El reciente incidente entre el PSOE y Vox ha generado debate sobre los límites políticos y éticos en el discurso público. Todo comenzó cuando Santiago Abascal, líder de Vox, sugirió en un mensaje en redes sociales que el atacante de Mannheim, quien hirió a seis personas con un cuchillo, era un «aliado» del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Esta declaración provocó una reacción inmediata por parte del PSOE, que anunció su intención de emprender acciones legales contra Abascal por difamación.
El PSOE ha procedido a criticar las palabras de Abascal, argumentando que han cruzado los límites tanto en la ética como en la política. Para el partido, insinuar una conexión entre un agresor y el presidente del Gobierno es inaceptable y refleja una falta de responsabilidad política. Además, el PSOE ha denunciado a Vox como un partido que bordea los márgenes de la democracia y ha reiterado su compromiso de defender la buena política a través de los canales judiciales adecuados.
Por su parte, Abascal ha respondido con desdén a las amenazas legales del PSOE, acusando al partido de haber sobrepasado los límites al asociarse con grupos considerados extremistas, como Hamás, los talibanes y el régimen de Irán. Esta confrontación evidencia las profundas divisiones ideológicas entre los partidos políticos y la creciente polarización en la política del país.
La polémica también ha puesto de relieve la relación entre Vox y el PP, ya que el PSOE ha instado al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, a condenar los comportamientos de Vox y a romper cualquier coalición con este partido. Figuras prominentes del PSOE, como la ministra de Educación Pilar Alegría y el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, han utilizado las redes sociales para expresar su consternación por las declaraciones de Abascal y para instar a Feijóo a distanciarse de Vox.