Hércules

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22 Nov 2024
22 Nov 2024
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El nacimiento del héroe

El nacimiento de un Héroe es siempre el inicio de una gran aventura

Es noche cerrada en el gran palacio real de Tebas y alguien ha puesto un cerrojo al cielo. El gran dios padre se introduce de incógnito en la alcoba de la reina, pues la metamorfosis de la magia divina ha obrado el milagro de cambiar su apariencia en la del propio rey, que está luchando en la guerra. Solo así conseguirá vencer la castidad de la reina, la mujer que desea. El embrujo logra que esta le confunda con su marido en una magia que remonta a la más pura tradición del cuento popular. Aquella noche Zeus yace con Alcmena, mucho después Uter Pendragón lo haría con la reina Iguerna. Cuenta la leyenda que el curso de los astros se detuvo y una sola noche ocupó un instante eterno y duró tres veces lo habitual. La concepción del héroe tuvo lugar en esa suerte de momento único marcado por la especial alineación del tiempo y el espacio, simbolizada en la conjunción de los astros. No mucho después llegó Anfitrión, el marido de Alcmena, enardecido por la batalla, y también se une a su mujer.

Así se gesta el embarazo gemelar de Hércules y su medio-hermano, de simiente mortal, que surge de esa noche mágica, aterradora e irrepetible, del doble lecho y la doble paternidad típica del mito y el folclor, que suele marcar el nacimiento de un héroe. En la antigua narrativa patrimonial de todos los tiempos y todas las culturas, la figura del niño divino, el niño primordial (Urkind) o niño maravilloso (Wunderkind), cuyo nacimiento se espera para que lo cambie todo, es una constante que se repite una y otra vez. Habrá un niño –dice Virgilio en la cuarta Égloga– que  traerá de vuelta la edad de oro. El mito del héroe comienza siempre así, con el nacimiento: otro es el del niño dios que trae la paz, la salvación, la prosperidad o la fraternidad.

Cada vez que nace un nuevo proyecto o una nueva empresa humana –como este propio diario– nos complace repetir este motivo del alumbramiento y hablar metafóricamente del parto, del nacimiento o de la concepción. El esquema biológico –o casi biopolítico– tiene siempre un comienzo necesario en el nacimiento, marcado por diversos prodigios: el lugar extraño –desde un palacio encantado al fondo del mar, de un pesebre a un árbol– y las profecías, sueños o  señales fantásticas marcan el comienzo del ciclo del niño que lo cambiará todo.

El nuevo Hércules

En el caso de Hércules, no podía ser de otra manera: el padre divino, la madre humana, el padre putativo, también mortal, que hará las veces de anfitrión –como el propio nombre del rey de Micenas y luego exiliado en Tebas– que ha de abrirle al niño providencial las puertas de la sociedad humana. Así comienza toda aventura, con un nacimiento: una madre cierta y un padre desdibujado e incierto en la leyenda, que luego el niño habrá de buscar de forma incesante, siguiendo oráculos y buscando su identidad y su misión, hasta reunirse finalmente con él en los cielos: Hércules va del nacimiento como hombre a la apoteosis como dios en una peripecia de toda vida de héroe que comienza con la madre en el momento de la concepción y, posteriormente, del alumbramiento. El esquema del niño divino es claro en su caso: diversos prodigios anuncian su nacimiento y acompañan su infancia. Otro momento clave de esta arqueología del mito del héroe son las señales y las profecías.

Muchas veces hay sueños de la madre embarazada que prevé que todo cambiará cuando nazca lo que lleva dentro: parece casi un subgénero en la literatura patrimonial. El abuelo de Ciro el Grande sueña que lo que pare su hija embarazada no es humano, sino una marea que lo arrolla todo o una especie de enredadera que se extenderá por todo el mundo, prefigurando el imperio universal de los persas.

Los sueños

Así sueñan también las embarazadas madres de los caudillos griegos o de los santos cristianos, como la beata Juana de Haza, que no es humano lo que llevan dentro sino más bien un animal simbólico que lo cambiará todo. Esa narrativa onírica refleja también, desde el punto de vista psicológico, la extrañeza que sienten las embarazadas al llevar en su cuerpo un cuerpo que a la vez es propio y ajeno: en obsesión profética y alienante a la par se sueña con la vida futura de un retoño que podrá cambiar el curso de los acontecimientos históricos o que dejará también una huella legendaria.

Así sucede también con Hércules y con su madre Alcmena que es honrada en la tradición con un puesto excepcional en la ética o en el teatro griego. Así sucede con cualquier nacimiento de una empresa heroica, desde un proyecto familiar a uno empresarial o político: nuestro cerebro parece diseñado para contarnos siempre la misma historia, con mimbres míticos, y hoy tocaba hablar del nacimiento.

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