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A las doce menos cuarto de la noche en Washington, Cedric Richmond, copresidente de la campaña de Kamala Harris, subió al estrado en el jardín central de la Universidad de Howard. Con voz solemne, anunció: «Aún quedan votos por contar; todavía hay estados donde no se ha declarado un vencedor. Seguiremos toda la noche para asegurarnos de que cada voto sea escrutado, que cada voz sea escuchada. Por ello, no verán a la vicepresidenta hablar esta noche, sino mañana. Mañana estará aquí de nuevo, no solo para dirigirse a la familia de Howard y a sus seguidores, sino para hablar a toda la nación. Gracias. Confiamos en ustedes. Que Dios los bendiga.
Un eco de 2016: la derrota demócrata
Para los demócratas, este desalentador final evocaba el 8 de noviembre de 2016. Aquella noche, el director de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, fue quien salió a hablar a los seguidores: «Gracias por estar aquí toda la noche. Ha sido una larga jornada y una campaña intensa, pero podemos esperar un poco más, ¿verdad? Siguen contando los votos y cada voto debe contarse. Algunos estados aún no tienen ganador, así que esta noche no habrá declaraciones«. Con un mensaje de esperanza, pidió a la audiencia ir a casa y descansar, mientras el resultado final aún se esperaba.
La derrota en cifras: menos votos que Trump
Desde 1992, solo un republicano, George W. Bush en 2004, había superado en votos a los demócratas. Las victorias de Bush en 2000 y de Trump en 2016 se debieron al anacrónico sistema del Colegio Electoral, no a la mayoría del voto popular. Para el Partido Demócrata, que había llevado al primer presidente afroamericano al poder y que esperaba que Harris, la primera mujer no blanca en la presidencia, continuara ese legado, la derrota fue un golpe monumental. Contra todo pronóstico, Trump había logrado imponerse de nuevo en el Colegio Electoral y, probablemente, en el voto popular.
Un partido desconectado de sus bases
Kamala Harris, descendiente de familias india y caribeña, educada en Howard, una universidad históricamente afroamericana, y acompañada por Tim Walz, quien estudió en una universidad pública, no consiguió cautivar ni a las minorías ni a gran parte de la clase trabajadora. Por el contrario, sus rivales, Trump y JD Vance, ambos egresados de universidades de la Ivy League, lograron consolidar una base diversa de apoyo, algo que los demócratas, a pesar de contar con un partido unido y con más recursos, no consiguieron replicar.