A estas alturas, es indiscutible que Francis Ford Coppola ha sido una de las figuras más influyentes en la historia del cine. Algunas de sus películas ocupan un lugar destacado en la cinematografía mundial. Podemos mencionar El Padrino, una de las mejores trilogías de la historia; Apocalypse Now, considerada una de las grandes películas bélicas; Drácula de Bram Stoker, una joya cinematográfica; o su entrañable Jack con Robin Williams. También podemos viajar más atrás en el tiempo con la aclamada La Ley de la Calle, entre muchas otras obras que han dejado una huella indeleble en la industria.
Coppola se ha ganado el respeto de la industria, ya que pocos directores alcanzan la cúspide del cine de la manera en que lo hace él. Sin embargo, es cierto que en su etapa más reciente, particularmente en este siglo XXI, su nivel ha disminuido en comparación con su obra pasada. Muchos creen que los directores suelen tener su máximo esplendor en determinadas etapas de sus carreras, y mantener un alto nivel a medida que pasan los años y la industria evoluciona es sumamente difícil. Un ejemplo de filmografía consistente es la de Martin Scorsese, y otro es Steven Spielberg, quien ha mantenido un nivel sobresaliente a lo largo de su extensa carrera. Lamentablemente, este no es el caso de Coppola, quien tuvo una etapa histórica entre 1969 y 2001, durante la cual la mayoría de su filmografía fue sobresaliente.
Quiero reivindicar también su película de 2007, El hombre sin edad, que, aunque fue criticada, es una obra valiosa y diferente. Desde aproximadamente 1980, Coppola soñó con realizar el proyecto de su vida, una película que consideraba la más importante de su carrera, titulada Megalópolis.
Este proyecto iba a comenzar a rodarse en 2001-2002, pero la tragedia del 11-S obligó a cancelar la producción, que quedó en suspenso indefinidamente. A lo largo de los años, Coppola se dedicó a otros proyectos, pero nunca dejó de trabajar en el guion de Megalópolis ni de buscar financiación. Sin embargo, el tiempo pasaba y nadie se interesaba en el proyecto. Finalmente, se vio obligado a vender parte de sus viñedos, una de sus inversiones, y destinó una gran parte de su fortuna, aproximadamente 120 millones de dólares, para financiar la película.
A partir de 2021, Coppola pudo finalmente cumplir su sueño y comenzó el rodaje de Megalópolis, que, tras más de 40 años en desarrollo, se estrenará en 2024.
Entonces, ¿qué sucedió? ¿Fue el éxito que esperaba? ¿Es una buena película? ¿Valió la pena tanto tiempo de espera?
¿Era Megalópolis lo que se esperaba?
Para empezar con una mala noticia, aunque ya se veía venir, Megalópolis se perfila como uno de los mayores fracasos de taquilla de la última década. La película ha recaudado poco más de 10 millones de dólares a nivel mundial, a pesar de contar con un presupuesto que se multiplica por doce. Desde su presentación en el Festival de Cannes, ha arrastrado críticas nefastas, siendo considerada una decepción y una locura sin sentido por muchos medios y críticos. Esto es sorprendente, dado lo que se esperaba del proyecto, y se siente como una auténtica tragedia.
Lamentablemente, gran parte del público tampoco ha quedado convencida. La calificación de la audiencia en las principales páginas de reseñas lo refleja. Sin embargo, hay un pequeño sector que defiende la película, argumentando que, aunque ahora sea castigada, con el tiempo podría convertirse en una obra de culto. El tiempo lo dirá, pero tengo mis reservas al respecto.
Con todo el dolor del mundo, después de haber visto la película, debo afirmar que fue una enorme decepción en comparación con mis expectativas. No me atrevería a calificarla como una película horrible o un desastre sin precedentes, sino que me posiciono en un lugar intermedio: es un fiasco decepcionante que presenta ideas brillantes y momentos geniales, pero que, en general, es un desastre en su ejecución y forma, dejando más preguntas que respuestas. He notado en exceso las reescrituras que sufrió el guion, ya que su mayor problema radica en el desorden narrativo y en la confusión con los personajes y sus diálogos.
Contar de qué trata la película resulta complicado, pero en esencia, se centra en un arquitecto que intenta reconstruir Nueva York como una utopía después de un desastre devastador. La obra cinematográfica mezcla tiempos modernos con toques futuristas, a la vez que se inspira estéticamente en la antigua Roma. Es una idea con un gran potencial. A lo largo del film, nos embarcamos en un viaje muy experimental: visualmente, la película es impresionante y el vestuario está bien logrado. Sin embargo, a medida que avanza, la narrativa se vuelve confusa y mal explicada. A pesar de ello, se mantiene entretenida en ciertos momentos y cuenta con algunas escenas interesantes que mantienen la atención del espectador.
Desafortunadamente, esta experiencia resulta frustrante, ya que lo que podría haber sido una obra destacada se convierte en una ejecución defectuosa de ideas prometedoras. Es una pena, sobre todo porque el reparto es estelar. Contamos con Adam Driver como protagonista, junto a grandes actores como Giancarlo Esposito, Jon Voight, Aubrey Plaza, Dustin Hoffman y Laurence Fishburne. Sin embargo, la mayoría del elenco queda desaprovechado, a excepción de Driver, cuyo desarrollo como protagonista es confuso y decepcionante.
Creo que Megalópolis no se estrenó en el momento adecuado, ni con el guion adecuado. Sin embargo, al menos Coppola logró cumplir su sueño, y eso es algo de lo que podrá sentirse orgulloso hasta el fin de sus días. Aunque la película decepcione, siempre hay que darle una oportunidad a las ideas brillantes, aunque en su conjunto, esta obra resulta un batacazo inexplicable.