Imagen de X: @pradosdlacanada
¡Venga! ¡Más mierda! ¡Es la guerraaaaaa! Y una colipoterra película de los hermanos Marx. Groucho y compañía, claro. No sé si su homónimo Karl los tuvo, pero como los tratara tan bien como a su mujer, a su amante, y a sus vástagos… Pero en vez de madera, como cuando los hollywoodienses hermanos pedían más mientras que destrozaban el tren en el que iban para que la locomotora siguiera funcionando, echando a la caldera toda la estructura pese a dejar el tren en las entrañas, en esta nuestra querida España, hemos decidido vaciar las letrinas y las cloacas para esparcir su contenido y usarla de combustible en la greña política. Dicen que el estiércol puede llegar a ser un gran carburante. Habida cuenta de las toneladas que de él se están quemando, creo que las fallas de Valencia, que estamos a punto de ver en plena cremá, van a ser fogata de campamento en comparación con la que vamos a ver crepitar.
Que cuando en este redil de Gerión decidimos hacer limpieza de los establos, que tanto cabestro en la piel de toro ya hemos dicho que comienza a estar por encima de su capacidad de estabulación, nos ponemos finos y nos ponemos con la ceja enarcada como si fuéramos figurantes de una pomposa serie británica, mientras estamos encenagados hasta el corvejón, no. ¡Hasta los tegumentos nada menos! Pero da igual. Vamos de Anthony Hopkins y Emma Thompson hablando como si saliéramos de una mala (¡si aún fuera brillante!) comedia imitando a Wodehouse. ¡Bondad graciosa! Y cuando vemos la corrupción en campo contrario, cogemos las horcas y las palas y comenzamos a echar todo el guano que podamos encontrar al campo contrario, sin darnos cuenta de que estamos encenagados en olor de excrementitud.
Da igual. Cuando son los purines de los nuestros, decimos que es Eau de Fleurs de Integrité. ¡Más pura que agua del Carmen! No hay del Guadarrama más prístina corriente que fluya, que la de la evacuación de los esfínteres de nuestros prebostes, que nos dicen que es abril de tanto que llueve en nuestro beneficio. Y abrimos las bocas como pajarillos para beber tan dorado néctar, dado por los dioses a los que votamos como si fueran santos laicos, a los que llevar sus fotos en las carteras como estampitas de la religión que profesamos. Donde el maná a veces huele a deyecciones infectas. Pero es que en el otro lado de la valla, la del contrario al que odiamos y despreciamos, las suyas son aún más hediondas. Y si no lo son, ¡ya les echamos nosotros las propias!
Estercolemos todo, compañeros y compañeras. No veamos las boñigas que nos estamos endilgando como si fueran trufas, porque nuestros adversarios políticos están de heces como para llenar silos del tamaño de rascacielos. Pongamos el ventilador. No para orearnos. Sino para enmerdar más la realidad en la que vivimos. Y de este modo decir que nuestras excreciones son lavanda inglesa de Atkinson. ¡Qué bien olemos nosotros, compañeros y compañeras! Porque siempre son los otros a los que se les rompe el papel higiénico entre sus dedos cuando quieren limpiarse sus ortos. Nunca a nosotros. Puros como somos.
La verdad. ¡Qué asco todo! Permítanme ir a vomitar…
