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11 Sep 2024
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Maxxxine (2024): Un homenaje de Ti West al grindhouse

Un auténtico grindhouse que hará las delicias de Quentin Tarantino o de Robert Rodríguez y que nos lleva de vuelta a una forma de hacer cine que parecía estrangulada por culpa de lo políticamente correcto y sus estúpidas normas

El cine es una gigantesca espiral en eterno retorno de lo mismo. Sus imágenes giran por el tiempo desde antes incluso del propio comienzo del cine: desde el principio de los tiempos. El cine es el origen y la summa del imaginario occidental; y, por lo tanto, en el propio origen del cine es que encontramos la imagen que alimentará a todas las imágenes. El problema de todo esto reside, sin embargo, en la terrible certeza que los hombres del siglo XXI extraemos de lo anterior: vivimos en una época de agotamiento; y en esta época de agotamiento apenas nos es permitido soñar con nuevas imágenes que nos ayuden a alumbrar la verdad, tan enterrados como en efecto lo estamos en un mundo compuesto enteramente de tinieblas.

El sello A24 ha producido algunas de las mejores películas del siglo, tales como Hereditary (2018), Under the silver lake (2018) o Annihilation (2018); y en los últimos años ha querido ampliar la exitosa estela de jóvenes promesas del cine como Robert Eggers apostando por nuevos y valientes directores que se atreven con propuestas cinéfagas y romperoras. Es el caso de Ti West, quien con poco más de 40 años se ha hecho un nombre dentro de la industria por su contribución al género de terror, especialmente gracias a la trilogía compuesta por X (2022), Pearl (2023) y la recientemente estrenada Maxxxine (2024).

La trilogía de Ti West levanta pasiones y odios a partes iguales, pero en general la crítica tiende más a la alabanza que al exabrupto cuando se trata de puntuar la obra del cineasta estadounidense. A mí me parece que se trata de una obra sobrevalorada y, sobre todo, injustificada (como pronto veremos) y además aupada por el gafapastismo más incruento que convirtió todo aquello que era espontáneo en la primera entrega de la trilogía en algo excesivamente pretencioso e intelectual en la segunda película de la tanda. La tercera parte que, como las anteriores, se puede ver de forma independiente y es auto-conclusiva, viene un poco a pacificar las cosas… Y justamente por eso es que quizás se trate de la película más ambiciosa de la saga.

Para este cierre de la trilogía, que no explica para nada la necesidad de hacer tres películas encadenadas, la trama sigue los pasos de la actriz de cine de adultos Maxine Minx, reconvertida, tras su paso por el rancho de la muerte en el que transcurren las dos primeras cintas de la trilogía, a incipiente estrella de Hollywood. Ti West decide contarnos muchas cosas, quizás demasiadas, empezando por la historia de un asesino en serie, un auténtico killer a modo de cazador de mujeres, en una cinta hermanada con el Planet Terror (2007) y Death Proof (2007): se trata, a pesar del inevitable tufillo gafapasta tan del gusto de las nuevas generaciones de espectadores al género de terror, de un homenaje grindhouse a la explotation–fiction más freak, más weird y más hard-boiled que se pueda concebir.

La película nos cuenta, en medio de homenajes a clásicos como Psicosis (1960) o Chinatown (1974), la historia de como se realiza otra película, titulada La puritana II, un slasher con ínfulas en el que Maxine debutará como actriz de películas; pero nada será sencillo en este camino: los crímenes de la granja narrados en X, los sueños truncados narrados en Pearl, la trama policiaca en curso y la ambivalencia en torno a Hollywood (¿promueve la libertad o la maldad?) harán que las pruebas a superar sean gigantescas… Y requieran del sacrificio de no pocas vidas humanas.

Todo ello compone la cara B de Hollywood, su rostro más abiertamente despiadado y malvado. Es lo que nos quiere recordar West evocando la historia real de la Dalia Negra (una obsesión de David Lynch, por cierto, muy perceptible en su gran trilogía sobre Hollywood: Lost Highway, Mulholland Drive, Inland Empire), gracias a cuya leyenda Betty Short pudo pasar a la posteridad, como se nos dice en la película, porque en Hollywood es mejor que te conozcan por ser víctima de un crimen que acabar perdido en el anonimato. El filme resulta mucho más lúdico que su plúmbeo y cargante predecesor, y por eso mismo resulta también mucho mejor, ya desde los fabulosos títulos de crédito iniciales, donde percibimos una mirada-homenaje al cine de los años 80 puesta en conjunción con la ausencia total de pretensiones más allá de la pura referencialidad cinéfila que se retroalimenta en un ejercicio delicioso de voyerismo obsesivo.

Un auténtico grindhouse

El resultado final es, por medio de grandes planos secuencia, una variedad enorme de formatos, y una estética y una banda sonora cuidadas, un auténtico grindhouse que hará las delicias de Quentin Tarantino o de Robert Rodríguez y que nos lleva de vuelta a una forma de hacer cine que parecía estrangulada por culpa de lo políticamente correcto y sus estúpidas normas. Quizás la trama sea excesiva y en ese exceso caótico se encuentre también el mayor lastre de la película, tal y como atestigua su desmesurado elenco, protagonizado por Mia Goth, Elizabeth Debicki, Michelle Monaghan, Bobby Cannavale, Lily Collins, Giancarlo Esposito y Kevin Bacon.

A pesar de sus homenajes al giallo italiano y a la serie B norteamericana, de una mirada donde están presentes Carpenter, De Palma, Schrader y Tarantino, entre otros, a Ti West le sucede con Maxxxine (2024) lo mismo que ya le ocurrió a otro joven cineasta sobrevalorado como Damien Chazelle hará cosa de un par años con Babylon (2022): que se pierde en la referencia “erudita” y se muestra incapaz de contar bien y sin demasiados excesos innecesarios una historia propia.

Así es que esa tendencia maximalista que en los 70 encumbró a Scorsese y Coppola es ahora, por agravio comparativo, lo mismo que pierde a las nuevas generaciones de cineastas academicistas y culturetas que parecen querer cantar una elegía por Hollywood al tiempo que divulgar sus trapos más oscuros sin por ello decidirse a contar una simple narración que funcione. Esa es la mayor virtud y la peor perdición de toda la trilogía de Ti West y, más concretamente, del final de esta: Maxxxine parece evocar el cine de otro tiempo sin ser capaz de igualar a sus modelos ni de decir nada nuevo.

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