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6 Oct 2024
6 Oct 2024
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Los caprichos de la memoria

La memoria es como la belleza, ni es democrática ni debe serlo. No podemos definir lo que es bello dependiendo de si es más o menos votado

Últimamente, en el argumentario político nos encontramos de forma recurrente con “la memoria”: memoria colectiva, memoria histórica, memoria democrática… pero ¿Qué es la memoria? La memoria es recordar, es un recuerdo subjetivo, privativo y, sobre todo, caprichoso. No podemos elegir de que nos acordamos, a menudo recordamos detalles totalmente insignificantes de una historia, pero olvidamos aspectos fundamentales de nuestras vidas.

Es por estas características por lo que ni se debe ni se puede hacer leyes de memoria. La Ley de Memoria Democrática es la damnatio memoriae más sofisticada y efectiva que se ha hecho jamás. La ley trata de imponer una memoria oficial, como si esta supuesta memoria democrática, que ni es memoria ni es democrática, fuera la verdad histórica. La mejor ley sobre memoria es la que no existe, ningún político debe inmiscuirse en la historia, puesto que todo lo que toca un político se pudre y se corrompe, y la historia no es ninguna excepción.

El objetivo de este artículo no es criticar la ley punto por punto, es simplemente hacernos preguntas. ¿Acaso la memoria puede llegar a ser democrática? ¿Hemos de recordar lo que la mayoría decida? ¿Lo que mayoría decida que debe ser recordado es más importante, más verdadero? ¿La memoria de la matanza de Paracuellos es democrática? ¿Quién decide lo que es democrático y lo que no lo es?

La memoria

Podríamos seguir con infinidad de preguntas, pero no hallaríamos ninguna respuesta. La memoria es como la belleza, ni es democrática ni debe serlo. No podemos definir lo que es bello o susceptible de ser recordado dependiendo de si es más o menos votado. Ningún historiador serio puede defender este tipo de leyes, si lo hace es por incentivos perversos, mostrando así un profundo desprecio por la historia.

Pero este tipo de leyes suponen ministerios, comisiones de investigación, cargos administrativos, y financiación, mucha financiación. Muchos historiadores defienden esta ley porque supone financiación de proyectos de investigación, la imposición totalitaria de la memoria en España da de comer a muchas personas, la historia, en sí misma, es del todo irrelevante.

Esta es una ley a largo plazo, teniendo en cuenta que la izquierda cuenta con un aliado excepcional, el Partido Popular, que como buen partido conservador de pacotilla se encargará de conservar los avances de la revolución, tenemos leyes de memoria para rato. Poco a poco veremos las consecuencias de ello, las próximas generaciones aprenderán en la escuela una historia oficial, impuesta desde el Estado, borrarán todo vestigio de aquello que no consideren “democrático”, humillarán a las víctimas que no defendieron la “democracia”. Destruirán cruces, borrarán calles y plazas, rescribirán libros y harán suya la frase de Orwell, la ignorancia es la fuerza.

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