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27 Dic 2024
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El Proyecto MK-Ultra y el mito del “Lobo Solitario”

La mayor parte de sus experimentos tenían como objetivo la memoria: producir amnesia o introducir recuerdos falsos en el paciente, son algunos ejemplos

En el terreno de los Servicios Secretos, el oro alquímico tiene su propio nombre: control mental. Más conocido como “lavado de cerebro”. Para entender las razones históricas profundas que motivan el Proyecto MK-Ultra de la CIA debemos retroceder hasta su antecedente más directo: el Proyecto Bluebird dirigido por el especialista de la OSS en materia de psiquiatría y electroshock: el Doctor Donald Ewen Cameron, toda una eminencia en el ámbito de la mente. La mayor parte de sus experimentos fueron consagrados a trabajar sobre la memoria: producir amnesia o introducir recuerdos falsos en el paciente son algunos ejemplos destacables.

El primer gran encargado de estudiar la hipnosis para la CIA fue Morse Allen, un veterano de Inteligencia Naval especializado en técnicas de lavado de cerebro. Bajo su experta mirada, el Proyecto Bluebird, antes orientado hacia perfeccionar las técnicas de hipnosis, dejó paso al Proyecto Artichoke, que a pesar de la alternancia en la nomenclatura y los procedimientos, mantuvo intacto el mismo objetivo fundamental.

Asesorado por diversos hipnotizadores itinerantes de los Estados Unidos, Morse Allen escribió diversos informes para sus superiores donde detallaba la capacidad de control que las técnicas de hipnosis conferían sobre la atención y la voluntad de los sujetos sometidos a trance. El objetivo era doble: poder practicar dichas técnicas con el enemigo, al tiempo que el enemigo las practicara con los hombres del propio bando. Entonces la CIA decidió comenzar a investigar técnicas de hipnosis con sus propios soldados, justo antes de pasar a poner en marcha experimentos con población civil.

De todo lo que ha sido desclasificado en lo relativo a MK-Ultra (Mind Kontrol Ultra), lo más llamativo es un programa derivado de este, llamado Artichoke, por el que, a través del uso de drogas (mescalina, ácido, LSD), se pretendía programar mentalmente a asesinos para que actuaran contra su voluntad, como en estado de trance.

Se ha especulado con la posibilidad de que algunos célebres asesinos de la Historia de los Estados Unidos, tales como Theodore Kaczynski, Timothy McVeigh o incluso Lee Harvey Oswald formaran parte de una versión “interna” estadounidense de la Operación GLADIO antes implementada en Europa para programar asesinatos y magnicidios mediáticamente encubiertos bajo la falsa apariencia de “lobos solitarios” terroristas. Para lograr esto incluso se podrían haber usado mecanismos electrónicos a distancia, tales como pequeños implantes digitales de control; aunque ese terreno, por naturaleza peliagudo, quizás pertenezca a la ciencia-ficción.

Incluso James Earl Ray, supuesto asesino de Martin Luther King, habló siempre de la ayuda recibida de un tal “Raúl”, encarnación de un “agente” de la CIA que participó en el magnicidio y en los hechos posteriores, y cuya identidad real nunca se ha llegado a confirmar.

El propio Sirhan Sirhan, quien se supone mató a Bob Kennedy con apenas 24 años, confesó más adelante haber atentado contra el candidato a la Presidencia bajo un extraño efecto de “hipnosis” similar al de quien ha consumido drogas; y habló directamente de una relación con el Proyecto MK-Ultra, como ha ocurrido en otros casos posteriores, aunque probablemente ni James Earl Ray ni Sirhan Sirhan, igual que ocurriera antes en el caso de Oswald (modelo imitado una y otra vez en este tipo de atentados), fueron siquiera los tiradores reales en sus respectivos magnicidios.

No pocos investigadores señalan fallas en la versión oficial, como ocurre con otros casos como el del boina verde Timothy McVeigh, responsable del atentado de Oklahoma City el 19 de abril de 1995: testigos que reconocen a más de un tirador y, sobre todo, extrañas pruebas que apuntan a un desvío de la conducta durante la formación militar.

En ese sentido, cabe plantear que la Operación GLADIO en Europa, así como los movimientos de contrainsurgencia en suelo norteamericano dirigidos por miembros de la OSS y la CIA, así como de la John Birch Society, se encuentran plenamente integrados dentro de proyectos más ambiciosos de programación mental que tienen que ver con célebres atentados a importantes figuras del siglo XX, así como con los cada vez más frecuentes casos de “asesinos en serie” desde el caso de la Familia Manson, el Asesino del Zodíaco y El Hijo de Sam en adelante, por no hablar de los tiroteos masivos en escuelas y grandes superficies a manos de supuestos “lobos solitarios”.

En último término, el Proyecto MK-Ultra dejó su lugar al Proyecto Monarch. El nombre de dicho proyecto procede de la “mariposa monarca”: si la mariposa comienza como gusano, evoluciona hasta crisálida y termina por germinar en un estadio final de plenitud, los sujetos sometidos al proyecto del mismo nombre pasarían por un proceso de transformación similar, atravesando distintos estadios antes de germinar.

Algunos célebres asesinos como Sirhan Sirhan o John Hinckley J.R. habrían formado parte de él. También numerosos miembros de la Operación GLADIO tanto en Europa como en el propio suelo americano, bajo operaciones de contrainsurgencia dirigidas por, entre otros, el célebre James Angleton. Según Angleton, sería necesario implementar en tres partes el proceso mental del así llamado Candidato de Manchuria: provocar la hipnosis, generar amnesia y completar una sugestión eficaz para cuando el proceso llegara a su término con el objetivo estipulado por fin cumplido. ¿Creen que todo esto es ficción? Ahora vayan a revisar el perfil de Thomas Matthew Crooks, el chico de apenas 20 años que, sin demasiadas razones, la semana pasada intentó atentar contra Donald Trump en Pensilvania.

El objetivo del Proyecto Monarch sería crear individuos fragmentados cuyas distintas “partes” pudiesen ser “activadas” a conveniencia del hipnotizador. La llave para activar un “álter” u otro en la personalidad dentro del mismo sujeto, un hombre o mujer de edad preferiblemente joven, sería la utilización de un trauma al que previamente habría sido inducido mediante abuso ritual: sería el caso de, por ejemplo, Theodore Kaczynski, al que falsamente se le atribuyen los atentados terroristas del supuesto Unabomber.

Gracias a esa contraseña, al sujeto en cuestión se le podría convertir en un asesino o en un esclavo sexual, en una “mula” o en un ladrón, en un espía o en un dócil siervo, siempre a la voluntad de sus “señores”. El objetivo de todo ello sería obtener un ejército de soldados transformados más allá de sus límites y capaces de ser activados, tanto en tierra extranjera como sobre todo en el propio país, a conveniencia de sus “señores”.

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