Hércules

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22 Oct 2024
22 Oct 2024
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El viaje a los infiernos

Toda aventura heroica de catábasis es en cierto modo iniciática y en la narrativa de nuestro héroe estaba claro que la misión más difícil e imposible que podía encomendarle su incómodo pariente Euristeo, que mandaba sobre él, era nada más y nada menos que bajar al Hades y capturar a la fiera más terrible que allí se albergaba, el perro Cerbero

Morir antes de morir, parafraseando una de las expresiones más místicas de Mahoma, representa una de las misiones cumbre del héroe iniciático por excelencia en que se ha convertido a estas alturas nuestro querido Hércules. La aventura definitiva es, sin duda, la bajada al mundo de los muertos antes de tiempo y el regreso al mundo de los vivos para contar lo que se ha visto, rescatar un alma perdida, traer un tesoro o acaso cierto conocimiento del tránsito de ida y vuelta entre este lado y el otro. Esta es la aventura definitiva de Hércules, la que hace el número 12 en su lista canónica, que si bien es cierto que no se encuentra explicada completamente en ningún autor, nos da una buena idea de lo que significa para la historia de las religiones este viaje del héroe.

Como ha notado en su día el estudioso suizo Walter Burkert, todos los viajes de Hércules tienen algo que ver con el paso al más allá. Bajo la atenta mirada de la celosa Hera y tras el mandato caprichoso de Euristeo, todos se desarrollan en lugares marcados por presencias sobrenaturales y que conectan con el otro lado. Seis de ellos se desarrollan en el ámbito más familiar del héroe, en el mundo ordinario que para él era su Peloponeso natal, pero otros seis se desarrollan en los lugares más extraños, recónditos e insospechados, los extremos del mundo conocido – las dos Iberias- o, directamente, en regiones de ensueño.

Por ello, en último lugar, tocaba marchar al mundo de los muertos, el Hades. Allí es donde nadie ha bajado vivo y ha vuelto para contarlo, salvo claro está, una ilustre nómina de héroes de ida y vuelta que han hollado el Hades y han regresado a nuestro mundo. No tiene mérito visitar en viaje de solo ida el mundo de los muertos, porque tarde o temprano todos lo haremos, sino que el verdadero héroe justamente ha de volver para contar lo que hay allí. Por eso esta nómina tan nutrida que va desde Gilgamesh, Hércules y Eneas hasta Ulises, Dante o Don Quijote, ha mirado en las profundidades del abismo de la existencia y luego también en las del otro abismo. Tal es la misión del héroe.

Es curioso reparar en que ciertas fuentes nos dicen que Hércules fue a iniciarse en los misterios de Eleusis antes de marchar al mundo de los muertos. Una famosa cita de Píndaro bendice al que se ha iniciado en estos misterios, porque él conoce antes de morir lo que hay al otro lado. Recuerda al hadiz del Profeta del Islam. Por eso toda aventura heroica de catábasis es en cierto modo iniciática y en la narrativa de nuestro héroe estaba claro que la misión más difícil e imposible que podía encomendarle su incómodo pariente Euristeo, que mandaba sobre él, era nada más y nada menos que bajar al Hades y capturar a la fiera más terrible que allí se albergaba, el perro Cerbero. El can con tres cabezas, guardián del inframundo y mascota favorita del dios de los muertos, Hades.

 El perro es un animal desagradable que ronda las tumbas como los chacales de Egipto que toma Anubis como forma. Uno de los terrores de los griegos antiguos era que sus cuerpos fueran pasto de las aves de presa, de los buitres y de estos cánidos voraces y carroñeros. Hay que recordar el horror que siente Antígona ante el cadáver insepulto de su hermano en la obra homónima de Sófocles o la angustia de Príamo en la Ilíada para recuperar los restos mortales de su hijo Héctor de manos de su matador Aquiles y tributarle las debidas honras fúnebres. Por eso, el perro del infierno es mucho más que un guardián que está dedicado a que no se escapen las almas del más allá. Simboliza todo lo terrible y destructor de la muerte como a toda la corrupción de la carne y también con su triple cabeza recuerda los trivios y encrucijadas del más allá, donde dice Platón que los tres jueces del inframundo –Minos, Éaco y Radamantis–  decidían quién se salvaba y quién no. Es muy interesante pensar en la bajada de Hércules al infierno porque no era una historia singular sino que se supone que había bajado también para rescatar al héroe jonio por excelencia, Teseo, dejando a su amigo Pirítoo encadenado en el más allá. Pero en este caso la misión que le encomienda Euristeo es nada menos que capturar a ese terrorífico perro de tres cabezas y traerlo al mundo de los vivos para que sea exhibido como trofeo por el rey peloponesio.

Hércules de nuevo lo logrará. No era fácil cruzar los límites del inframundo pero parece que Hércules convenció a golpes al barquero Caronte para que le ayudara a atravesar los ríos del infierno y no le cobraba el consabido óbolo que debían llevar los muertos en la boca. También se cuentan otras muchas peripecias de este héroe, que baja por la fuerza bruta y se abre paso entre los monstruos y tormentos de los condenados. Es la hazaña definitiva, sin duda, sobre la que habremos de volver.

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