Yoel Meilán: Buenos Días, David. Muchas gracias por concedernos esta entrevista en la que vamos a comentar un poco sobre tu nuevo libro y acercarnos al mundo de la divulgación histórica, en este caso del mundo clásico. Tu último libro es «100 fragmentos del mundo clásico». ¿Podrías definirlo de una forma sencilla?
David Hernández: Lo que he intentado en este libro es confeccionar una especie de mosaico para acercarnos al mundo clásico con dos líneas: mito e historia. Es un mosaico de piezas diferentes, de teselas que reúnen figuras emblemáticas. Por ejemplo, César, Alejandro Magno, Hipatia, Zenobia, ciudades magníficas del mundo antiguo como Cartago, Palmira, Troya, filósofos y filosofías.
La idea es que el fragmento puede componer algo mucho más grande y cómo podemos conocer ese algo mucho más grande e inabarcable, que es el mundo clásico, a través de pequeñas figuras y piezas. Son piezas de duración muy breve, algunas más amplias, y tienen como objetivo subrayar la familiaridad que tenemos con el mundo clásico.
Esa historia que nos es tan conocida de griegos y romanos todavía nos sigue interesando, y de hecho encontramos motivos y patrones de comportamiento que aún seguimos utilizando.
Yoel Meilán: Me gustaría preguntarte si nos puedes mencionar un fragmento particularmente divertido y uno particularmente dramático.
David Hernández: Bueno, esto de los fragmentos es un poco un homenaje a las listas de la antigüedad. Los bibliotecarios de Alejandría eran muy dados a realizar esta serie de catálogos. Fíjate, este año cumplo 50, con lo cual me parecía una cifra redonda.
En cuanto a la tragedia, hay muchas, pero quizás la más significativa es Pompeya. Hace poco atestiguamos una tragedia terrible en Valencia, una terrible riada. La naturaleza a veces se desboca y sabemos que es muy cruel. En la historia, uno de los episodios más dramáticos es Pompeya, una ciudad sumergida en la lava del Vesubio. Se habla de la ciudad y de algunas de sus víctimas más ilustres.
En cuanto a lo más cómico, tenemos anécdotas de filósofos que siempre dan mucho juego. Ya sabemos de Diógenes y su barril, de Alejandro y Diógenes. Tenemos todo este mundo de las vidas de filósofos que a veces con la anécdota, el chiste, la humorada, define muy bien la filosofía.
Pensemos en Alejandro, el hombre más poderoso del mundo frente a Diógenes, que es el más humilde, y cómo uno supera al otro. Tenemos otro par muy curioso que son Epicteto y Marco Aurelio. Marco Aurelio es el emperador estoico y Epicteto el gran maestro estoico que fue esclavo. También un hombre muy poderoso, el gran emperador que aprende del esclavo.
Yoel Meilán: ¿Nos podrías definir un poco cuáles son las claves para una buena divulgación en este caso?
David Hernández: En la educación es muy necesaria. En francés se dice vulgarización, que tiene también un significado un poco peyorativo. A veces el vulgo, lo vulgar… Divulgar también viene del latín vulgus. Por tanto, entre algunos colegas de la Universidad tiene mala fama. Lo mejor es hacer ciencia, artículos académicos muy sesudos, muy eruditos.
Pero yo creo que, como decía Ortega, la misión de la Universidad es muy amplia. No solo tenemos que hacer investigación pura, que es muy necesaria. Todos los profesores tenemos que estar ahí para que avance la ciencia. Tenemos que enseñar, obviamente enseñar profesión es enseñar a la gente joven, pero también tenemos que divulgar en el sentido de transferencia, es decir, cómo tenemos que transmitir, transferir nuestros resultados de investigación y de docencia a la sociedad en general
Yoel Meilán: También veo una conexión con tu otro libro, Breve historia mítica de España, en el sentido de que tomas elementos específicos para construir un relato más amplio. Desde hace tiempo te dedicas a la divulgación. ¿Podrías definir las claves para una buena divulgación, especialmente en el ámbito de la historia?
David Hernández de la Fuente: Sin duda, la divulgación es un arte en sí misma. En mi opinión, el primer paso para ser un buen divulgador es tener un dominio profundo del tema. Pero, además de eso, necesitas la capacidad de traducir ese conocimiento especializado a un lenguaje comprensible y atractivo para un público más amplio. Creo firmemente que el conocimiento no debe quedarse en las torres de marfil de la academia; debemos hacerlo accesible. Por eso, la divulgación es, en esencia, un acto de generosidad intelectual. Es compartir aquello que hemos aprendido, con rigor, pero también con pasión y claridad.
En países anglosajones, como mencionaba antes, la figura del académico-divulgador está mucho más integrada en la cultura. Es normal que profesores universitarios escriban libros de divulgación que se convierten en bestsellers porque saben cómo conectar con el público. En España, aún tenemos un camino por recorrer en ese sentido, pero estoy convencido de que cada vez más historiadores están entendiendo la importancia de hacer llegar su trabajo al gran público. No se trata solo de simplificar, sino de inspirar y despertar curiosidad en las personas, para que quieran seguir aprendiendo por su cuenta.
Yoel Meilán: Últimamente, han surgido algunas polémicas con ciertos divulgadores, como Javier Santamarta, que han recibido críticas por no ser historiadores puramente académicos ¿Crees que es necesario tener una formación académica específica para poder divulgar con rigor?
David Hernández de la Fuente: Es una cuestión interesante y compleja. Creo que, si bien es cierto que un conocimiento especializado aporta un valor añadido a la divulgación, no debería ser un requisito absoluto para compartir saberes. Existen grandes divulgadores que no provienen del ámbito académico, como el caso de Stefan Zweig, cuyas biografías siguen siendo un referente. La clave es que, independientemente de la formación, se debe mantener un rigor y un respeto por las fuentes. Dicho esto, es cierto que quienes hemos dedicado años a estudiar un tema en profundidad podemos ofrecer una perspectiva más matizada. Pero eso no significa que otros, con pasión y dedicación, no puedan contribuir de manera valiosa al conocimiento público.
Lo que me parece crucial es que haya un esfuerzo consciente por verificar la información, citar fuentes fidedignas y no caer en simplificaciones excesivas que distorsionen la realidad histórica.
Yoel Meilán: La divulgación, como mencionas, puede despertar el interés por aprender más. ¿Qué consejo le darías a alguien que quiera iniciarse en la divulgación histórica?
David Hernández de la Fuente: El consejo más importante que puedo dar es que nunca se debe perder de vista el rigor. La divulgación no significa simplificación a costa de la precisión. Así que, mi primer consejo sería que estudien mucho, que vayan a las fuentes originales, que se sumerjan en los textos clásicos y que no se conformen solo con lo que otros han escrito sobre esos temas. Solo con un conocimiento sólido se puede tener la autoridad para comunicar de manera efectiva.
Al mismo tiempo, hay que aprender a narrar. La historia es, en esencia, un conjunto de relatos y, para que estos relatos capturen la atención de un público moderno, es necesario un cierto arte narrativo. Así que recomendaría a quienes quieran dedicarse a la divulgación que estudien también técnicas de escritura creativa, que aprendan de los grandes narradores, no solo de los historiadores. Y, por supuesto, es importante estar siempre en diálogo con el público, escuchando sus preguntas y preocupaciones. Eso enriquece mucho el proceso de divulgación, ya que permite conectar de una manera más directa con lo que realmente interesa y mueve a las personas.
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