Íñigo Errejón comenzaba la semana con su dimisión tras ser acusado de agresión sexual. La presunta víctima, actriz y presentadora, admitía en una entrevista en televisión que no había sido forzada, aunque simultáneamente denunciaba a Errejón por presuntamente haberla agredido, reflejando la complejidad que enfrenta el lenguaje al tratar este tipo de acusaciones. Errejón, por su parte, se encuentra en una posición complicada, sin margen para cuestionar la veracidad de la acusación, ya que, durante casi quince años, ha entendido que en estos casos el testimonio de la víctima debe prevalecer sobre cualquier defensa del acusado. Esta postura lo deja, si quiere conservar su palabra, sin defensa alguna.
Al día siguiente, la plataforma que hizo pública la denuncia anuncia la venta de un libro, con un precio de 23.90 euros, destinado a lucrarse con este tipo de testimonios y que cuenta con el respaldo de figuras como Irene Montero. Los beneficios no irán al bolsillo de la periodista que da forma al libro, sino a una organización que ella misma ha fundado. Poco después, esta misma periodista aparece en el programa de Risto Mejide y cita una estadística cuanto menos cuestionable: afirma que “solo el 8% de las agresiones sexuales se denuncian.” Cuando le preguntan cómo se puede conocer ese dato si las agresiones no han sido denunciadas, se queda en silencio en pleno directo.
Surge una oleada de denuncias públicas, muchas de ellas sin pruebas claras, contra figuras como Quique Peinado, Antonio Maestre, Pablo Iglesias o los raperos Ayax y Prok, entre otros. Todos ellos comparten dos características fundamentales: primero, son figuras públicas con un significativo poder mediático y político, y segundo, al igual que Íñigo Errejón, han defendido abiertamente que en estos casos el testimonio de la víctima debe prevalecer sobre la presunción de inocencia del acusado. Esta postura, que antes era su bandera, ahora les coloca en una situación comprometida al enfrentar el mismo juicio sin evidencias claras en su contra. Quién sabe si estas acusaciones caerán en el olvido, o si habrá otros como ellos dispuestos a ir hasta el fondo del asunto y perpetuar la narrativa que otorga voz a las víctimas y escarnio público a los acusados, independientemente de la solidez de las pruebas.
Una jornada después, la DANA arrasa la costa levantina. Se deja en evidencia la ineficacia de las administraciones, tanto nacionales como autonómicas. Los líderes de los partidos comienzan a lanzarse reproches sobre responsabilidades que ninguno parece dispuesto a asumir, mientras los ciudadanos, en contraste, se vuelcan en las calles en una oleada de solidaridad con el pueblo valenciano.
En medio de la confusión, el ejército, la policía local, el gobierno central, el gobierno autonómico y AEMET comienzan a emitir mensajes contradictorios, desviando la atención para evitar asumir responsabilidades directas. Mientras tanto, ciudadanos de todas las condiciones, que han acudido a Valencia para ayudar y que manifiestan su indignación por la situación, son etiquetados como ultraderechistas. Pablo Iglesias llega incluso a llamar «neonazi» a la youtuber Roro por acudir al lugar, escoba en mano.
En redes sociales, aparecen bots de origen indio en apoyo al gobierno central. Al mismo tiempo, otros usuarios, también de origen dudoso, enloquecen de felicidad por ver trabajar al ministro de transportes Óscar Puente. Aprovechando la ocasión, Puente expresa su orgullo al aclarar que es él mismo quien gestiona su cuenta personal de Twitter, en la que, casi a diario, lanza insultos a cualquier ciudadano que se atreve a contradecirlo. “Lo he manejado yo solo, antes siendo alcalde, y ahora siendo ministro. Sin la ayuda de ningún community manager”, declara con satisfacción. Gran trabajo.
Por si fuera poco, se filtran mensajes internos que exponen la dudosa profesionalidad de toda la esfera política, alcanzando incluso la imagen del ejército y evidenciando que la política se ha convertido, sin duda, en el arte de la manipulación. El ejército recibe instrucciones claras sobre qué palabras clave y mensajes específicos deben emplear en sus declaraciones para ajustar el relato oficial. Sumado a esto, circula una fotografía de los apuntes de la ministra de Igualdad, publicada por el propio ministerio, tomada durante una reunión en torno a la tragedia de Valencia, donde el número de fallecidos supera ya los 200. Entre las anotaciones destacan frases reveladoras como: “Este es nuestro momento”, “Dogmatismo climático = mata”, “No ansiedad” y “Tenemos un plan”.
Por último, para cerrar la semana, el presidente Pedro Sánchez no pierde la oportunidad de aprovechar un desastre de esta envergadura para acelerar la aprobación de los Presupuestos Generales. En una maniobra que roza el chantaje, sugiere que la aprobación de estos presupuestos está estrechamente vinculada a la respuesta frente a la crisis, cuando en realidad las ayudas podrían implementarse de forma independiente.
Con todo esto sobre la mesa, cabe preguntarse: ¿Qué nos deparará la próxima semana?