«Me llevaban a un chalet del Viso y allí había gente importante, gente del régimen, a verme desnuda, a mí y a otras niñas.»
Pepa Flores (Marisol)
Marisol fue un ícono de la España optimista de los años sesenta, asociada al desarrollo y progreso impulsados por el franquismo. Su debut ante el gran público ocurrió el 9 de septiembre de 1960 con el estreno de «Un rayo de luz», dirigida por Luis Lucía. Este papel fue el primer fruto del contrato exclusivo de diez años que la joven actriz, a través de sus padres, firmó con el influyente productor Manuel J. Goyanes, un miembro destacado de la élite franquista. Marisol, quien se mudó a la casa de la familia Goyanes, comenzó una carrera vertiginosa bajo ese nombre artístico, alcanzando rápidamente un notable éxito y convirtiéndose en el mayor proyecto empresarial del productor.
Un éxito comercial e ideológico
A pesar de no ser la primera niña actriz del cine español, destacó porque alrededor de ella se creó un extenso entramado comercial. Tras el éxito arrollador de su primer filme, se desplegó una inusual maquinaria publicitaria para la época, con productos como discos, tebeos, cuadernos, cromos y su popular muñeca, que se sumaban a giras y actos públicos que consolidaron su imagen. Marisol se convirtió en la pieza clave de una nueva forma de producción cultural, alineada con las transformaciones que vivía el país en ese momento.
Durante esos años, el franquismo mantuvo su política de control ideológico sobre la industria cinematográfica, pero la cultura destinada a la evasión ganó protagonismo. En ese contexto, productos de masas como los asociados a la niña prodigio ayudaron a diluir la conexión entre los comportamientos normativos y el proyecto político del régimen. A medida que la sociedad de consumo se afianzaba, la presencia de estos productos, aparentemente desprovistos de ideología, se multiplicó en la vida cotidiana, y Marisol fue uno de los ejemplos más exitosos de esta tendencia, colaborando activamente en la socialización del proyecto franquista.
Su imagen encarnaba el optimismo de una España que dejaba atrás los tiempos de hambre y miraba al futuro con esperanza. El régimen franquista, en su esfuerzo por proyectar una imagen de modernización, encontró en Marisol una figura que armonizaba lo tradicional con lo moderno. Junto a otros jóvenes actores como Joselito, Pili y Mili o Rocío Dúrcal, Marisol simbolizaba el espíritu juvenil y la expectativa de mejora material que caracterizaban la década de los sesenta. Sin embargo, su impacto fue mayor que el de sus contemporáneas, ya que supo fusionar con éxito lo moderno y lo tradicional, lo nacional y lo foráneo.
El éxito también reflejó el cambio en la imagen de la feminidad en la España de posguerra. Su apariencia rubia y de ojos azules encarnaba una nueva feminidad luminosa y alegre, alejada de la austeridad gris de los años anteriores. Su carrera personal y artística representaba el relato de una nación que superaba las dificultades de la posguerra y avanzaba hacia el progreso económico y el bienestar.
La vida de Marisol, en muchos sentidos, se entrelazó con los personajes que interpretó en la gran pantalla. Películas como «Ha llegado un ángel» (1961) y «Búsqueme a esa chica» (1964) relataron historias de ascenso social que parecían reflejar sus propias experiencias. Esta fusión entre la ficción y la realidad contribuyó a su éxito, reforzando su imagen pública y consolidándola como un símbolo del franquismo desarrollista.
Un conservadurismo disfrazado de modernidad
El franquismo utilizó el cuerpo femenino como un componente central en su relato de ascenso social, inspirado en las sociedades capitalistas. Aunque los nuevos estilos de vida se consolidaban como aspiraciones legítimas, el régimen mantenía como prioridad la lealtad a los valores tradicionales, especialmente en lo referente al orden de género. Marisol, la popular actriz malagueña, se convirtió en una herramienta clave para construir relaciones de género aceptables para la década de los sesenta.
En sus primeras interpretaciones, representaba un modelo que guiaba a personajes desorientados hacia una vida mejor, reafirmando que la verdadera riqueza y felicidad se encontraban en los valores de la tradición y el comunitarismo, en contraste con el mundo liberal y urbano. A medida que crecía, su imagen no perdía fuerza; su atractivo físico, junto con una mezcla de rebeldía y rectitud moral, la mantenía como un referente. Sin embargo, Manuel J. Goyanes, temeroso de perder su lucrativo negocio, intentó prolongar lo máximo posible la imagen infantil de la actriz.
