Por todos es conocida la barbarie del DAESH (Estado Islámico) y su fundamentalismo religioso. Un fundamentalismo que ha llegado a cometer atrocidades abominables contra todo aquel que fuera considerado un infiel. No obstante, apenas se habla de otra de las victimas de este salvajismo, el arte. La ciudad de Palmira en la actual Siria, así como yacimientos arqueológicos asirios, persas, griegos o mesopotámicos han sido destrozados y reducidos a cenizas. La cruzada del DAESH contra el arte ha supuesto un daño irreparable para el patrimonio artístico mundial. Aún así, hay incluso algo más oscuro, pues detrás de la barbarie contra el arte se esconde una realidad, la de las “antigüedades de sangre”.
La cruzada del DAESH contra el “arte infiel”
El Estado Islámico, también conocido como DAESH, es una organización terrorista islamista. Se trata de un grupo paramilitar cuya motivación ideológica bebe de diversas fuentes fundamentalistas islámicas. Su objetivo es la instauración de un califato islámico a nivel mundial, más concretamente, la instauración de un califato que abarca desde Al Ándalus (Península Ibérica) hasta el Jorasán (Irán, Afganistán, India).
Los crímenes llevados a cabo por terroristas son numerosos, hasta tal punto que la ONU determinó la comisión de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad. Desde decapitaciones públicas, uso de armas químicas, violencia sexual o limpiezas étnicas entre otras atrocidades han sido atribuidas a la este grupo. Junto a todo este elenco de atrocidades, el DAESH también ha cometido numerosos crímenes contra el patrimonio artístico mundial.
Por desgracia, el radio de actuación de los terroristas de DAESH se sitúa en una zona geográfica donde el desarrollo de la civilización humana y la historia han dejado huella. Una zona donde las distintas civilizaciones e imperios han confluido, véase la cultura mesopotámica con el nacimiento de la civilización como tal, el paso de los imperios persa, macedónico u romanos o los vestigios cristianos y medievales. La riqueza patrimonial arqueológica es tal, que en caso de guerra, el hecho de que sufra daños es altamente probable.
En este caso ya no solo es que se trate de daños fortuitos, el DAESH ataca las obras y patrimonio de forma deliberada siguiendo una estrategia definida. La principal motivación de este grupo yihadista para atacar al patrimonio artístico es puramente ideológica, pero también responde a criterios pragmáticos. En primer lugar, la destrucción del patrimonio arqueológico tiene un fin ideológico, ese fin es el eliminar todo vestigio de huella histórica que no sea islámica. De tal manera que se pretende “borrar la historia en el nombre de Alá”.
El trasfondo ideológico para la demolición de obras radica no solo en defender el monoteísmo y condenar la idolatría y la iconoclastia, sino en aplicar la «Damnatio memoriae« (daño y eliminación de la memoria), es decir, un intento de borrar la existencia de una determinada estructura social y cultural en un territorio como sistema para negar el derecho a la existencia representado por los elementos icónicos de su pasado.
Destrozar y aniquilar el pasado significa negar el presente y, especialmente, el futuro. Reducir a cenizas los elementos del pasado es una herramienta político–social destinada a reafirmar el dominio efectivo de un territorio mediante la desaparición de los elementos materiales de su historia pretérita.
En segundo lugar, desde un punto de vista pragmático, lo que el DAESH pretende con la destrucción del arte y patrimonio arqueológico es la propaganda y el marketing. Una propaganda que lo que pretende es conmocionar a occidente, ya que para la concepción occidental se entiende a los monumentos arqueológicos como elementos esenciales de un pasado cultural e ideológico.
También esa propaganda interna lo que pretende es la reafirmación, una reafirmación de cara a ganar adeptos a la causa de la yihad. El incremento de los ataques a estos sitios históricos es parte de un plan bien elaborado para “generar apoyos y aumentar potencialmente el reclutamiento para ISIS”, según destaca un estudio publicado por la revista Antiquity .
Según informó a el Confidencial Michael Danti, arqueólogo americano que encabeza la Syrian Heritage Initiative (Iniciativa por el Patrimonio Sirio) en una universidad de Boston. “Es un tipo de guerra psicológica contra la comunidad global”.
