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22 Nov 2024
22 Nov 2024
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En pos de los Doce Trabajos

Los doce trabajos, la misión que marca el anhelo de superación que tiene todo ser humano. Una de las temáticas más recurrentes de la historia del arte por su trascendencia

Mosaico de los 12 trabajos de Hércules del Museo Arqueológico Nacional/Infoturia

Son doce los trabajos que nos llevarán al cielo, no podrían ser ni más ni menos. Es el número perfecto que encarna la trascendencia. Simboliza el anhelo de superación del ser humano, que le lleva a acometer empresas tanto circulares como numéricamente perfectas, narrativamente relevantes, y que cierran un ciclo mítico de cumplimiento perfecto. Es el tránsito que lleva al paso al más allá de una manera privilegiada, como semidioses o como figuras directamente divinizadas en fabulosas apoteosis. En nuestro paso por esta realidad tenemos que cumplir una misión cuyo descubrimiento es siempre una ardua tarea.

Los Doce trabajos, vocación, cordura y misión

 

A veces es una señal, un mensaje cifrado o un oráculo que se consulta oportunamente el que nos guía. Por muy engañoso que sea, como en el caso de Edipo, la profecía nos llevará a la vocación. Es importante seguir una interpretación cabal que nos permita afrontar una misión coherente, responder sagazmente una pregunta –como en el caso de Edipo–, plantearla oportunamente –como en el de Perceval–, matar al líder principal del ejército enemigo –como Aquiles–, fundar una nueva patria en la tierra de promisión –como Eneas–, rescatar un alma perdida o un objeto mágico –como Orfeo o Jasón– o simplemente regresar a casa para contarlo –como Ulises–. Entre la nómina de los héroes que han buscado su misión en las oscuridades de los oráculos, en los mensajes o en las intuiciones más o menos oscuras de la narrativa patrimonial –y más o menos acertadas en sus ambiguas interpretaciones– se encuentra nuestro Hércules, que dio muchos tumbos hasta encontrar lo que sería su ciclo principal: los famosos Doce Trabajos.

El ciclo remonta su origen a su horrendo pecado, el que causó la envidia de Hera. Al infundirle la locura homicida, la diosa causó que el héroe matara a sus propios hijos, habidos con Megara. Luego Hércules recibió instrucciones certeras de los dioses a través de los oráculos para purificar su terrible falta: debía ponerse al servicio de un personaje turbio y bastante siniestro, el rey Euristeo, a la sazón su primo, al que había cabido el honor de ser designado rey de Argos. Aunque este privilegio estaba en principio reservado para el propio Hércules, una astuta estratagema de Hera –una vez más– le había privado al héroe Hércules del trono real.  Eso, combinado con la falta que debía expiar, causó que tuviera que afrontar los famosos trabajos (erga en griego) que en el número perfecto y simbólico de 12, número astronómico y astrológico, del calendario, de las divinidades y de muchas más cosas, aluden a la perfección divina de los cielos, del Olimpo y de los calendarios agrícolas de diversos pueblos.

El arte y los Doce trabajos: Una relación idílica

Los Doce Trabajos simbolizaban una suerte de expiación total de la falta de Hércules, pero también una superación de su condición humana: su compleción no solo le iba a llevar a conseguir fama imperecedera sino algo mucho más importante, una perdurabilidad cuasidivina. Los Doce trabajos de Hércules se encuentran quizá entre los motivos mitológicos predilectos en las artes plásticas de todos los tiempos. Abundan las recreaciones pictóricas o escultóricas, y en muy diversos soportes, de estos trabajos, de los que tenemos un magnífico ejemplo en un mosaico del Museo Arqueológico Nacional (Madrid).

Aparte de las representaciones iconográficas, esos Doce Trabajos han sido evocados, alegorizados, recreados, y renovados sin término en muy diversas versiones e interpretaciones por parte de la filosofía –ya desde los sofistas en la antigüedad–, de la teología –especialmente la cristiana, pero también en otras religiones–, la literatura en sus más diversas manifestaciones –hasta llegar a Hercule Poirot y sus Trabajos, en las novelas de detectives de Agatha Christie–, o en las artes escénicas, el cine o la música –en óperas y teatro, en el cine, hasta el no muy afortunado Hércules de Disney, o en cómic, con el mucho más simpático remedo de Astérix y sus Doce Pruebas. Hay que abrir por tanto un espacio preferente para todo lo que constituye la gran hazaña de Heracles, sus trabajos principales (ta erga en griego) frente a los trabajos accesorios o incidentales (ta parerga en griego), que también serán comentados en estas páginas.

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