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22 Nov 2024
22 Nov 2024
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Expaña

La polarización política ha llegado hasta el punto en que la solidaridad ante las catástrofes prima antes la ideología que el bien común. Algo que deja en muy mala situación a nuestro país

España Rota/Imagen del Alerta

Me da que España ha dejado de serlo. Me duele como el famoso lamento unamuniano. Pero España ya es Expaña. Es extraña. Expira. Exhala. Porque, lo siento, soy pesimista. Nos gusta más darnos de garrotazos goyescos y hacer del vecino un enemigo, que un aliado. Que un amigo. Sí, ya sé. ¡Las mareas solidarias! Qué grandes los voluntarios… No se vengan arriba. Flor de un día. Y muchas veces han ocurrido que tras esos actos de solidaridad, han devenido en odio. Recuerdo las declaraciones de quienes fueron a limpiar chapapote tras la catástrofe del Prestige a Muxía tras la elecciones municipales, que las ganó el PP: que vaya mierda de gente y que si lo llegan a saber no hubieran ido.

Porque aquí hasta ayudar tiene ideología. No se mira lo bien que se hace o la profesionalidad o no de los cooperantes y voluntarios. Se mira su carné. Y si son de uno u otro color, ya no es válida. Hayan hecho lo que fuera y de manera en que su acción supusiera el alivio para muchas víctimas. ¿He dicho víctimas? ¡Cierto, que hay víctimas! Nada, no importa. Es mejor usarlas como arma arrojadiza arrojando hasta los cadáveres frescos contra el adversario político. ¿Cómo que no? ¿Ya hemos olvidado los incidentes del 11-M que nos tenían que haber unido en ese momento más que nunca como nación, y que sirvió para que las responsabilidades de los muertos no fueran para los terroristas, sino para el Gobierno?

Ayuda a cambio de ideología y polarización

Y así con todo. Los cálculos políticos de unos políticos mediocres nos han llevado, no a plantear de qué manera hay que mejorar dónde se ha fallado y de primeras anteponer cualquier debate para confrontar y arrostrar el desastre humano vivido. Para nada. Mejor andar discutiendo entre galgos y podencos mientras que hay vidas que salvar. Hacer manifestaciones, pero solo de parte. No vaya a ser que las responsabilidades también sean «de los míos» y entonces eso ya no mola. ¡Aquí hemos venido a jugar! Y a jugar en que en el fondo prefiero más cargarme a mi oponente político, que unirme para arreglar la catástrofe. Decía un político decimonónico, José Donoso Cortés, que «Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos». Luego ya si eso veremos en qué progenitor A o B hay que ciscarse, y en el de quién. Pero de primeras hay que estar a lo que hay que estar.

Pero me da que no. Que preferimos seguir con nuestras rencillas en las que en sobre el barro de más de doscientos cadáveres nos ponemos a discutir sobre monarquía o república, sobre modelos autonómicos, competencias, y qué pueden o no hacer nuestras Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas que están muy por encima de la profesionalidad que muchos creen. Con una capacidad operativa que la sociedad desconoce. Pero donde algunos de sus mandos han acabado politizados y lavan la cara a quienes se las tenían que caer de vergüenza. Soy pesimista con el futuro de nuestra nación. Espero equivocarme. Pero cada día veo más que vamos de cabeza a un enfrentamiento civil (¡no he dicho una guerra, ojo, eso hoy en día lo veo imposible!), donde los más extremistas nos han llevado a odiarnos entre nosotros mismos. Así de triste… y espero que reversible. Porque si no, ¡adiós España!

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