Ubicada a unos 7 kilómetros al norte de Bangkok, a lo largo del río Chao Phraya en la provincia de Nonthaburi, esta penitenciaría alberga a condenados a muerte y a aquellos sentenciados a largas penas, principalmente por delitos relacionados con el tráfico de drogas.
Condiciones infrahumanas
Apodada irónicamente como ‘el Hilton’ debido a una miniserie australiana del mismo nombre, las condiciones en Bang Kwang son todo menos lujosas. Las celdas, de apenas 4 metros cuadrados, alojan de 8 a 10 reclusos, y la prisión es conocida por los internos como «el gran tigre», en alusión a su ferocidad.
Torturas, corrupción y abusos de poder
Relatos de experiencias traumáticas dentro de estas paredes han sido documentados en libros y documentales, describiendo torturas, abuso de poder y corrupción por parte de los guardias. A pesar de las denuncias y las promesas incumplidas de mejorar las condiciones por parte de las autoridades, Bang Kwang permanece en la mira de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional.
“Nada más plantar un pie, me pusieron cadenas. No las que se ven en la televisión, estas pesan cuatro kilos y fueron aplastadas a mis tobillos por los oficiales a martillazos«, narró Colin Martin en su libro autobiográfico.
Una prisión sobrepoblada
La sobrepoblación es un problema crónico en esta prisión, diseñada originalmente para 3,500 reclusos pero que actualmente alberga a más de 8,000. La atención médica es deficiente, con los internos teniendo derecho a solo una ducha al mes y enfrentando problemas de salud debido a la falta de higiene y la calidad de los alimentos. La tasa de mortalidad es alarmante, alcanzando el 25% después de dos años, con reclusos falleciendo por desnutrición, enfermedades y violencia.
Muertes dentro del centro penitenciario
Los relatos de muertes violentas y misteriosas abundan, y la falta de recursos y cuidados médicos adecuados agrava aún más la situación. A pesar de la vigilancia constante, con cámaras web instaladas en toda la prisión y una vigilancia intensiva sobre los condenados a muerte, Bang Kwang sigue siendo un lugar donde la supervivencia diaria es una lucha.
“La tasa de mortalidad está en un 25% al superar los dos años. Los reclusos mueren por desnutrición, enfermedades y violencia«, aseguraba en agosto pasado en Cuatro el analista Fernando Cocho.