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El jueves, Gabriel Attal, de 35 años, cedió las riendas del Palacio de Matignon a Michel Barnier, de 73, marcando el relevo entre el primer ministro más joven y el más veterano de la V República. Esta escena simbolizó no solo el fin de 51 días de incertidumbre política, sino también el fracaso en la ambición de Emmanuel Macron de transformar la política francesa desde su llegada al poder en 2017. Barnier, un veterano de la política con 51 años de experiencia, asume el puesto en un escenario que refleja los retos de contener el avance de la derecha radical.
El silencio estratégico de Le Pen
A pesar de su derrota, Marine Le Pen optó por mantenerse en silencio mientras el escenario político se desarrollaba. Sin necesidad de grandes movimientos, sus 126 diputados y los 11 millones de votos obtenidos le permitieron esperar a que Macron fallara en su intento de unir a la izquierda. Así, Le Pen se consolidó como una figura decisiva en la estabilidad del nuevo gobierno, demostrando que su influencia en la política francesa nunca había sido mayor.
El reto del nuevo Ejecutivo y la deuda creciente
El futuro de Macron, cuyo mandato expira en 2027, está en manos de Michel Barnier, quien deberá formar un gobierno que integre distintas sensibilidades políticas. Barnier se enfrenta a una situación económica delicada, con un déficit previsto del 6,2% del PIB en 2025, y una creciente presión social. Las fuerzas de izquierda ya han convocado manifestaciones bajo el lema: “Censura, movilización, destitución”, lo que podría intensificar las tensiones en las próximas semanas.
Consciente del delicado contexto político, reconoció desde el primer momento la gravedad de la situación en Francia. Su éxito dependerá de su capacidad para gestionar las relaciones con todos los actores políticos, especialmente con La Francia Insumisa y el Reagrupamiento Nacional de Le Pen, que ahora tiene en sus manos la estabilidad del Ejecutivo.
Las prioridades del nuevo primer ministro
En su discurso inicial, mostró apertura recordando los consejos de su madre, destacando la importancia de no ser sectario. También dejó claro que su gobierno dará prioridad a temas sensibles como la seguridad y la inmigración, dos asuntos clave para la ultraderecha. Además, subrayó la necesidad de atender el descontento ciudadano, tanto en las ciudades como en las zonas rurales.
Michel Barnier, conocido por su papel en las negociaciones del Brexit, afronta ahora el reto de estabilizar el Gobierno francés. Consciente de la presión de Le Pen y sus 126 diputados, anticipó que habrá “cambios y rupturas” en su hoja de ruta, reflejando la necesidad de responder a las demandas de una ciudadanía cada vez más polarizada y desencantada con la política tradicional.