En este mundo cada vez más polarizado, los países más poderosos buscan alianzas, tratados, o organizaciones que les ayuden a incrementar su poder geopolítico internacionalmente. El caso de Medio Oriente ha sido y es un gran ejemplo de cómo importantes naciones como Estados Unidos, Rusia, Turquía e incluso Irán han incrementado sus esfuerzos en materias de asuntos exteriores en esta área. Por ejemplo, tras la primavera árabe el mundo musulmán se reformó creando varios conflictos como la guerra civil Siria, donde varios países apostaron interviniendo militarmentepara incrementar la influencia de sus proxys.
El término «proxy» adquiere una relevancia crucial en este contexto, donde diversos actores de gran envergadura persiguen intereses contrapuestos y están dispuestos a recurrir a la violencia para alcanzar sus objetivos. Entre las organizaciones y países que actúan como proxies se encuentran Bielorrusia, Armenia y varias naciones africanas, como la República Centroafricana. Estos actores permiten a Rusia expandir su influencia global a través del Grupo Wagner, una organización paramilitar que trata de defender los intereses rusos fuera de Rusia. En Oriente Medio, Irán busca expandir su influencia a través de la lucha armada apoyando a organizaciones proxy, como Hamás en Palestina, los houthis en Yemen y, crucialmente, Hizbulá en Líbano, el foco de este análisis. ¿Quién es Hizbulá? ¿Cuáles son sus objetivos? Ante la evidencia y las declaraciones públicas, ¿es posible argumentar que Hizbulá se clasifica como una organización fascista?
La compleja naturaleza de Hizbulá
La organización armada Hizbulá es considerada el grupo militar no estatal más grande e influyente en la actualidad. Con sede en Líbano, se autoproclama como «un Estado dentro de un Estado». Tanto Estados Unidos como la gran mayoría del eje geopolítico occidental catalogan a Hizbulá como una organización terrorista. Sus recientes intervenciones militares se han centrado en ataques con misiles desde el sur del Líbano hacia Israel, a quien consideran su principal enemigo, así como a Irán, su benefactor y aliado estratégico.
Hizbulá, que se traduce literalmente como “el partido de Dios”, es un partido político islámico chiíta y un grupo militante que se fundó en 1982 con el propósito de combatir la invasión israelí del Líbano. Desde 1992 hasta hace poco, estuvo liderado por Hassan Nasrallah, quien murió como resultado de un ataque israelí. La estructura organizativa de Hizbulá refleja el modelo del Ayatolá Khomeini, establecido tras la revolución iraní de 1979, caracterizándose por ser una teocracia islámica chiíta con un gobierno totalitario y represivo, que exalta la violencia.
Desde sus inicios, Hizbulá ha mantenido un estrecho vínculo con Irán, convirtiéndose este último en su principal inversor y promotor. Irán utiliza a Hizbulá como un proxy para alcanzar sus objetivos militares, especialmente en su confrontación con Israel.
En el manifiesto de Hizbulá de 1985, se marcan unos objetivos claros, destacando la expulsión de todas las influencias occidentales, la destrucción de Israel, la lealtad al líder supremo y el establecimiento de un gobierno islámico chiíta radical de la mano de Irán. Teniendo esto en cuenta y sabiendo que la organización tiene asientos en el parlamento libanés, que ha formado su propia radio y televisión satélite internacional, y que en el territorio dominado por ellos tienen sus propios servicios sociales, impuestos y ejército; es considerada una de las organizaciones no gubernamentales mejor preparadas del mundo.
Pero si se analiza más profundamente, sus fundamentos podrían llegar a ser fascistas. Varias fuentes han argumentado en contra admitiendo que fundamentalismo islámico y fascismo son incompatibles, pero, bajo mi punto de vista, en la especifidad de este caso pueden ir juntos de la mano. Para comenzar, el fascismo tiene unos pilares o características que le diferencian del resto de métodos políticos que son, entre otros, poderosas y continuas expresiones de nacionalismo, la identificación de enemigos o un enemigo común como causa unificadora, la supremacía militar, sexismo rampante, medios de comunicación controlados y una especial obsesión por la seguridad nacional.
El concepto islamofascismo alcanzó su máxima expresión con la revolución iraní de 1979 y el régimen del Ayatolá Khomeini. Este sistema caracterizado como fascismo arcaico que impone políticas morales totalitarias , en el que el nacionalismo y socialismo, importados de Occidente, fueron reformulados en términos religiosos eliminando cualquier atisbo progresista. En caso de Hizbulá observamos cómo esas características del fascismo se manifiestan de manera palpable. La organización cuenta con su propio brazo armado, del cual Nasrallah afirmó que está compuesto de alrededor 100.000 combatientes entrenados, 20.000 a tiempo completo y 10.000 reservistas. Estas cifras, en relación con la población libanesa, representan un porcentaje significativo y reflejan el poderío militar de Hizbulá en la región.
Una de las principales características del fascismo es la supremacía militar, y Hizbulá encarna este rasgo de manera evidente. La organización ha construido ideológicamente un enemigo común en Israel, contra el cual han emitido declaraciones extremas, como la afirmación de que «nuestra lucha no terminará hasta que el Estado de Israel no esté visible en ningún mapa«. Esta retórica no solo refleja su visión expansionista, sino que también resalta la exaltación de la violencia y del fanatismo religioso en defensa de su causa.
Estéticamente, Hizbulá proyecta una imagen dura y totalitaria, destinada a representar una sociedad de superhombres. Este enfoque les facilita diversas estrategias de marketing, incluyendo la atracción de nuevos miembros, la normalización del uso de la violencia y la legitimación de su brutal causa ante la comunidad internacional. Al hacerlo, intentan consolidar su influencia y fortalecer su narrativa, justificando así sus acciones violentas en nombre de una ideología distorsionada.
El último punto a analizar es el papel fundamental de la religión en el organigrama militar proxy que Hizbulá ha creado. Para esta organización, la religión no es solo un componente, sino la base y la justificación de toda su existencia. El fundamentalismo islámico permea cada aspecto de su ideología y operaciones. La mayoría de las dictaduras árabes utilizan llamamientos religiosos para afianzar su poder, alimentando la desconfianza hacia gobiernos que se presentan como anti-religiosos, especialmente si provienen de Occidente.
Varios puntos en común
El fascismo es un término complejo y multifacético. Históricamente, rara vez se han comparado los regímenes musulmanes con las formas de gobierno occidentales. Sin embargo, al escrutar y analizar detenidamente, es posible argumentar que podrían representar una rama del fascismo. Tomando como ejemplo a Hizbulá, hemos podido observar que las características de sus políticas y enfoques políticos presentan similitudes notables con los regímenes de Mussolini y Franco, aunque con matices que los diferencian.