La reciente catástrofe de la Dana en la Comunidad Valenciana ha provocado una ola de solidaridad entre sus habitantes. Sin embargo, la gestión del voluntariado por parte del gobierno autonómico ha sido objeto de fuertes críticas. El pasado sábado, cuando cientos de valencianos se presentaron con ánimo de ayudar en las localidades afectadas, se encontraron con una desorganización notable, que convirtió la jornada en un frustrante ir y venir sin propósito. En medio de la urgencia por apoyar a las familias damnificadas, muchos voluntarios fueron desplazados a localidades sin ninguna tarea asignada o incluso devueltos sin haber hecho nada.
Una movilización frustrada
La Generalitat Valenciana convocó a los voluntarios en la Ciudad de las Artes y las Ciencias con el objetivo de organizarlos en equipos y trasladarlos a los lugares más necesitados. Sin embargo, el evento que se suponía sería ordenado y eficiente resultó en una escena caótica: una multitud se congregó en el punto de partida y, horas después, numerosos voluntarios seguían esperando instrucciones sin poder salir. Aquellos que sí lograron abordar un autobús, al llegar a su destino, se encontraron con que aparentemente no había necesidad de su ayuda. «Nos dijeron que no hacíamos falta», comenta uno de los voluntarios.
Para Alicia, una joven valenciana que llegó con entusiasmo a las siete de la mañana, la jornada resultó decepcionante. Después de pasar ocho horas y haber sido desplazada a Chiva, regresó a su punto de origen sin haber colaborado en absoluto. “Ha sido lamentable, una vergüenza”, expresa. Según su relato, el desconcierto reinó desde el inicio: tras horas de espera, se les asignó un coordinador y partieron hacia Chiva, escoltados por un coche policial. No obstante, al llegar, el coordinador informó a los grupos que el alcalde no tenía constancia de su presencia y que, por tanto, su ayuda no era necesaria.
Cambios de última hora
La situación se complicó cuando, alrededor de las 12:30, se les indicó a los voluntarios que serían trasladados a otra localidad, Calicanto. Sin embargo, los autobuses no pudieron partir de inmediato debido a restricciones de movilidad en la zona cero de la catástrofe. “Como no sabíamos cuánto tiempo habría que esperar, decidimos ir al pueblo a ayudar. A medio camino, nos llamaron para decirnos que el bus se iba. Volvimos, y una vecina nos preguntó que por qué nos íbamos, que hacía falta mucha ayuda. Al final, esperamos otras dos horas el bus y no fuimos a ninguna otra localidad”, relata Alicia, indignada.
La experiencia de Mari Carmen fue similar. También ella llegó temprano a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde observó cómo la fila avanzaba a cuentagotas. Finalmente, tras leer en la plataforma de voluntarios que no habría autobuses hasta las dos de la tarde, decidió dirigirse por su cuenta a Chiva en su coche. Allí pudo constatar la necesidad de ayuda que los vecinos tenían, en contraste con la falta de coordinación que los mantenía a la espera de voluntarios en otra parte.
«No hemos venido a limpiar un Zara»
Otro grupo de valencianos decidió tomar cartas en el asunto tras escuchar rumores de que la misión del día consistía en limpiar un centro comercial en Bonaire. Para ellos, era incomprensible que se priorizara esta labor sobre la ayuda directa a las familias afectadas. “No hemos venido aquí a limpiar un Zara”, critica un joven. Borja, otro voluntario, comenta la indignación generalizada: “Todo el mundo estaba molesto. Al final nosotros fuimos a Torrent donde, literalmente, no había nada que hacer. Horas después, nos llevaron a Aldaia, pero había mucho descontrol. No sabes dónde ayudar, dónde acudir”.
Aldaia, uno de los municipios más afectados por la Dana, recibió con los brazos abiertos a los voluntarios que lograron llegar. Desde que el temporal azotó la localidad, los vecinos se han visto obligados a encargarse de la limpieza sin ayuda externa, lo que ha generado un sentimiento de abandono por parte de las autoridades. Javier, un vecino de Aldaia, expresa su frustración: “¿Dónde están los militares?”. Mientras esperan la llegada de la Unidad Militar de Emergencias y de los 5.000 policías y guardias civiles activados por el Gobierno, los residentes continúan quitando fango de las calles y limpiando sus hogares.