En una de las finales más parejas de la historia de los Juegos Olímpicos, Noah Lyles se coronó como el hombre más rápido del mundo. El estadounidense marcó 9.79 segundos, el mismo tiempo que Kishane Thompson hasta las centésimas, pero cinco unidades menos cuando se contabilizaron las milésimas. Fue necesario recurrir al ‘foto finish’ para determinar al ganador.
Dado lo ajustada de la definición, ambos corredores se quedaron mirando las pantallas a la espera del resultado oficial. Y pese a que en la imagen se ve que el jamaiquino es el primero en cruzar la línea con el pie, lo que determina al ganador es el pecho y allí el de Lyles fue más rápido. Fred Kerley completó el podio con un tiempo de 9.81 por delante del sudafricano Akani Simbine (9.82) y el italiano Marcel Jacobs (9.85), campeón en Tokyo 2020.
De esta forma, Estados Unidos recupera el trono que no ostentaban desde el oro de Justin Gatlin en Atenas 2004.
Una historia de superación personal
La alegría que mostró Lyles esta noche en el Stade de France contrastan con los momentos sombríos que debió atravesar no mucho tiempo atrás. Él mismo reveló haber tomado antidepresivos allá por 2020 y haber hecho terapia para salir a flote. Sin buscarlo, se convirtió en un activista a favor de la salud mental cuando el tema comenzó a tener un lugar mas preponderante de la mano de otros deportistas como Simone Biles o Naomi Osaka.
“He demostrado que puedo sumergirme en una tormenta de pensamientos oscuros y salir de ella”, admitía el nacido en Florida hace 27 años. Más atrás en el tiempo, también debió atravesar problemas respiratorios que casi lo alejan definitivamente del deporte, trastorno por déficit de atención y dislexia.
«Fueron muchas noches en el hospital, sin dormir, con el respirador, tomando medicamentos. Fue un largo período, pensé que nunca me iba a recuperar«, confesó.
«Los deportes definitivamente estaban fuera de discusión, no podía hacerlos»
Noah Lyles
«Me hicieron estudios del sueño para descubrir si había formas en las que pudiera descansar. Recuerdo el ladrido de mi perro por toda la casa, él sabía que estaba enfermo. Los deportes definitivamente estaban fuera de discusión, no podía hacerlos. Fue un largo período en el que pensé que no iba a recuperarme. Pasé una cirugía para que me extirparan las amígdalas porque me estaban haciendo daño. Y ahora, miren, dónde estoy”.
