En Europa, Asia y Oriente Medio en particular, la perspectiva de un segundo mandato del republicano en la Casa Blanca, a partir del 20 de enero, tendrá repercusiones similares pudiendo desatar algún que otro terremoto geopolítico. El impacto internacional será aún más fuerte si el campeón de «Estados Unidos primero» tiene las manos libres para llevar a cabo sus políticas: claramente podrá controlar ambas cámaras del Congreso de los Estados Unidos, después de que los republicanos hayan ganado la mayoría de los escaños en el Senado.
A continuación, un repaso de las principales convulsiones que cabe esperar, en un mundo ya desestabilizado por el ascenso de las potencias autocráticas y las guerras que asolan Ucrania y Oriente Medio.
Los puntos calientes en la geopolítica mundial tras la elección de Trump
En primer lugar, el triunfo anunciado de Trump desencadena una advertencia de tormenta para la economía mundial. Durante su campaña, Trump esbozó el lanzamiento de una guerra comercial a gran escala con los principales socios de Estados Unidos, incluida la Unión Europea y China. Su objetivo declarado es reindustrializar Estados Unidos a marcha forzada, erigiendo barreras comerciales, que se supone favorecen la producción en Estados Unidos.
El candidato republicano ha prometido aranceles del 10 al 20% a todos los productos importados, e incluso del 60% al «made in China». Y esto, incluso si corre el riesgo de disparar los precios al consumidor y reducir el poder adquisitivo de los hogares estadounidenses, con el riesgo de estanflación para la economía más grande del mundo. Por no hablar del impacto de las medidas de represalia que Pekín y Bruselas no dejarían de tomar.
En segundo lugar, los europeos que lo habían apostado todo por Kamala Harris se han dado de bruces. El más beligerante antitrumpista es el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, que había hecho campaña abiertamente por la candidata demócrata estadounidense («Sin duda sería una muy buena presidenta»). Pero otros líderes europeos, y no menos importantes -el británico Keir Starmer, el español Pedro Sánchez en particular- también se habían alineado bajo la bandera de Harris.
Los europeos apenas se han preparado los cuatro años que tenían gracias a Joe Biden para prepararse para un nuevo mandato de Trump. Se han descuidado las obligaciones para con la OTAN. No han tomado la iniciativa en el apoyo a Ucrania, dejando con demasiada frecuencia a Washington en primera línea. Se ha acrecentado la dependencia de la UE a Washintong. Ni siquiera han hecho ningún progreso en el desarrollo de una política exterior común, como lo demuestra su persistente discordia sobre Oriente Medio. No es en los dos meses que faltan para la toma de posesión del nuevo presidente que podrán hacerlo.
En tercer lugar, Rusia se encuentra en una posición de ventaja frente a Ucrania para aferrarse a los territorios que ha conquistado desde 2014. Donald Trump ha prometido poner fin a su conflicto «en 24 horas», lo que sugiere que estaría dispuesto a ofrecer a Vladimir Putin un «acuerdo» que incluya una partición territorial. Qué garantías de seguridad podrá obtener Ucrania a cambio, nadie lo sabe, tal vez ni siquiera el propio líder republicano. Si Washington reduce su apoyo militar a Kiev, es muy probable que los europeos rechacen Nada es menos cierto, mientras esté en juego la seguridad del continente.
El teatro del Asia-Pacífico el punto de mira de Trump
Cuarto, China. En este punto, es donde más incógnitas se desatan. Es muy posible que los líderes comunistas vean la victoria de Trump como un nuevo elemento para apoyar su análisis de un declive acelerado de EEUU. Como resultado, corren el riesgo de entrar en fricción con Taiwán y de intimidar a los aliados de Estados Unidos (Japón, Corea del Sur, Filipinas). Pero todo dependerá de su voluntad de asumir riesgos, con un presidente estadounidense con fama de impredecible.
Fuera del capítulo comercial, Trump aún no ha dicho mucho sobre sus intenciones con respecto a China. Por el contrario, parece considerar que avanzar enmascarado es la mejor arma contra Xi Jinping. En una entrevista de octubre con el Wall Street Journal, dijo que no necesitaría amenazar a China con la fuerza militar para defender a Taiwán porque Xi «me respeta y sabe que estoy jodidamente loco«.
Oriente Medio, otro punto de fricción por Israel
Quinto, el Oriente Medio. Trump no parece muy proclive por la continuación de los conflictos bélicos en curso. Según fuentes israelíes, su equipo le dijo al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante la campaña, que el candidato republicano quiere que las guerras en Gaza y Líbano terminen cuando llegue a la Casa Blanca el 20 de enero.
Aun así, sobre Irán, Trump y Netanyahu se alinean con una oposición radical al programa de armas militares nucleares de Irán, mientras que Joe Biden intentó, en vano, reanudar fructíferas negociaciones sobre este tema con Teherán durante su mandato. ¿Intentará el primer ministro israelí convencer al nuevo presidente estadounidense de que ha llegado el momento de poner fin a la dictadura de los mulás y acelerar el advenimiento de un nuevo régimen en Irán?
Esto iría en contra de las tendencias aislacionistas de Trump. Pero en cuanto a Irán, el republicano ha mostrado repetidamente su determinación. Durante la campaña, incluso fue advertido por la CIA de que los líderes iraníes buscaban asesinarlo «para sembrar el caos en los Estados Unidos».