Los partidos independentistas Junts y ERC han mostrado su gratitud hacia el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, por la concesión de la amnistía, a la vez que privaron al PSC de la presidencia del Parlament. Este movimiento ha sido visto como un paso estratégico en su continua búsqueda por la separación de Cataluña de España.
El pasado jueves, los portavoces de los partidos separatistas catalanes subieron a la tribuna del Congreso, exhibiendo un espíritu de revancha y afirmación. Míriam Nogueras de Junts aprovechó la oportunidad para negar cualquier reencuentro, afirmando con contundencia: “Hoy no se perdona, se gana”. Por su parte, Gabriel Rufián de ERC trató de evitar que toda la gloria independentista recayera sobre la portavoz de Puigdemont, aunque los votantes ya habían decidido su preferencia en la contienda interna.
En la comunicación política, la lucha por el control del relato es constante. Mientras los socialistas hablan de reconciliación, los independentistas se centran en la victoria. En este caso, la narrativa y la realidad parecen coincidir. La amnistía es vista como una forma de venganza contra el estado de derecho y una humillación para España, particularmente para los catalanes leales a la nación.
Tras unas semanas de inactividad post-electoral, los partidos independentistas han vuelto a la carga, buscando reavivar su desafío al estado español. A pesar de haber perdido la mayoría nacionalista en el Parlamento catalán, ahora buscan consolidar su posición. La líder de la CUP, Laia Estrada, ha anunciado la apertura de negociaciones para evitar que la presidencia del Parlament caiga en manos del PSC, considerado por ellos como un partido represor.
Desde el día siguiente de las elecciones, Junts ha propuesto rehacer la mayoría independentista y ha solicitado a ERC su apoyo para la investidura de Puigdemont. Aunque los republicanos aún no se pronuncian públicamente, están involucrados en negociaciones que podrían facilitarles la presidencia del Parlament, una institución clave en el proceso de investidura.
Junts, ERC y la CUP suman 59 escaños, y con el posible apoyo de los dos diputados de Aliança Catalana, alcanzarían los 61. Esta cifra supera la de los candidatos del PSC, que cuentan con 42 votos y posiblemente con los 6 de Sumar-Comunes. Salvador Illa, del PSC, necesitaría un pacto con el PP y VOX para imponer a su candidato, un movimiento que podría cerrar casi definitivamente las puertas a una investidura socialista, llevando a Cataluña a nuevas elecciones.
Los independentistas buscan aprovechar el momentum proporcionado por la aprobación de la ley de amnistía y rehacerse de un resultado electoral menos favorable. En los círculos de ERC y Junts, se atribuyen las dificultades a la mala suerte y a circunstancias excepcionales, señalando la escasa diferencia de votos en algunas regiones.
Entregar la mesa del Parlament a ERC les permitiría demostrar que aún tienen fuerza y que la derrota del 12 de mayo fue temporal. Controlar la mesa del Parlament les daría la capacidad de hacer proclamaciones independentistas y debates inconstitucionales con la certeza de que el Tribunal Constitucional no se opondría.