Muchos han sido los yacimientos que el DAESH ha mancillado, como la ciudad de Palmira, Mosul o Nínive entre otros. Respecto de los 82 casos atribuidos hasta 2018 al Estado Islámico, la organización terrorista reclamó oficialmente solo 31. “Únicamente en el caso de las destrucciones de santuarios, ISIS reclamó más que la mitad, pero raramente reivindicó eventos conectados con iglesias o monasterios (10%)”, apuntan los autores, que ejercen de profesores en la Newcastle University y en la Università degli Studi di Milano.
En el caso de las iglesias y santuarios cristianos, el DAESH pretende basar su dominio eliminando a las minorías religiosas consideradas infieles. Los pretextos son la apostasía y la idolatría.
Las víctimas: Palmira, Nínive y Mosul
.Son bastantes los yacimientos destruidos, de entre todos ellos el más destacado fue el de la antigua ciudad de Palmira, que se encuentra actualmente en Siria.
La ciudad de Palmira fue un enclave que prosperó en el desierto del este de Damasco como un oasis y punto clave en la ruta de la seda. Como parte del imperio romano, era una metrópoli prospera y rica.
La ciudad alcanzó su culmen de actividad a finales del siglo III, cuando era gobernada por la reina Zenobia, llegando a independizarse de Roma. La insurrección fracasaría, y Palmira sería reconquistada y destruida por los ejércitos romanos en el 273 D.C.. Sus avenidas porticadas y sus impresionantes templos fueron preservados por el clima del desierto, y en el siglo XX la ciudad fue uno de los destinos turísticos más importantes de Siria.
Con el estallido de la Guerra Civil en Siria, el DAESH se expandió por la zona y se hizo con el control de las ruinas romanas de la antigua ciudad de Palmira. En agosto de 2015, el DAESH se hizo con el control de las ruinas y en principio se pactó un compromiso de no destrucción. Se utilizó el anfiteatro romano de Palmira para la realización de ejecuciones y para grabar videos promocionales del DAESH.
El DAESH finalmente destruyó Palmira y todas sus obras de arte. Pese a que en principio habían anunciado que iban a respetar las columnas y antiguos lugares sagrados, destrozaron todo. Incluso ejecutaron públicamente a Khaled al-Asaad, el arqueólogo encargado del lugar, y colgaron su cuerpo de una columna.
El grupo terrorista publicó fotografías de integrantes de DAESH colocando explosivos y volando el Templo de Baalshamin, de 1 900 años de antigüedad. Se trata de uno de los templos mejor conservados de Palmira, originalmente dedicado al dios fenicio de la tormenta. Posteriormente, se registraron explosiones en el templo de Baal, una estructura cercana, y las Naciones Unidas confirman que el templo fue destruido. Para culminar con las actuaciones de barbarie, el DAESH dinamitó el arco del triunfo romano.
Otro de los lugares que sufrió los daños del DAESH fue la ciudad de Mosul, ciudad iraquí construida cerca de las ruinas de la antigua Nínive. En junio de 2014, el DAESH capturó la ciudad e inició una política de persecuciones, expulsiones, conversiones forzosas y ejecuciones contra la población cristiana, así como a miembros de otras confesiones.
El 27 de febrero de 2015, el Museo de Mosul fue asaltado por el Estado Islámico, que destruyó obras de arte milenarias, muchas de ellas de procedencia asiria, y atacaron bibliotecas y colecciones de manuscritos. El Museo de Mosul albergaba una colección excepcional de esculturas y relieves de las antiguas capitales asirias, como Nimrud, Nínive y Hatra. Estas obras datan de hace más de 3.000 años y ofrecían una visión completa de la civilización que floreció en la región.
La colección incluía piezas de gran valía y únicas surgidas de los yacimientos arqueológicos y museos de Mosul. Entre ellas, se encontraba el famoso friso “La Caza del León”, que se conserva en el British Museum. El museo sobrevivió a tres guerras del Golfo y estaba en proceso de restauración antes de su destrucción.
En febrero de 2015, los yihadistas publicaron un vídeo por internet que muestra cómo destruyen decenas de figuras del Museo Histórico de Mosul y algunas de ellas datan de la época asiria (siglo VII y VIII a.C.).
