Fotografía de: AFP
Llevo jugando al fútbol desde que tengo ocho años. Durante más de treinta años he formado parte de seis clubes no profesionales y he compartido experiencias de todo tipo con más de doscientos compañeros con quienes, de una forma u otra, siempre me unirá un sentimiento de cercanía por haber competido en el mismo equipo. Además, con aquellos con los que tuve la fortuna de compartir grandes victorias y campeonatos siempre nos unirá la sensación de satisfacción por haber sido mejores en el campo que los rivales, sin que jamás pueda nadie cuestionar ninguno de esos logros.
Como amante del fútbol y, lo digo desde ya, como aficionado y seguidor del Real Madrid reconozco que nunca he visto un juego más perfecto que el fútbol que fabricó para deleite de todos y, por qué no decirlo, sufrimiento de muchos, el FC Barcelona de Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué y Busquets entre otros. Y estoy convencido de que esta opinión es compartida por una importante mayoría de aficionados al fútbol.
Sin embargo, tras hacerse público que el FC Barcelona pagó más de siete millones de euros a Enríquez Negreira, vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, durante varios años, incluidas las temporadas en que los citados futbolistas consiguieron tantos éxitos, surge, necesariamente, el cuestionamiento de si los títulos y sus grandes gestas fueron conseguidos de forma justa.
En mi opinión, esa duda y cuestionamiento son injustos por muy humano que sea cuestionar los títulos conseguidos por un club que paga a un árbitro. Me resulta injusto porque vi casi todos los partidos de ese gran equipo y siempre que alcanzaron un título tuve la sensación de que eran superiores a sus rivales. Y siendo injusta la duda no dejo de preguntarme ¿dónde están esos jugadores que sabiendo que fueron justos campeones tienen que sufrir el cuestionamiento de la honorabilidad de los títulos que consiguieron?
No consigo comprender cómo ninguno de los jugadores se ha levantado frente al club o, si prefieren, contra los presidentes y directivos que pagaron a los árbitros y que han sembrado, para siempre, la duda de la honorabilidad de los títulos que consiguieron con su talento y esfuerzo.
Tampoco consigo comprender por qué ninguno de esos jugadores se ha dirigido al club para preguntar y que se aclare por qué se pagó al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros o para preguntar si desde el club se dudaba de su capacidad para ganar.
Y por último, no consigo comprender por qué estos jugadores aguantan día a día, como si ello estuviera incluido en el sueldo que en su día recibieron, las miradas de tantos miles y millones de aficionados que cuando los ven por la calle, en la televisión o en las redes sociales piensan que los árbitros les ayudaron a ganar tantos y tantos títulos. Debe de ser muy duro callar y, en consecuencia, dar pie a que cada vez más personas cuestionen sus títulos. Su silencio no les hace bien.
