Fotografía de: El Economista.es
Entre los principales motivos por el que los clásicos de la literatura adquieren dicha condición, se cuenta que su propuesta es válida para los hombres y mujeres de todos los tiempos. Quiero decir, que uno es capaz de dialogar con un clásico hayan pasado diez, cien, mil, o dos mil y pico años desde que el mismo se escribió, y su mensaje sigue vigente, tanto como si hubiera escrito ayer.
Del Vuelva usted mañana (1833) de Mariano José de Larra han pasado casi doscientos años y, de no repetirse en las oficinas de la administración, se repite a diario en las sedes electrónicas de ayuntamientos, comunidades autónomas y la administración general del Estado.
Tengo 32 años y pertenezco a la generación millennial, lo que significa que, si no he nacido con una tablet bajo el brazo –como la generación Z o la Alfa–, al menos competencias digitales tengo, tanto de serie como adquiridas por deformación profesional. Ni con esas he sido capaz de completar, ni una sola vez, los procesos informáticos en red que he necesitado de la administración.
Siempre pasa algo: error de conexión, imposibilidad de enlazar con Autofirma, incompatibilidad con el lector del DNI electrónico, errores al final del proceso que te llevan al comienzo del mismo –nunca se guardan los datos de los formularios, debes empezar de cero, toda una lección de humildad–. Todo ello acompañado de un diseño visual, de navegación, de interacciones del año que los routers todavía pitaban cuando descolgabas el teléfono –del año en que todavía había teléfonos fijos en las casas–.
Calculo a ojímetro que debo intentar al menos tres veces cada trámite en Sede Electrónica para completarlo, y que más de la mitad de las ocasiones no lo termino en el mismo día, el «vuelva usted mañana» 2.0; si el trámite exige más de uno o dos pasos –es decir, casi todos los trámites– entonces hay un primer día para informarse de cómo se hace, otro para desesperarse y un tercero en el que se obra el milagro. No siempre se obra el milagro: en una o dos ocasiones quedé atascado en la fase de desesperación y, tras malgastar una o dos tardes estrellándome en un bucle de errores 404 o 530 –sabes que no lo vas a conseguir, pero estos portales tienen algo de máquina tragaperras–, desistí y pedí cita previa presencial –pero por teléfono, a otra máquina–.
Con todas mis facultades digitales, este es el panorama. Ahora, no me quiero imaginar el que se presenta para todas aquellas generaciones anteriores a la mía, la de mis padres, la de mis abuelos, que no gozan de esas competencias. Tanta inteligencia artificial y tanta web semántica y así estamos. Hablan de brecha digital y era esto, hacer sedes electrónicas cuanto más difíciles mejor. Hablan de transformación digital y era esto también: que funcionaran todos los botones y lograr descargarse un PDF.