Hay otras leyendas y mitos que aluden a Heracles fuera del ciclo de los Doce Trabajos, en los que aparece como domador de seres monstruosos e increíbles, y que se han dado en llamar parerga, es decir, “hazañas laterales” o “de paso”. Uno de estos relatos cuenta que Heracles dio muerte a Ífito, hijo del rey Eurito, que le reclamó unos rebaños que había robado anteriormente el héroe dorio. Como expiación por este crimen, el oráculo de Apolo en Delfos ordenó que se vendiera a sí mismo como esclavo y se pusiera al servicio de Ónfale, reina de Lidia. Esta Ónfale era hija de Yardano y esposa de Tmolo, príncipe de Lidia, a cuya muerte heredó el trono como soberana absoluta, reinando en solitario en esta región. Se perfila como una mujer poderosa e independiente. Durante su reinado llegó Heracles para cumplir el oráculo y sanarse de la pestilencia que había contraído por asesinar a Ífito. El oráculo había prescrito que debía servir como esclavo durante tres años y pagar una pena para curarse. Puesto a la venta como esclavo por el mensajero Hermes, Ónfale lo compró en el mercado de esclavos.
Entonces cobra forma un episodio muy singular del héroe, que aparece también como un momento arquetípico del ciclo mítico. En un pasaje liminal, en una pausa o un receso de sus hazañas, acaso como expiación o reticencia a la acción, como sucede con Aquiles en la isla de Esciros, hay veces en las que héroe quintaesencial, normalmente viril y señorial, ha de humillarse, travestirse o servir como esclavo. Es un tema del cuento popular y la épica de todos los tiempos, empezando por la homérica, que abunda en reyes que son percibidos como mendigos, héroes bajo disfraz engañoso, etapas, de travesía del desierto, privaciones y humillaciones, y también, por supuesto, inversión de los roles de género y travestimiento. Recordemos que la madre de Aquiles, Tetis, en un momento dado lo viste de mujer y lo envía al gineceo del rey de la isla de Esciros, a fin de que evite ir a la guerra de Troya, donde sabe que morirá. Pero será descubierto finalmente por Ulises, en su faceta de reclutador de héroes, venciendo el rechazo a la llamada a la aventura. En el caso de Hércules y Ónfale es muy singular: el héroe más forzudo y varonil de todos irá vestido de mujer y sirviendo como esclavo en la rueca y el telar a una reina masculinizada y todopoderosa que gobierna con mano férrea y se viste con sus armas. Aun así, Hércules cumplirá hazañas en su cautiverio, como las victorias sobre los Cercopes o Sileo. A ambos se les atribuye descendencia común, un héroe llamado Lamo o Agelao, antepasado del célebre rey Creso.
Las artes plásticas han retratado a menudo a la extraña pareja en una alegoría de esta inversión antiheroica de los géneros y sus roles. Heracles vestido de mujer figura con atributos de tejedora, el cesto o el telar, junto a Ónfale, que se presenta con las armas del héroe. En el teatro Real de Madrid hay una de estas estatuas de Hércules, vestido de mujer y Ónfale con los atributos del héroe, la clava de madera de olivo y la piel del león de Nemea (está situada justamente en la sala predilecta para los entreactos, con una vista privilegiada a la plaza de Oriente). Es un recuerdo de la popularidad del tema del héroe travestido en los inicios de la ópera, como se ve, por ejemplo en la ópera Achille in Sciro, con libreto de Pietro Metastasio y música de Francesco Corselli, que la compuso para celebrar en Madrid en 1744 el enlace de la infanta María Teresa Rafaela con el Delfín Luis de Francia. Hay varias óperas sobre Ónfale, entre otras, una de André Cardinal Destouches, estrenada en la Académie Royale de Musique de París en 1701, y otra de Jean-Baptiste Philibert Cardonne estrenada en 1769.