El 3 de octubre de 2017, apenas 48 horas después del referéndum ilegal del 1 de octubre, el Rey Felipe VI pronunció el discurso más político de su reinado, destinado a frenar la escalada del «procés» independentista en Cataluña. Este discurso, transmitido en televisión a las 21:00 horas, se produjo en un contexto de máxima tensión política y social, con el Govern catalán, presidido por Carles Puigdemont, desafiando la legalidad en la democracia española.
Justificación del discurso
El artículo 56 de la Constitución Española establece que el Rey es símbolo de la unidad y permanencia del país, y le atribuye el papel de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. En este marco, la intervención del Rey Felipe VI resultó oportuna y necesaria. El Monarca comenzó su discurso alertando sobre la gravedad del momento para la democracia española, dirigiéndose directamente a todos los españoles.
El discurso fue breve pero directo. Felipe VI denunció que «determinadas autoridades de Cataluña», en referencia al Govern liderado por Puigdemont, habían incumplido la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña de manera «reiterada, consciente y deliberada». Definió la actitud del Govern como una «deslealtad inadmisible» hacia los poderes del Estado, subrayando la vulneración sistemática de las «normas aprobadas legal y legítimamente».
El Rey señaló que las acciones del Govern quebrantaron los principios democráticos y socavaron la armonía y convivencia en la sociedad catalana, llevándola a una fractura y enfrentamiento interno. Además, advirtió que la «conducta irresponsable» del Govern podía poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España. Esta advertencia se materializó en las consecuencias económicas del «procés»: más de 8,000 empresas se trasladaron fuera de Cataluña, la Comunidad de Madrid superó a Cataluña en PIB desde 2018, y la brecha en el PIB per cápita entre ambas regiones continúa ampliándose.
Inicialmente, los líderes independentistas minimizaron los efectos económicos de su agenda. Sin embargo, con el tiempo, comenzaron a preocuparse más por estos efectos, llegando incluso a considerar reformas legales para obligar a las empresas a regresar a Cataluña.
El mismo día del discurso del Rey, el movimiento independentista había paralizado Barcelona con una huelga masiva, en un intento por mostrar un apoyo popular abrumador a su causa. Sin embargo, el separatismo nunca logró una mayoría social clara, ni en las elecciones autonómicas de 2015 ni en las de 2017, cuando el «procés» estaba en su apogeo.
En medio de este clima de fractura y división, el Rey Felipe VI quiso enviar un mensaje de apoyo a los catalanes que estaban viviendo con «mucha preocupación y gran inquietud» la conducta del Govern. Aseguró que no estaban solos y que contaban con la solidaridad del resto de los españoles y la garantía del Estado de derecho en la defensa de sus libertades y derechos.
El Monarca también alentó a los poderes del Estado a actuar conforme a la ley para restablecer el orden en Cataluña. Subrayó que el Estado democrático ofrecía vías constitucionales para que cualquier persona pudiera defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Concluyó su discurso recordando el firme compromiso de la Corona con la Constitución, la democracia, la unidad y la permanencia de España.
Reacción del Govern
A pesar de la intervención del Rey, los líderes independentistas no se detuvieron. El 27 de octubre, el Parlament catalán declaró unilateralmente la independencia de Cataluña, aunque esta declaración no tuvo efectos prácticos , reflejando la fractura y el debilitamiento del movimiento independentista. Puigdemont, un día después del discurso del Rey, rechazó públicamente el mensaje, señalando que Felipe VI había decepcionado a muchos catalanes que le apreciaban.
