Ya han pasado cuatro años desde que estalló la crisis sanitaria del covid, una de las peores pandemias registradas hasta la fecha, y, aunque parece que todo aquel desastre quedó en el olvido, lo cierto es que sus secuelas permanecen y todavía son muchos los interrogantes pendientes de resolver.
Sin embargo, un amplio y detallado informe publicado por el Congreso de EEUU arroja ahora algo de luz sobre numerosas cuestiones relacionadas con el coronavirus, desde su origen hasta la gestión sanitaria y la comunicación llevadas a cabo por las autoridades.
Así, entre otros asuntos, el estudio cuestiona la obligatoriedad del uso de mascarillas y la distancia de seguridad de metro y medio para contener los contagios, así como los confinamientos, cuya prolongación en el tiempo causaron un enorme daño económico y social, afectando a la salud mental y física de la población, especialmente a los más jóvenes. Asimismo, aunque las vacunas se han demostrado eficaces para reducir la mortalidad, no lograron detener la transmisión del virus, a diferencia de lo que anunciaron muchos gobiernos inicialmente.
Pero uno de los puntos más destacados tiene que ver con el papel jugado por China en el origen y desarrollo de la pandemia. Y es que, a diferencia de la versión oficial difundida hasta el momento, todo apunta al origen humano del virus. El Instituto de Virología de Wuhan ha estado involucrado en investigaciones de alto riesgo relacionadas con la modificación genética de virus para aumentar su capacidad de infectar a humanos, a fin de comprender mejor sus mecanismos de transmisión. Aunque estas investigaciones pueden ser beneficiosas para el avance de la ciencia, también conllevan riesgos significativos si no se realizan en entornos de máxima seguridad.
Y he aquí el problema. El estudio destaca que existieron deficiencias documentadas en los protocolos de bioseguridad del centro antes del brote de covid. En particular, varios informes, tanto internos como externos, advirtieron de que el laboratorio no empleaba correctamente las medidas de seguridad requeridas a la hora de manipular coronavirus de tipo SARS. Y esto incrementa de forma muy sustancial la posibilidad de que se produjera un accidente y el virus se filtrara al exterior, desencadenando la pandemia que asoló medio mundo durante casi dos años.
Al parecer, varios investigadores del Instituto de Wuhan mostraron síntomas compatibles con la enfermedad del coronavirus en otoño de 2019, antes del estallido del brote. Además, el virus posee una característica biológica que no se encuentra en la naturaleza, evidenciando con ello la manipulación humana del patógeno. Si existieran pruebas de un origen natural, éstas ya habría salido a la luz.
Por si fuera poco, una vez que comienza la crisis, el Partido Comunista Chino restringió la información y retrasó el envío de la debida alerta a la Organización Mundial de la Salud (OMS). La ocultación inicial del problema y, sobre todo, la irresponsable tardanza en activar la alarma resultó crucial en el agravamiento de la pandemia, ya que lastró de forma determinante la capacidad de los países para reaccionar a la crisis sanitaria.
El régimen comunista también reprimió todas las voces críticas con la gestión de la pandemia. Médicos y científicos que intentaron advertir al mundo sobre la gravedad del covid fueron silenciados. Las autoridades chinas optaron por suprimir cualquier información que pudiera vincular el brote a fallos de seguridad o negligencia interna, especialmente aquella relacionada con el Instituto de Wuhan. Este control narrativo no solo incluyó la censura interna dentro de China, sino que también influyó a nivel internacional, presionando a instituciones como la OMS para respaldar versiones favorables al relato oficial de Pekín.
El Partido Comunista, a través de su aparato propagandístico, intentó posicionar la teoría zoonótica como la única explicación plausible para el origen del virus, sin aceptar investigaciones que profundizaran en la hipótesis del escape de laboratorio. Para reforzar esta narrativa, se promovieron investigaciones y publicaciones científicas que alineaban sus conclusiones con las afirmaciones del Gobierno chino, a menudo sin un análisis exhaustivo de las evidencias.
El informe identifica también los esfuerzos de Pekín por sembrar dudas sobre otros países, sugiriendo en medios oficiales que el virus podría haberse originado fuera de China. Esta estrategia, alineada con objetivos geopolíticos, aumentó la desconfianza global y polarizó el debate científico, alejando a la comunidad internacional de una búsqueda conjunta por la verdad.
Finalmente, la propaganda china no solo buscó reescribir los hechos relacionadas con el origen del virus, sino que también promovió la narrativa de que el modelo de respuesta chino era superior al de las democracias occidentales. Esto también tuvo un impacto significativo en países con sistemas políticos autoritarios al presentar al régimen chino como modelo a seguir en futuras emergencias sanitarias.
Por si fuera poco,tras el inicio de la pandemia, existió un esfuerzo concertado por parte de las autoridades chinas para limitar el acceso de equipos internacionales, incluidos los de la OMS, a datos e instalaciones relevantes para esclarecer el origen del virus. La misión de la OMS a Wuhan en enero de 2021 fue un ejemplo de estas restricciones, ya que gran parte de su itinerario estuvo controlado por la dictadura comunista.
Cuatro años después, por tanto, todo apunta a que China originó y agravó la pandemia del coronavirus, que se llevó por delante 7 millones de vidas, convirtiéndose en una de las cinco epidemias más mortíferas de la historia.