Este conservadurismo del productor afectó directamente la transición de Marisol a la adolescencia en la pantalla. Películas como Un rayo de luz, Ha llegado un ángel, y Tómbola, dirigidas por Luis Lucía, reforzaron la imagen de la niña inocente que el público conocía, influyendo así en el modelo de feminidad que encarnaba: una mezcla de rebeldía y vulnerabilidad.
Con su paso a la adolescencia, la figura de Marisol adoptó una estética moderna, influenciada por tendencias internacionales como la moda de André Courrèges y figuras como Twiggy o Brigitte Bardot. Sin embargo, pese a los ritmos pop y yeyé que acompañaban su música y películas, su imagen seguía siendo la de una joven de valores intachables. Las revistas del corazón, como Hola o Semana, alimentaron el interés por su vida personal, especulando sobre sus relaciones amorosas, como su posible romance con el bailarín Antonio y su boda con Carlos Goyanes en 1969, que fue un evento mediático de gran repercusión.
El creciente interés por la vida sentimental de la actriz coincidió con la evolución de sus películas hacia tramas románticas. En ellas, interpretaba a un modelo de feminidad moderno, juvenil y esbelto, siempre impecablemente maquillado. Aunque los guiones y la escenografía daban espacio a la rebeldía, los finales conservadores reafirmaban su rol como una mujer que aceptaba una posición sumisa en relaciones claramente desiguales.
El lado más oscuro de su infancia
En una serie de entrevistas publicadas entre agosto y septiembre de 1979, Pepa Flores reveló aspectos oscuros de su infancia y su carrera. Recordó sus primeros años en un corralón del barrio de Capuchinos en Málaga, donde vivía junto a 57 familias, sin acceso a una escuela y compartiendo una letrina comunitaria. Flores contó que, a los ocho años, un empresario contrató al grupo «Los Joselitos del cante», al que ella pertenecía, para realizar una gira por el país.
“Yo tenía ocho años y dormía durante el viaje en la misma cama que la querida del empresario, una tal Encarna, que me daba unas palizas de muerte, pero con saña y mala sangre. Me tenía ojeriza, y no sé por qué todavía. En Lérida me dio tal paliza que me dejó el cuerpo como el de un nazareno. El empresario me invitó a comer en Gerona y me dijo que me levantara el vestido. Cuando me vio mandó a llamar a mi padre inmediatamente y me mandó para Málaga. Figúrate tú cómo tenía que estar yo que, cuando llegamos al corralón, mi abuela al verme se desmayó en la hamaca. Y otra cosa más quiero decirte. Cuando yo dormía con aquella tía, el empresario se acostaba con ella y hacían de todo. Así que cuando llegué a Madrid estaba ya más rascada que la estera de un baño. ¡Fíjate tú! Y querían hacer de mí el modelo de niña inocente, conformista y buena, para que fuera la referencia de todos los niños de nuestra generación. Porque no saben nada de las putadas que nos han hecho a mí y a mi familia”
Este relato fue solo uno de los muchos que compartió en esas entrevistas, donde describió también cómo se convirtió en el mayor negocio de Manuel Goyanes, el productor que la descubrió mientras actuaba con el Coro de Educación y Descanso en la televisión. Tras llegar a un acuerdo económico con los padres de la joven, Goyanes la trasladó a su casa en María de Molina, Madrid, donde la transformó: le cambió el nombre, le tiñó el cabello de rubio y la sometió a una cirugía de nariz.
La sesión fotográfica y los abusos sexuales
Marisol fue convertida en un producto comercial bajo la gestión de Manuel Goyanes. Desde su residencia en María de Molina, se gestionaban todos los aspectos de la carrera de la joven artista, desde la revisión de proyectos cinematográficos hasta la respuesta a las numerosas cartas que recibía. Incluso, se organizaban sesiones fotográficas que eran utilizadas en material promocional, postales y revistas. Estas sesiones, llevadas a cabo por un amigo de Goyanes, un fotógrafo que además era mutilado de guerra, fueron recordadas por Pepa Flores años después en una entrevista con Interviú.
