Los horarios de apertura de comercios y hostelería son objeto de numerosos debates políticos en los que las posturas liberales defienden la libertad de horarios y las posturas intervencionistas o de izquierda tienden a cuestionar la bonanza de esa libertad por considerar que perjudica a los trabajadores.
El análisis sobre la conveniencia de ampliar la libertad de horarios o de limitarla debe enfocarse en las tres partes involucradas en este debate: el empresario, el consumidor y, por supuesto, el trabajador.
Desde el punto de vista del empresario o de los titulares de los comercios y establecimientos hosteleros parece evidente que la libertad o la ampliación de horarios de apertura resulta muy beneficioso o conveniente, puesto que implica la posibilidad de prestar sus servicios durante más tiempo y, en consecuencia, vender y facturar más, siempre en cumplimiento de la normativa laboral de jornada y salario que, en ciertos horarios, deberá ser más restringida para el empleador y favorable al trabajador.
Desde el punto de vista del consumidor, también resulta positivo tener la posibilidad de acudir un domingo por la tarde a una tienda a comprar cualquier producto hacer la compra de la semana. De la misma forma, la libertad o ampliación de los horarios de apertura de los establecimientos de hostelería amplía las posibilidades de ocio del consumidor y todo aquel que quiera o le convenga disfrutar del ocio nocturno en este tipo de establecimientos podrá hacerlo si la normativa permite su apertura.
En cuanto al punto de vista del trabajador, este el más controvertido en los debates sobre la libertad de horarios comerciales o de apertura. Las posturas intervencionistas, generalmente de izquierda, pero también algunas posturas conservadoras, mantienen que la protección del trabajador pasa por la limitación de los horarios de apertura (muy recientemente hemos podido ver en las explicaciones de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, que incluso se refiere a la salud mental del trabajador como elemento a proteger con la limitación de los horarios de apertura).
En mi opinión, sin embargo, la limitación de los horarios de apertura restringe, por un lado, la capacidad del trabajador de desarrollar su trabajo, pues se verá obligado a adaptarse al horario limitado por la normativa pudiendo no siempre ser posible o conveniente para el trabajador dicha adaptación; y, por otro lado, limita su derecho y libertad de trabajo en el sentido de que la normativa impedirá a los trabajadores desarrollar su profesión en los horarios no permitidos.
En este sentido, los mayores perjudicados por las limitaciones de los horarios comerciales y de apertura, por encima de las empresas y consumidores, son los trabajadores. La limitación de horarios impide desarrollar su carrera al trabajador que quiera y pueda trabajar por la noche o que, de forma totalmente libre y legítima, está dispuesto e interesado en incrementar su salario trabajando los domingos o algún día en horario nocturno.
Tenemos, pues, que tratar este asunto con mucha responsabilidad, puesto que la limitación de los horarios comerciales y de apertura no solo perjudica a empresarios y consumidores, sino que supone una verdadera privación de los derechos y libertades del trabajador que, pudiendo estar interesado en trabajar en horario prohibido, pierde toda posibilidad de hacerlo porque así lo decide el gobernante de turno en su afán por intervenir el mercado. Y lo peor de todo es que lo hace, supuestamente, en defensa y protección del trabajador perjudicado, cuando, en realidad, proteger al trabajador pasa necesariamente por ampliar sus posibilidades de trabajo.
