aún trabajan, sino que estamos hipotecando el futuro de las próximas generaciones. Pero esto sólo significaría quedarse en la superficie; hay que cambiar el modelo por completo.

El mito del aumento perpetuo

Ajustar las pensiones por el IPC año tras año es políticamente conveniente, claro. A los políticos, especialmente a los de izquierda, les encanta presentarse como defensores de los mayores, de los jubilados, que, casualmente, son el grupo de votantes más grande de España, con alrededor de 10 millones de personas. Las elecciones se ganan prometiendo más dinero a las pensiones, no congelándolas o ajustándolas. Los pensionistas se convierten en la mayor palanca electoral.

Lo que pocos discuten, y que muchos ni siquiera parecen entender, es que esta dinámica es insostenible. Si se sigue aumentando el gasto en pensiones a expensas de unos contribuyentes cada vez más pobres y con menos oportunidades, llegará el día en que simplemente no habrá suficiente dinero para todos. Es una ecuación básica que, aunque incómoda, no se puede ignorar. Claro, a menos que piensen que el dinero es infinito y que se puede imprimir sin consecuencias, como algún ministro español parece creer.

Hacia un modelo alternativo:

Debemos comenzar a hablar en serio de una transición hacia un sistema más lógico y beneficioso: un modelo de capitalización. Existen países que han pasado por este trance, como lo hizo Australia. Allí, la mayoría de los trabajadores cotizan a fondos de pensiones privados, acumulando ahorros que les permitirán una jubilación más sólida y, sobre todo, autosuficiente. (En mi último libro hablo de ello con más detalle, por si les pica la curiosidad). En lugar de depender del siempre frágil y manipulable sistema de reparto, basado en que las contribuciones de los trabajadores actuales financian las pensiones de los jubilados —y dependiente de una pirámide demográfica que se está invirtiendo—, la capitalización permite a cada individuo construir su propio futuro. ¿Es un cambio drástico? Sí. ¿Es posible? Absolutamente. Además, no queda otra.

Por supuesto, esta transición no puede ocurrir de la noche a la mañana. España tiene que empezar a diseñar un plan a largo plazo que abarque, me atrevo a decir, a dos generaciones enteras. En el camino, dada la crítica situación, es necesario implementar medidas impopulares, como la congelación de una buena parte de las pensiones, junto con incentivos fiscales y políticas claras que promuevan el ahorro privado para la jubilación. Nadie dice que sea fácil, pero es lo que debe hacerse si queremos evitar un colapso inevitable.

La política del “aquí y ahora”

El gran obstáculo, como siempre, es la política a corto plazo. Los pensionistas votan y los partidos, en su desesperación por mantenerse en el poder, los compran con promesas vacías. Ningún político quiere arriesgarse a perder el apoyo de un electorado tan numeroso, así que seguimos adelante, parcheando el sistema en lugar de abordarlo con el sentido común que requiere.

Pero los pensionistas también tienen parte de responsabilidad. Muchos parecen olvidar que, si se exprime demasiado al sector productivo, este colapsará. Al final, no quedará nada que redistribuir, y las soluciones serán mucho más drásticas: recortes brutales y una posible quiebra del sistema de pensiones tal y como lo conocemos. Es importante que se entienda esto, y que se acepte que no se puede seguir estirando una cuerda que ya está al límite. Si no me creen, que pregunten a los griegos.

El futuro de las pensiones o la ruina de todos

Es cierto que hay jubilados que apenas llegan a fin de mes, y nadie dice que no haya que proteger a los más vulnerables ni abandonar a nadie. Al final, ellos también han sido víctimas de esta estafa. Pero cuando vemos pensiones que superan el salario medio español (e incluso lo duplican) ajustándose automáticamente con el IPC, mientras la economía productiva sufre, estamos ante un problema estructural. Una cosa es garantizar un mínimo digno, y otra muy distinta es mantener un sistema que premia a algunos en detrimento de la mayoría.

La transición hacia un sistema de capitalización es la única salida viable. Necesitamos una política que deje de vender humo a corto plazo y se enfoque en las reformas necesarias para garantizar que todos, no solo los pensionistas actuales, tengan un futuro. La alternativa es simple: colapsar. Y cuando eso ocurra, no habrá promesas ni revalorizaciones que valgan. No podemos seguir siendo esclavos del ciclo electoral. Hay que romper esa cadena antes de que sea demasiado tarde.

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