El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha decidido no reconocer el próximo mandato de Nicolás Maduro en Venezuela a partir del 10 de enero. Esta decisión ha generado impacto en la política latinoamericana, especialmente en los BRICS, bloque económico que representa una vía de salvación para el régimen venezolano en su búsqueda desesperada por capital y apoyo internacional.
El “portazo” de Brasil a Maduro es el reflejo de un cambio fundamental en la postura de Lula, quien había sido, hasta ahora, un aliado histórico del chavismo. En los años dorados de esta alianza, Brasil se convirtió en uno de los principales proveedores de bienes esenciales para Venezuela y firmó millonarios contratos con el gobierno de Hugo Chávez. Pero hoy, ni los lazos de antaño ni las oportunidades comerciales parecen suficientes para que Lula mantenga su apoyo al cuestionado mandatario venezolano.
Las elecciones de julio y el creciente aislamiento
La reciente elección del 28 de julio en Venezuela, que otorgó una polémica victoria a Maduro y cuestionamientos en toda la región. La falta de transparencia en los comicios y la negativa de Maduro a presentar actas electorales han llevado a la comunidad internacional a no reconocer su gobierno. Países como España, Colombia y ahora Brasil han expresado su preocupación y le han solicitado garantías claras y verificables. La exigencia, sin embargo, ha sido ignorada por el mandatario venezolano.
Para el régimen chavista, la respuesta de Brasil marca una derrota estratégica, ya que esperaba encontrar en los BRICS una fuente de financiamiento y apoyo político. Esta semana, en la cumbre de Kazán, Maduro asistió personalmente para presionar por la entrada de Venezuela en el grupo, una jugada que incluyó a su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, y al canciller Yván Gil. Pero la negativa de Brasil fue clara . El embajador Eduardo Paes Saboia, bajo la dirección del Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño (Itamaraty), ratificó que el veto se mantendrá.
Desde Venezuela, la Cancillería chavista emitió un comunicado calificando la decisión de Brasil como una “agresión” y un “acto hostil”, acusando a Itamaraty de “reproducir el odio, la exclusión y la intolerancia” promovidos por Occidente. No obstante, en una señal de cautela, el gobierno de Maduro evitó señalar directamente a Lula y centró sus críticas en el canciller brasileño, como si Brasil operara bajo una política exterior independiente de su presidente.
La quiebra de una relación histórica
Lula, quien había sido cercano a Hugo Chávez y sostuvo una relación económica fructífera con Venezuela, parece estar optando por un distanciamiento calculado. A nivel político, la alianza con Maduro ha pasado a ser una carga para el Partido de los Trabajadores , que ve cómo el electorado brasileño se inclina hacia posturas más conservadoras y de derecha. La creciente popularidad de Jair Bolsonaro es un factor que Lula y el PT no pueden ignorar, y el respaldo a un líder internacional tan polémico como Maduro podría perjudicar su imagen en casa.
El ingreso de Venezuela al bloque de los BRICS era visto por el chavismo como una tabla de salvación. De haber sido admitida, Venezuela habría podido acceder al Nuevo Banco de Desarrollo, entidad creada en 2014 y que cuenta con un capital inicial de 50 mil millones de dólares. Sin embargo, la situación financiera de Venezuela es crítica: con una deuda externa superior a los 165 mil millones de dólares y sanciones internacionales que le impiden obtener fondos del FMI, el Banco Mundial y el BID, el país no cuenta con el capital necesario para participar en el bloque. Incluso ya tiene deudas impagas en otras organizaciones, según fuentes diplomáticas.
En la cumbre de los BRICS, Maduro defendió la necesidad de acelerar la consolidación del banco del bloque para ayudar a los países del sur a acceder a inversiones, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. La presidencia del banco, actualmente en manos de la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, podría haber sido un puente para Venezuela, pero ni siquiera la intervención de Rousseff logró inclinar la balanza a favor del chavismo.
Por ahora, se prevé que Rousseff continúe en el cargo, a pesar de que la rotación en la presidencia del banco favorecería a Rusia en 2025. Sin embargo, el presidente ruso Vladimir Putin ha mostrado su preferencia porque Rousseff permanezca en la posición, especialmente dado el contexto de la guerra en Ucrania.
A nivel doméstico el chavismo , enfrenta una crisis económica mas agravada , con una industria petrolera debilitada y dependiente de una PDVSA marcada por la corrupción y la mala gestión. Cinco de sus expresidentes enfrentan acusaciones judiciales, y el más reciente fue detenido la semana pasada.
Internacionalmente, el veto en los BRICS supone un golpe devastador para sus aspiraciones de obtener financiamiento alternativo. Además, los aliados tradicionales de Venezuela están reevaluando su apoyo. Incluso España, que en algún momento respaldó al régimen chavista, ha comenzado a adoptar una postura crítica, como lo demostró recientemente la aprobación de la ruptura de relaciones por parte de la Asamblea Nacional chavista. No obstante, Maduro parece haber reconsiderado esta ruptura en un intento por mantener los pocos apoyos que le quedan.