La batalla del puente de Luchana
Este paso se encontraba reforzado por una pequeña fortificación en la elevación de mismo nombre. A ello se le debía sumar la peligrosa cercanía de los fuertes de los montes Banderas, Cabras y San Pablo (véase el mapa del artículo anterior).
El deterioro del puente implicaba distraer a la posición central enemiga, para poder tomar el paso y así rehabilitar su cruce. Su estado se puede conocer a través de las memorias de Luis de Evans (1837) quien señala que “las ruinas del puente de Luchana ostentaban su inquieto polvo sobre sus desmoronados trozos”.
El jefe de los ingenieros carlistas, Melchor Silvestre, apostaba por reforzar en la medida de lo posible el puente de Luchana y su fuerte, por lo que se instaló un pequeño reducto artillero sobre el paso.
El 24 de diciembre de 1836 las fuerzas liberales lideradas por el general Oráa desarrollarían su avance sobre el puente, los fuertes colindantes y los pasos de Azúa y Galindo, tratando de este modo tomar toda la línea del Nervión cubierto por pequeños navíos anglo-españoles y su artillería. Tras ello, se tomó el cañón y el puente de Luchana con lo que este espacio quedó liberado de los sitiadores carlistas, aunque aún debían estar alerta de un posible avance de las tropas de Casa-Eguía para recuperar aquel punto en el que habría algún combate hasta adentrada la noche.
Las fuerzas de Espartero cruzan el río
Así describe Espartero el inicio de la operación en uno de sus primeros informes al Gobierno central:
“Ayer a las cuatro de la tarde dispuse la atrevida operación de embarcar compañías de cazadores que se apoderasen de la batería enemiga de Luchana. Al poco tiempo, aunque en medio de una terrible nevada, se ejecutó la operación con el éxito más feliz por la bravura y entusiasmo de aquellas, y eficaz operación de la marina inglesa y española”.
Una vez tomado el puente y “haciéndose así dueños muy en breve los constitucionales de las baterías y parapetos inmediatos”, granaderos cristinos hostigaron las defensas del fuerte carlista de San Pablo. Para aligerar la carga contra este punto y acudir en su socorro, se desplazó un refuerzo carlista desde la cumbre de Banderas, lo que provocó un retroceso por parte de la compañía de granaderos del Regimiento Soria en su primer ataque a San Pablo.
A su vez, tropas liberales (con el anochecer) conseguían hacer retroceder a los carlistas de la cumbre del monte Cabras. Ya de noche, y llegado Espartero al campo de batalla, se dio la orden a las barcazas de reunir las diversas unidades dispersas a lo largo del Nervión y concentrarlas en la toma de San Pablo y Banderas.
A las 4:00 de la mañana los regimientos cristinos cargaron contra un “caserío” en la loma del monte tomado por los carlistas. Desde este último reducto los hombres del conde de Casa-Eguía se retiraron a Banderas de donde fueron desalojados al amanecer del día 25.
Los carlistas se retiran
Con las primeras luces del día 25 de diciembre de 1836 el contingente carlista escapaba por las rutas de Azúa, Erandio, Derio y San Roque. Detrás dejaban piezas de artillería y municiones, pero también heridos y hospitales de campaña, hasta 4 en Olaviaga (hoy Olabeaga).
La actividad de la caballería fue prácticamente inexistente, las pocas unidades cristinas que participaron solo pudieron realizar cargas de pequeño calibre la mañana del 25 sobre los carlistas en su retirada a la altura de San Mamés, punto en el que se habla de hasta 20 piezas artilleras capturadas.
Entre los prisioneros cayeron extranjeros afines a la causa de Carlos María Isidro, así lo narra el príncipe Lichnowsky:
“Después de un sitio largo y mal dirigido, el rey se había visto obligado a renunciar a la esperanza de tomar Bilbao la noche terrible de Navidad (…)”.
Por su parte, Bernardo de Plessen, exteniente del 24.º Regimiento de Infantería prusiana “había sido hecho prisionero en Luchana, llevado a Bilbao y tuvo que sufrir horriblemente”.
Las desgracias entre los hombres de Oráa y Espartero no fueron menores. Entre el 29 de diciembre de 1836 y el 11 de enero de 1837 Bilbao acogía a cientos de heridos en una situación deplorable, pues había constancia de “infelices enfermos militares que están en las calles (…)”, todos ellos “heridos que han entrado en estos hospitales de resulta de la acción del día 24”.