Varias mujeres, muertas en accidentes y asesinatos durante el 1987 en Londres, ocupó de forma dramática el depósito de cadáveres del género femenino. Algunas de ellas fueron la joven turca Azra Kemal(que volvería a aparecer en las noticias unos años más adelante por otros motivos que veremos) y Wendy Nell, asesinada en su apartamento con evidencias de agresión sexual postmortem. Muchas mujeres de la misma zona aseguraron ver a un sujeto vigilándolas por las ventanas, pero no pudo ser identificado y la investigación no prosperó.
En diciembre de ese mismo año, el cuerpo de Caroline Price fue encontrado en una zanja tras estar desaparecida tres semanas. Lo que era común en los cadáveres eran los golpes brutales en la cabeza y el abuso sexual postmortem por todos los orificios del cuerpo. Las víctimas vivían en la misma zona y alquilaban habitaciones individuales, por lo que el caso fue apodado como el “asesino del dormitorio”. Numerosos agentes fueron destinados a la investigación de este caso, aunque los avances fueron nulos. A pesar de poseer los restos de semen en los cadáveres, hay que tener en cuenta que no existía una base genética ni formas de identificar a un asesino a través del ADN.
La policía tendría que esperar casi 34 años para resolver este suceso.
La base de datos del Reino Unido fue creada en 1995 y cuatro años más tarde pudieron hacer un perfil muy básico. En el siglo XXI ya se contaba con los métodos necesarios para reabrir casos(cold cases) con implicación de ADN y así ocurrió en el 2019 con “el asesino del dormitorio.” Se consiguió probar que fueron víctimas de la misma persona, pero no coincidía con ningún delincuente sexual de la base de datos existente. Se encontraron grandes parecidos, aunque no totales, con el ADN de un hombre llamado Fuller. Este hombre tenía un hermano llamado David, de 66 años en ese momento, que en 1987 vivía en el área de los crímenes de las chicas. Por precaución se ordenó el arresto de este sujeto hasta la comprobación total de ADN ya entrado el 2020. Los nuevos exámenes confirmaron que su ADN era el mismo que apareció en los cadáveres, al igual que sus huellas dactilares. A mayores, a través de una foto se identificaron las zapatillas cuyas huellas ensangrentadas quedaron impresas en el pecho de una de las víctimas.
Las autoridades creyeron que el caso estaba resuelto por fin, pero en la vivienda de David Fuller se encontraron una desagradable sorpresa. Una enorme colección de material sexual de corte violento y de menores en su mayoría. En cuatro discos duros ocultos, David Fuller poseía hasta cien mil vídeos entre 2007 y 2020 en dónde se le podía ver en el interior de una morgue, abusando de un mínimo de 102 cadáveres distintos de mujeres y niñas. Las imágenes eran tan salvajes y brutales que los investigadores tuvieron que salir por turnos de la casa para vomitar y tomar aire.
Se averiguó que David Fuller trabajó en el área de mantenimiento de un hospital cercano durante diez años y en otro hospital fuera del área hasta a fecha de su detención. Su trabajo de electricista le daba acceso a todas las instalaciones, incluyendo los depósitos de cadáveres. Fuller no solo abusaba de los cuerpos, sino que también se grababa mientras lo hacía, las fotografiaba en posiciones vejatorias y llevaba un registro de la información mortuoria de los brazaletes de identificación. Con esta información localizaba sus perfiles de Facebook e Instagram para conservar también fotos de cuando estaban vivas. Los archivos encontrados demostraron que abusó de mujeres y niñas en distintos grados de descomposición, fallecidas por cualquier tipo de causa y hasta después de ser autopsiadas.
Se identificaron 72 cadáveres presentes en los vídeos y fotografías, desde una niña de 9 a una anciana de 100 años. La policía se vio en la obligación de comunicar a los familiares de estas personas, los abusos cometidos por Fuller. Entre ellas se hallaba la joven turca de 24 años, Arza Kemal, cuya historia había conmocionado a toda Gran Bretaña, y de nuevo saltó a los medios como víctima de un necrófilo en la morgue. El impacto fue brutal en la población inglesa. Se pudo probar que Fuller había violado a la muchacha tres veces, al menos después de muerta. La terrible experiencia de perder a un ser querido se vio agravada por las barbaridades cometidas por este sujeto, destrozando a las familias de nuevo.
“Era un hombre tranquilo, amable y amante del ciclismo al que nunca habían visto ningún comportamiento extraño”
Fuller asesinaba a las mujeres que seguía previamente para abusar de ellas, en vida y fallecidas. Tras las investigaciones se concluyó que este depredador necrófilo habría accedido a los cuerpos de casi el triple de lo que se pensaba en un principio, que solo dos días antes de ser detenido había abusado de un cadáver grabándolo con su móvil. David Fuller se casó en tres ocasiones y tuvo varias parejas enfermeras que hablan de él en unos términos siempre positivos. Al igual que los asesinos en serie, alimentaba sus fantasías perversas y descubrió que estaba más cómodo saciando sus impulsos en la necrofilia. Nunca mostró remordimiento, sino autocompasión y este ser fue condenado a cadena perpetua, más cuatro años tras tres décadas. ¿Es suficiente?