Imagen: ciudad de Homs I Europa Press
En el centro de Homs, los restos de Bab Amro, bastión de la insurgencia contra Bachar Al-Assad, ilustran las cicatrices de una guerra que devastó tanto vidas como estructuras. En un entorno donde sobrevivir se volvió una condena, los bombardeos y la falta de recursos transformaron la ciudad en un infierno cotidiano.
Homs, de ciudad industrial a mártir de la guerra
Antes de la guerra, Homs era un crisol de comunidades: musulmanes suníes, alauíes chiíes y cristianos convivían en la que era la tercera mayor urbe siria. Ahora, la “capital industrial” se enfrenta a un panorama desolador. La población ha disminuido en un 40% y su economía, como la del resto del país, se desplomó a niveles históricos, con un producto interior bruto reducido a la mitad, según el Banco Mundial.
A pesar de controlar la ciudad desde hace una década, el régimen apenas emprendió la reconstrucción. Hoy, la responsabilidad recae en las nuevas autoridades islamistas, encabezadas por el jeque Shamir al Homsi, líder militar y civil que permanece en paradero desconocido. Mientras tanto, la ciudad lucha por reponerse del impacto de años de guerra y abandono.
Un futuro incierto: reconstrucción entre la escasez
Las promesas de reconstrucción chocan con una realidad de pobreza extrema y falta de recursos. “Tenemos planos y presupuestos, pero reconstruir Siria sin inversiones internacionales será imposible”, admite Abdalá Albouab, ingeniero jefe de la Administración municipal. La inflación descontrolada ha hundido la libra siria, que pasó de cambiarse a 50 por dólar antes de la guerra a valores actuales de entre 12.000 y 14.000 unidades.
La precariedad afecta a todos los niveles. Los funcionarios apenas ganan 30 euros al mes, y la falta de electricidad, gasolina y servicios básicos dificulta la vida cotidiana. “Nuestro objetivo es devolver la normalidad a Homs”, afirma Albouab, aunque el camino parece largo en un país donde el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Retornos en medio del caos
Entre las ruinas, las familias comienzan a regresar tras años en el exilio. No obstante, el retorno no es masivo, pero sí constante: antiguos residentes llegan a Homs para buscar a sus familiares, identificar las tumbas de los muertos y evaluar los daños en sus casas. Sin embargo, la falta de servicios esenciales, como escuelas y hospitales, frena una reconstrucción completa.