El 5 de octubre, 39 parlamentarios conservadores enviaron una carta al Consejo Supremo de Seguridad Nacional. En ella, pedían una revisión de la doctrina de defensa nacional, que actualmente prohíbe la fabricación de armas atómicas. Los parlamentarios argumentaban que esta modificación era necesaria para «fortalecer la disuasión defensiva» del país y señalaban a Israel como la principal amenaza. Este llamado ha tomado fuerza desde el 1 de octubre, cuando Irán lanzó 180 misiles contra Israel en respuesta a los asesinatos del líder de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán y del líder de Hizbulá, Hasan Nasralá, en el Líbano.
Las tensiones entre Irán e Israel y el rol de Occidente
La posibilidad de una respuesta israelí y el temor a una guerra en Oriente Próximo, con el previsible apoyo de Washington a Israel, han frustrado los intentos de acercamiento que el presidente iraní, Masud Pezeshkian, había realizado hacia Occidente. Pezeshkian, que asumió su cargo en julio, había ofrecido abrir un diálogo directo con Estados Unidos para reactivar el acuerdo nuclear de 2015, que limitaba el programa atómico iraní a cambio de alivio de sanciones. Sin embargo, la escalada de tensión ha provocado que el mandatario cambie su postura, criticando abiertamente tanto a Washington como a la Unión Europea, y buscando un acercamiento a Rusia.
El debate interno sobre las armas nucleares
El debate sobre la necesidad de dotarse de armas nucleares ha ganado terreno en Irán. Incluso Hassan Jomeini, nieto del fundador de la República Islámica, ha participado en la discusión, sugiriendo la necesidad de reforzar la disuasión del país. Este cambio de actitud refleja el creciente coro de voces que pide una revisión de la doctrina de defensa ante las amenazas de Israel. Naysan Rafati, analista del International Crisis Group, señala desde Estados Unidos que este debate es un indicador de que «algo se está moviendo» en Irán.
A pesar de las presiones del ala dura del régimen, la postura oficial del gobierno iraní no ha cambiado, según la Embajada de Irán en Madrid. Teherán sigue negando que su programa nuclear tenga fines militares, y el líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, ha emitido una fetua que prohíbe el uso de armas atómicas por considerarlas contrarias al islam. Sin embargo, desde la ruptura del acuerdo nuclear en 2018, Irán ha incrementado sus niveles de enriquecimiento de uranio, alcanzando el 60%, según un informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Presiones externas y la lucha interna por el poder
La presión sobre Irán no solo proviene de la comunidad internacional. Según el analista Daniel Bashandeh, la política nuclear se utiliza dentro del país para consolidar el poder y generar cohesión dentro del régimen. Las autoridades iraníes buscan «cerrar filas» y recuperar su credibilidad mostrando que podrían desarrollar armas nucleares si lo desean. Este mensaje no solo va dirigido a Israel o Estados Unidos, sino también a la propia población iraní, que enfrenta una economía debilitada por las sanciones y un creciente descontento social.