“En uno de aquellos días que estaba yo en el estudio, el fotógrafo este se puso a desnudarme, a meterme mano por todo el cuerpo y a preguntarme si ya me había hecho mujer. Yo estaba asombradita. Le tenía miedo a todo en aquella casa. Ten en cuenta que no podía ni rechistar. Una vez que se me ocurrió decir que unas fotos no me gustaban y por poco me matan, me montaron una de la que no me olvidaré nunca. Bueno, como te decía, el fotógrafo aquel mutilado nos amenazaba para que no dijéramos nada. Más tarde, un día cualquiera, descubrimos en la cocina muchas fotos de niñas desnudas con vendas en los ojos. Se lo dijimos a Goyanes y se quedó como si nada. Aquella misma noche cuando fuimos a cenar el fotógrafo estaba sentado y muy risueño en nuestra misma mesa«
Dos intentos de suicidio
La artista reveló en su momento que había intentado quitarse la vida en dos ocasiones. El primer intento ocurrió en Barcelona, a donde se trasladó tras su separación, buscando escapar de la figura de Marisol. Ingirió un frasco entero de Valium y, en medio de su agonía, fue descubierta por una señora que trabajaba en su casa. En ese momento, la prensa informó que había sido sometida a una operación de apendicitis. El segundo intento de suicidio sucedió en Madrid, en la casa de su amiga cercana, la canaria Amparo Guis. «En su casa me intenté suicidar otra vez. Fue mi segundo intento. Es como la solución que te dejan«.
La vida personal de Pepa Flores
Pepa Flores, conocida por su militancia en el Partido Comunista de España y posteriormente en el Partido Comunista de los Pueblos de España, se distinguió por su firme defensa de los ideales marxistas. Participó activamente en movilizaciones contra la OTAN y mostró una solidaridad constante con la revolución cubana. Llegó a donar el dinero de las placas de oro que recibió en su infancia de manos de Francisco Franco a los partidos comunistas. Tras divorciarse de su segundo marido, el bailarín Antonio Gades, en 1986, decidió desvincularse de cualquier afiliación política.
Flores tiene tres hijas. La mayor, María Esteve, nacida en 1974, es actriz; la segunda, Tamara Esteve, nacida en 1976, es psicóloga y trabaja desde 2011 como coordinadora provincial en Málaga para la Fundación Secretariado Gitano; y la menor, Celia Flores, nacida en 1981, es cantante. Para el primer disco de Celia, Tangos de Granada, Pepa Flores compuso uno de los temas.
Desde 1985, ha permanecido retirada de la vida pública, viviendo entre su piso en La Malagueta y su finca en Moclinejo, Málaga. En 2020, la Academia de Cine español le otorgó el Goya de Honor, aunque fueron sus tres hijas quienes recogieron el galardón en su nombre durante la ceremonia celebrada en Málaga.
Las polémicas fotos de Interviú
El 16 de septiembre de 1976, casi un año después de la muerte de Franco, la revista Interviú lanzó su número 16 con una portada que mostró a Marisol desnuda, mirando directamente a la cámara. El reportaje interior, que la presentaba como una versión española del mito de Brigitte Bardot, llevaba un título provocador: «Marisol. El bello camino a la democracia». La edición se agotó rápidamente, y su cuerpo volvió a ser convertido en un objeto de consumo masivo. Esta vez, sin embargo, lo que se multiplicaba era su imagen desnuda, una representación de la vulnerabilidad que parecía simbolizar la fragilidad de la España democrática en sus primeros pasos.
Lo más llamativo fue que, pese a la exposición de su cuerpo, la actriz no tuvo voz en el reportaje. En lugar de una entrevista, las fotos estaban acompañadas por declaraciones de figuras relevantes del mundo cultural sobre su figura. Esto dejaba en evidencia lo que más tarde se confirmó: el reportaje original había sido privado. En 1970, Carlos Goyanes, entonces esposo de Marisol, había encargado la sesión fotográfica al fotógrafo César Lucas con la intención de enviarla a directores europeos para explorar posibles proyectos cinematográficos más adultos. Se llegó a hablar de una película dirigida por Bertolucci y protagonizada por Alain Delon. Años después, cuando Antonio Asensio, fundador del Grupo Zeta, se enteró de la existencia de las fotos, le pidió a Lucas que se las cediera, aparentemente sin el consentimiento de Marisol.
Según su hermana, quien detalló los hechos en la biografía Marisol, llámame Pepa, la actriz se enteró de la publicación al ver un kiosco cubierto con sus imágenes desnudas. Las opiniones recogidas en el reportaje dejaron claro que, entre la explotación de su cuerpo como ícono del desarrollo franquista y su reinvención como símbolo de la nueva España democrática, no hubo una verdadera ruptura, sino una continuidad en la utilización de su figura pública.