Los «engoyados»

“El problema no reside en la financiación pública, sino en el anquilosamiento de la industria que se ha acomodado por culpa de los “engoyados” a hacer un cine sin interés”

Hace pocos días se veía en España el clásico ritual de los Goya. Una sucesión indistinta de figuras del mundo del Arte, con mayúscula, y del arte, con minúscula. Los primeros, se saben merecedores del premio, los segundos esperan que suene la flauta para ser “engoyados”. Una curiosa combinación de artistas genuinamente buenos y creativos, las primeras espadas de España y del mundo, con los “Avida Dollars”, como diría Bretón. Cuyo arte, el hacer dinero, no puedo decir que no me impresione, aunque me sigue resultando llamativo que se encuentren en un festival como los Goya.

En algún consejo directivo no digo yo que no pudiesen estar, probablemente destacasen aún más. Son vendedores por naturaleza capaces de ser absolutamente poco rentables y, aun así, seguir obteniendo decenas de miles de euros, o hasta millones, para producciones poco interesantes, casposas y faltas lógicamente de cualquier interés para el público. Además, logran al mismo tiempo ser premiados de vez en cuando. Un goya en España, a veces una Concha en San Sebastián, y en bastantes menos ocasiones, algún león en Venecia. Si lo hacen bien hasta se pueden montar un pequeño zoo.

Yo me confieso un consumidor de cine español, y es que hay grandes y asombrosos talentos dentro de nuestro país que tienen algo que decir y que a veces logran facturar y veces no. El problema, al contrario de lo que muchos piensan, no es la financiación pública, sino la financiación mal enfocada. Por desgracia, la financiación pública para el cine en España tiene dos formas de repartirse. Por un lado, las producciones casposas de tópicos regionales. Esas comedias de enredos con sello Antena 3 o Telecinco, donde actores conocidos languidecen y la gracia reside más en pensar en que decisiones vitales han tomado ciertos actores para acabar ahí que en el propio guion. Por otro lado, el dinero también acaba en las producciones alternativas con poco interés que sirven para la masturbación de algún director con complejo de Tarkovsky o Lynch, o para desviar fondos de una forma vergonzosa a estos “engoyados”.

¿Es eso es culpa del gobierno de turno o los “Woke”? Ni mucho menos. Es culpa del funcionamiento de la industria, que ha aprendido a obtener fondos del estado a través del amiguismo y los discursos encendidos. Así, estos “engoyados”, que son de toda ideología, se afanan en pedir fondos públicos sin control para poder seguirse enriqueciendo sin medida. No piden una financiación para productoras que puedan llevar a cabo proyectos serios. Tampoco piden apoyo a la creación de un círculo de festivales o de productoras independientes. En ningún caso. Piden fondos para ellos, libres de control o de resultados para poder mantener su cortijo. 

Este amiguismo es el que lastra el cine español, pues los fondos se encuentran adjudicados antes de salir. Los mismos nombres, las mismas personas y las mismas empresas. Una dinámica endogámica que anquilosa el cine español, dejándolo tullido y ciego. Si me pongo creativo, daría para hacer un buen corto. Por supuesto, con fondos privados y sin ayudas, que los otros ya están repartidos.

Y es que, admitámoslo, es mucho más sencillo cobrar sin hacer nada. Enriquecerse del Estado en nombre del arte es, sin duda, una curiosa obra de arte, y no sé si hay que tener talento para ello, pero desde luego si jeta.