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16 Jun 2024
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El talón de Aquiles

El talón de Aquiles es un signo de debilidad a nivel universal. Y nuestro adalid de la Moncloa ya mostró el suyo cuando la sombra de la corrupción acecha

Entre los héroes de la Grecia clásica, el más conocido, sin duda, es Aquiles. Su figura, central en la Ilíada, representada en numerosas ocasiones por el arte griego, volvió al imaginario colectivo a través de la película Troya, dirigida en 2004 por Wolfgang Petersen, y protagonizada, entre otros, por Brad Pitt, precisamente en el papel de nuestro personaje. Aquiles era hijo de la ninfa Tetis y del héroe Peleo. Su madre quiso que fuera, como ella, inmortal, tratando de eliminar la mortalidad heredada del padre. Para ello recurrió a una argucia que se nos ha transmitido en dos versiones.

Dos versiones de su mitificación

La más conocida es la que cuenta cómo Tetis lo sumergió en la laguna Estigia, para hacer que fuera invulnerable, sosteniéndolo por el talón, que al no ser bañado por el agua, sería su punto débil. Otra nos dice que la ninfa ponía todas las noches al niño al fuego para quemar su parte mortal y lo frotaba con ambrosía, la bebida de los dioses, que significa, literalmente, inmortal; en una de estas ocasiones, fue sorprendida por Peleo, que creyó que intentaba matar al niño. En plena discusión, el pequeño Aquiles recibió una quemadura en el hueso del pie, siendo sustituido el talón abrasado por el del gigante Damiso, un gran corredor, de modo que el héroe sería en su madurez llamado, por su velocidad, “el de los pies ligeros”. En cualquier caso, el talón se convirtió en el punto débil, que le costaría en Troya la vida.

Aquiles recibió una educación exquisita por parte del centauro Quirón, reflejo de la impartida a los jóvenes griegos en los tiempos homéricos. Gran guerrero, hermoso y culto, participó en la guerra contra los troyanos, como nos canta Homero. En esta lucha tuvo que sufrir la muerte de su amado Patroclo, quien se había enfrentado al otro gran héroe del conflicto, Héctor, el hijo de Príamo, vestido con la armadura de Aquiles, el cual, enfrentado al rey Agamenón, se había ausentado del combate. La muerte de su amigo le hizo volver a la lucha, acabando con la vida de Héctor, pero, a su vez, murió de un flechazo en el talón, sin que –al contrario de lo que aparece en la película- pudiera ver la caída de Troya.

El talón de Aquiles, un signo de debilidad universal hata para Petrus Pulcher

El talón de Aquiles se ha convertido en signo de debilidad. Todos tenemos nuestro talón de Aquiles, que a veces conocemos y en ocasiones, descubrimos, tal vez demasiado tarde. También lo tiene nuestro Héroe Nacional, nuestro Bello y Hermoso particular, el Enamorado que, al contrario de los caballeros medievales, no lidia con los malvados villanos que atacan a su Dama, sino que, tras profundas cavilaciones en un retiro, émulo del de San Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa, se sacrifica por el Bien Progresista de la Nación que identifica con Él y su Amada.

Y es aquí donde hemos descubierto que el frío y maquiavélico Petrus Pulcher tiene una debilidad. Quizá hemos, engañados por la dura y resiliente imagen de nuestro protagonista, minusvalorado el hecho de que, humano, como cualquiera de nosotros, tiene su corazón. Un corazón enamorado, que se ha visto insultado y vejado en la afrenta a su Amada. Porque en España, y fuera de ella, se puede –empezando por sus ministros- insultar al rey o a la nación; se aguantan humillaciones históricas de países vecinos; se acosa, con mentiras, a quienes disienten o se enfrentan al relato oficial; pero no se puede poner en duda a la Consorte. Más allá de la sobreactuación a la que nos tiene acostumbrados el personaje, la reacción desmedida a algo que, a priori, no tiene más trascendencia que el inicio de una investigación judicial en la que hay –a pesar de los intentos podemitas de instaurar una justicia popular- que mantener la presunción de inocencia, nos ha desvelado su talón de Aquiles particular.

Pérdida de control, retiro espiritual y conflicto diplomático

Posiblemente nos encontramos ante el verdadero punto débil del personaje. Hemos visto, atónitos, como ha tenido a todo un país en vilo, tras abandonar durante cinco días sus funciones, generando entre sus devotos una sensación de angustia y terror ante el apocalipsis fachosférico, para después generar un conflicto internacional en el que, más allá del evidente histrionismo del presidente argentino, la causa remota está en la no menos proverbial habilidad diplomática, saber estar y delicada riqueza verbal de un ministro que debería estar más pendiente de mejorar la calidad de los trenes españoles que de recibir likes en las redes sociales.

La sobreactuación, la pérdida del control –paradigmático el momento en el que pide a Armengol que corte la intervención del líder de la oposición– ponen de manifiesto que el punto débil es la Consorte. Podemos presuponer que es amor. El amor, parafraseando a Pascal, tiene razones que la razón no entiende. El amor herido por el ataque hacia la persona amada. Una Amada que, es necesario insistir, posee, en un estado democrático y de derecho, la presunción de inocencia. Pero una sociedad libre y democrática tiene derecho a saber qué actividades, quizá legales pero nada éticamente presentables, ha realizado la esposa del presidente del poder ejecutivo.

Preguntar o investigar no socava la presunción de inocencia

Quien no es el Estado, ni su esposa la Patria. Porque al menos nos cabe el derecho a la duda, tanto en relación a su actuación como mediadora, como a su actividad docente. Cualquier profesor universitario necesitamos, para desempeñar determinadas tareas docentes, las acreditaciones pertinentes, conseguidas tras largo papeleo y justificación exhaustiva de méritos; lo que ocurre en la Complutense con la docencia de alguien ni siquiera titulado, es, cuando menos, necesario de aclarar.

No dudamos, desde la presunción de inocencia, de la honestidad de la mujer del César. Pero parecerlo, no lo parece demasiado. Y de esta duda razonable puede partir la flecha que se clave en el talón de nuestro Bello Enamorado.

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