En esta resaca electoral, he visto mucha más soberbia que verdaderos análisis basados en pros y contras. Entiendo y participo en el análisis político, pero debemos comprender nuestro contexto antes de atacar a los votantes como si nuestra moralidad fuera superior a la de los demás. He visto declaraciones universales en contra de votantes del PP, PSOE, VOX, Independentistas, Sumar, Podemos, Alvise, Frente Obrero, e incluso a favor de no votar. Desde mi punto de vista, este último es el único motivo de peso que justifica un análisis posterior que se lleva por delante a toda la masa de votantes con una soberbia que, sinceramente, me molesta profundamente.
Cuando creces en una crisis permanente, en parte inducida por los mismos que te dicen a quién votar, tiendes a dejar de lado los grandes temas del ser humano como sociedad y pasas a aferrarte a tu instinto más primario. Esto es así: uno empieza a filosofar sobre la vida cuando tiene las necesidades primarias cubiertas. Las guerras en el extranjero se discuten cuando uno tiene un país libre donde pararse a pensar sobre la naturaleza del ser humano. Cuando no, se tira con lo que se tiene y se pelea desde el barro. Así que le voy a pedir, por favor, que me suelte el brazo. Vivimos en la mediocridad política. Y, como tal, el valor del voto no se puede medir desde un castillo de moralidad, sino desde una suerte de desgracia. No me venga ni con batallitas de cuñado ni con palmaditas en la espalda. Estamos prisioneros de una moral que ya no existe. No tomar partido en la política es arriesgado para el futuro, así que, si no me va a proponer una solución que le permita hablar sin incurrir en contradicciones, apártese y deje de dar la turra, caballero.
La democracia no escoge lo bueno, sino que escucha a la gente. No piense que no me doy cuenta de eso. Vivimos en un mundo capturado por las ideologías y los juicios de moral, favorecidos por discursos que señalan, como el suyo. El contexto, en determinadas ocasiones, explica el resultado. Estamos de acuerdo en no relativizar la moral, pero no debemos tratar la mediocridad política con la misma autoridad. No puede limitarse a ver los toros desde la barrera. Tomar partido no sólo es válido desde los medios de comunicación. Mucha gente lo hace a través de su voto, por mucho que a usted no le parezca bien.
Cuando uno se limita a hablar de las consecuencias sobre algo, deja de lado otra gran parte del espectro del tema en cuestión. Lo primero es que da por hecho que uno no se para a pensar en las consecuencias. Lo segundo, y algo que va en la filosofía de cada uno, es que para criticar algo, uno debe ser capaz de, como mínimo, aportar algo mejor.
Soy de naturaleza cambiante, creo que por un tema de humildad, aunque ser yo quien lo diga me hace dudar. Me gusta estudiar y me cuesta decir que sé lo suficiente sobre cualquier tema. Además, tengo una tendencia anárquica, lo que me lleva a cuestionar siempre el orden preestablecido y los dictados de los grandes líderes de opinión. Dicho esto, estoy dispuesto a tenderle mi mano. No le pido que mejore lo que ya existe; con que lo iguale, será suficiente para contar con mi apoyo. Tome acción de una vez y, si no, sí que me gustaría pedirle que, por favor, deje de decirme lo que tengo que hacer.