La sociedad española lamentablemente está curada de espanto con la corrupción, el llamado “Caso Koldo” solo es una muestra más de un problema más profundo. Un problema que se resume en la partitocracia, el cómo la corrupción sustenta la partitocracia y el conformismo social.
En las últimas dos semanas hemos presenciado con estupor como todos los cimientos del tablero político se han agitado. Un nuevo caso de corrupción ha salido a la luz. Una trama que afecta de lleno; y que ha manchado todas las entrañas del PSOE.
Una trama que se llevó a cabo de la forma más vil: en el momento más crudo de la pandemia; parece ser que cuando observábamos con estupor e impotencia como aumentaban las muertes, paulatinamente el bolsillo de unos pocos engordaba a costa del sufrimiento general. Es la mezquindad en su máxima expresión
El primer gran error, asumir una partitocracia.
El origen de todo este latrocinio sistemático y consentido radica en ser una partitocracia. Ese fue el gran error en 1978, dar tanto poder a los partidos políticos y restárselo al individuo nos ha convertido en lacayos serviles de estas estructuras dilapidadoras. El individuo queda desprotegido ante el abuso, los tejemanejes, la deslealtad y la sinvergonzonería de estas tétricas organizaciones. Pues han perdido toda consideración para con la “res pública” en favor de sus espurios intereses.
Y es que asumir el modelo bipartidista turnista de la Restauración es la mejor manera de que la población siga subyugada. Dándole el caramelito cada 4 años, manteniéndola dormida como rana en agua tibia y montando su propio show en forma de jaula de grillos para llamar la atención. Mientras esconden sus miserias bajo la mesa.
Aquí tenemos a las dos caras de esta partitocracia, PSOE y PP. Las dos siglas del turnismo, las dos estructuras que han generado el latrocinio sistemático del país desde hace 40 años. Dos partidos que en esencia defienden los mismo, perfectamente intercambiables y dóciles canes de los amos del cortijo extranjeros. El máximo ejemplo del “gatopardismo”, se necesitan del uno al otro para seguir defenestrando a la res pública, sus pugnas son falsas y su compadreo es canallesco e insultante. El Congreso ya ha degenerado en el escenario de una “performance” de lo absurdo; pero su desinterés por el bien común no tiene parangón.
El sistema responde al de “vibora bicéfala”, siendo sus cabezas PSOE y PP. Bajo estas dos siglas fomentan la no existencia de una real separación de poderes. Sus chanchullos a la hora de intercambiar los jueces del CGPJ como cromos de futbol, el inmiscuirse para nombrar cargos en organismos públicos bajo criterios políticos y no de mérito, la falta de dialogo legislativo, la existencia de un “tribunal” de corte político como el Constitucional, el pisotear la Constitución que juraron…
En definitiva, el que dependa de estos los partidos el funcionamiento del resto de poderes es ver cómo nos miccionan día a día.
La corrupción como sustento de la “víbora bicéfala”.
La corrupción es intrínseca al ADN de la “víbora bicéfala”. El caso Koldo no es una trama que se circunscribe a un individuo/os de forma aislada. Es un caso que afecta y refleja la putridez y degradación moral del PSOE en su conjunto; por su parte en el PP ocurre lo mismo con Bárcenas, Gürtel, Púnica o Lezo. Estas dos estructuras están igual de demacradas por la gasolina que las sustenta: La corrupción.
Es una situación semejante a la de la Restauración Borbónica. Se trata de una alternancia más o menos pacífica que pretende salvar su posición de poder frente en detrimento del bien común.
Los nuevos partidos que surgen no son más que apéndices de este monstruo de dos cabezas. Nuevos apéndices con siglas renovadas pero que en el fondo siguen representando el mismo “gatopardismo” repugnante. Prueba de ello se da cuando tocan poder.
El conformismo y la falta de respuesta ciudadana.
Finalmente, todo sea dicho estoy seguro de que dentro de dichas organizaciones hay gente honorable y honrosa. Pero de este problema tan profundo solo se sale si media una catarsis.
Hemos de tender hacia formas de democracia directa de forma paulatina y dejar de apelar al espíritu de la Transición. La Transición fue un hito y un gran logro en su momento y contexto; a día de hoy ya se trata de algo trasnochado, pues gran parte de nuestros problemas vienen por errores cometidos en la Transición.
Abrir las mentes hacia nuevos debates no es malo, generar conciencia ciudadana tampoco. Lo que es realmente indignante es ver como el adormecimiento social es constante. Sobre todo, ver como el estallido de estos casos se acata como algo normal por parte de la población. Cuando el típico “yo votaré al que menos me robe” sale a relucir; se trata de la prueba más evidente de cómo se ha banalizado la corrupción en la partitocracia.
Queridos lectores, tenemos sangre en las venas no agua mineral. La combatividad y la concienciación ante esta realidad es clave, la partitocracia y su intrínseca corrupción es un mal. La catarsis política es la solución; y hasta entonces daremos luz desde este cálido espacio de resistencia.