Meapilismo y el ateísmo coñazo

Ilustración de Emmanuel Vidal/eluniversal.com

No recuerdo quien dijo aquello de que los ateos son unos coñazo, pues no hacen más que estar todo el tiempo hablando de Dios. Son como una especie de Testigos de Jehová, pero del lado oscuro. Y en vez de ir de puerta en puerta, demuestran más bien lo gilipuertas que llegan a ser queriendo mostrar su presunta superioridad moral a todo quisque con quienes se topan, para hablar de su tema favorito. Los agnósticos, sin embargo, son gente razonable que se topan ante su propia conciencia y tienen en la razonable duda, su razón de ser. Pues tal es la base de la ciencia para poderse desarrollar, como lo es de la filosofía. Ya que Descartes, por ejemplo, en su manida y mal traducida frase, no «piensa», sino que «duda» para ser. Pero el ateo militante no duda. Es más. No comprende ni entiende nada fuera de su mundo de racionalidad extrema. Y quienes piensan diferente, en este caso, los creyentes, son ralea ignorante a la que despreciar con asco y sorna.

Y cuando llegan los momentos festivos o de conmemoración religiosa, ¡entonces es cuando el ateo disfruta como gorrino en cochiquera! Bien sea durante las Navidades, bien durante la Semana Santa. Es llegar una Pascua, ¡y a intentar a hacer la ídem al que no piensa como uno! Que para eso mi no–dios me dio la capacidad de mi autoconsciencia para demostrar a toda esa panda de meapilas y de capillitas, que su ser imaginario es fruto de un complot judeo-católico-inquisitorial que no merece respeto alguno. Pederastas. Que son unos pederastas todos. ¡Qué momento para disfrutar en las Corralas 2.0 que son las redes (a)sociales haciéndote el ingenioso! O con justa indignación laica, que hasta el Moisés de Charlton Heston parece un apocado ante la ira megadivina de quienes vomitan ante las procesiones de los moñecos esos que ocupan las calles. ¡Y encima escoltados por las Fuerzas Armadas, quescándalo! Aunque a esta gente le dé una higa las decenas de soldados fallecidos en actos de combate y en misiones internacionales a lo largo de este año, y son más que pacifistas, antimilitaristas. Y por eso les da sarpullido ver a la Legión con el Cristo de Mena, o a los alabarderos del Rey escoltando de manera solemne, al crucificado en Viernes Santo.

De repente cualquier acto durante estas fechas ya no es estético ni tiene un componente cultural admirable. Sino de desprecio ante la realidad de la Semana Santa, que es una eclosión en la mayoría de España, de procesiones de imágenes (algunas invaluables, tanto crematísticamente como artísticamente), donde se muestra un fervor popular que le chirría al populista. Ese que se dice defensor del pueblo y más pueblo que nadie. Pero que hace bueno aquel trasnochado lema absolutista de todo por el pueblo… pero sin el pueblo. ¡Que qué sabrán esta panda de ignorantes por los que me estoy yo matando en Twitter, sobre la religión, que es opio puro, panda de zotes adoctrinados! Y aquí vengo yo a comparar damas con mantilla a mujeres con burka. A nazarenos con la Inquisición. Y a centrar todos mis ataques a denunciar que vivimos en una mátrix neofranquista nacional católica y dos huevos duros. Y me pongo a blasfemar para que vean lo malote (y malota, que hay cada sujeta que es como para pedirle en matrimonio con un ramo de cactus) que soy. ¡Compañeros del Garibaldi, miradme, soy un comecuras, invitadme a un cóctel Durruti!

Francamente (con perdón), prefiero ser un devoto meapilas, que hacer acto público de necedad laica año tras año. Uno, que se sabe pecador, espera que, si finalmente me toca infierno (o, con suerte, purgatorio), no lo tenga que compartir con esta panda de seres superiores, y simplemente se desvanezcan en polvo para siempre jamás. No hay eternidad que merezca la pena seguir compartiéndola con esta panda de coñazos. ¡No les aguantaría ni Dios!