Yo comprendo, como cualquier persona de bien, que el tiempo de una persona es limitado. Más aún cuando tienes a tus espaldas, como en el caso de Escolar, un diario que hay que dirigir y, al menos, pasarte de vez en cuando por la redacción. Aunque sea a saludar o tomar un café. Tal vez dar un discursito motivador de cambio social o cosas así para que los becarios sigan trabajando en nombre del “progreso”.
Lo que ya no es comprensible es que ciertos periodistas se dediquen a informar de temas de los que tienen poca o ninguna idea y, en el mejor de los casos, se han leído la Wikipedia sobre el tema. Sinceramente, incluso eso me sorprendería, pues esa página contiene una fuente inacabable de información que no justificaría ese tipo de actuaciones.
Hemos asistido esta semana a un ejercicio de “periolistos” de un nivel asombroso, casi bíblico, pocas veces visto desde la amenaza de Elisa Bení de colapsar el país con una legión de jubilados si se ajustaban las pensiones. Ignacio Escolar y Antonio Maestre han dado sendas cátedras sobre cosas de derechas, así en general. Cosas.
Por un lado, Maestre, en su habitual batiburrillo conceptual, ha mezclado fascistas con incels y con sus vacaciones en Benidorm. Como afirmaba en la Sexta Noche, en contra de todos los datos, sólo existían dos elementos comunes entre los votantes de Alvise; eran jóvenes y les daban miedo las mujeres. Tócate las narices.
Pero es que para Maestre, profeta donde los haya y autoproclamado experto en extrema derecha, resulta imposible realizar un análisis profundo más allá de señalar el primer elemento peyorativo que se le ocurra, en este caso, ser incel. Es decir, pertenecer a un grupo social online de hombres incapaces de tener sexo con mujeres y que tienden a volverse violentos con el tiempo. Suerte han tenido los votantes de Alvise de no ser denominados como, yo que sé, feos o tristes. Lo primero que se le hubiese ocurrido.
Y es que sobradas veces ha demostrado Maestre ser un completo desconocedor de la lógica de la derecha política y, sobre todo, estar voluntariamente ciego a las informaciones que no le convienen. En su forma de verlo, alguien sólo puede votar a Alvise si no tiene sexo. Nada tendrá que ver la deslegitimación moderna del sistema político, la justicia en constante entredicho o la sensación de renovación que le da a sus votantes. Nada de eso.
Por otro lado, Ignacio Escolar, otro profeta en tierra extraña, ha calificado al Instituto Juan de Mariana como “extremista” en un desvariante artículo. Y a ver, depende de lo que consideremos extremo, supongo, pero parece ser que las coordenadas del perfecto centro de Escolar estan, más o menos, entre Moncloa y Ferraz.
El Juan de Mariana es liberal, ya lo dicen desde el primer momento y ha quedado demostrado tras años de actividad. Defienden el libre mercado, el individualismo y la propiedad privada. Todos valores, en principio, aceptados por el común de la sociedad europea y muy lejos de los extremos.
Intentando ser inocente, y confiando un poco en la profesión periodística, creeré que estas calificaciones han venido de un desconocimiento del tema. Simplemente que, como tertulianos, ocupan demasiado de su tiempo en camerinos y poco leyendo. Cosa que, claro, al tener que opinar de tantas cosas, lleva a que den opiniones poco formadas y preparadas. Pero vamos, que también podrían hacer bien su trabajo.