En las imágenes, varios yihadistas hacen caer estatuas al suelo y las golpean con grandes martillos y taladros.
“El profeta nos ordenó deshacernos de las estatuas y las reliquias y sus compañeros hicieron lo mismo cuando conquistaron países en su nombre”, aseguró en su momento un miembro del Estado Islámico que no aparecía identificado. En el video, que dura unos cinco minutos, se apreciaba a un grupo dando mazazos a esculturas. Incluso usan un martillo neumático. Las piezas databan de la época asiria, civilización que habitó el norte de Mesopotamia en los siglos VIII y VII a.C.
El área de Nínive es conocida hoy como la ciudad de Nebi Yunus (el profeta Jonás). El sitio contiene la tumba de Jonás, mencionado en la Biblia y el Tanaj. En el Corán se describe que el profeta Jonás vivió y murió en Nínive, la capital de la antigua Asiria. En julio de 2014, integrantes de Estado Islámico destruyeron su supuesta tumba
También una iglesia del siglo X situada al norte de Mosul fue volada por los aires por el autodenominado Estado Islámico el pasado 10 de marzo. Según el director de Asuntos Indígenas y Herencia Cultural de Asiria (Nineveh Yakou), los yihadistas han aniquilaron el monasterio conocido como Markoukas o San Jorge.
Las ruinas de las antiguas ciudades de Nínive y de Hatra, habiendo sido esta última capital del Imperio Parto y Patrimonio de la Humanidad, incluida además en el 2010 en el listado de sitios culturales “en peligro de extinción” por el Fondo del Patrimonio Mundial, también se vieron gravemente afectadas tanto por el DAESH como por los múltiples saqueos.
Las Antigüedades sangre, España y el Operación Harmakis
No obstante, no todo es destrucción, puesto que los yihadistas han visto en el arte una forma de recaudar fondos para sufragar su yihad y actividad criminal. Hablamos de la realidad de las conocidas como «antigüedades de sangre», objetos arqueológicos que han sido expoliados durante conflictos y utilizados para financiar guerras.
El saqueo de yacimientos arqueológicos y el tráfico ilícito de bienes culturales es una práctica habitual para grupos terroristas en zonas de guerra. Estas piezas acaban principalmente en el mercado negro, casas de subastas, galerías de arte y anticuarios de Europa y Norteamérica, o en colecciones privadas millonarias. El saqueo de antigüedades de sangre afecta especialmente a Oriente Medio, una zona conflictiva con una gran densidad de yacimientos arqueológicos.
Desde 2015, varios medios de comunicación mencionaban el tráfico ilícito de objetos arqueológicos entre las primeras formas de financiación del grupo yihadista, aunque no había podido demostrarse de manera fehaciente. La mayor presencia de bienes culturales procedentes de los territorios ocupados en el mercado legal de antigüedades era discreta. Muchas veces se trataba de pequeñas piezas que llamaban menos la atención, aunque el principal problema era el comercio de objetos procedentes de yacimientos sin excavar, de modo que los bienes estaban sin inventariar, sin identificar y sin certificar su procedencia legítima a la hora de introducirlos en el comercio internacional.
Como informaba la ONU, a mediados de 2016 había 4.500 recintos arqueológicos bajo el control del DAESH, de los cuales nueve había sido declarados Patrimonio Mundial por la Unesco. En aquel momento se estimaba que unos 100.000 objetos culturales estaban a su disposición, y que el grupo obtenía entre 150 y 200 millones de dólares anuales de su comercialización.
Tal es así que muchos coleccionistas y marchantes de arte norteamericanos han encontrado en estos saqueos fuentes de piezas. De hecho, las redes de trafico ilícito de arte expoliado están a la alza, a través de investigaciones, la BBC revelaba que la red social facebook albergaba ofertas de mosaicos romanos que todavía se encontraban en el propio yacimiento, detallándose cómo había que excavar de forma ilegal las tumbas. Los coleccionistas y marchantes realizaban pedidos específicos de saqueos y hasta se pedía que los manuscritos de la era islámica estuvieran disponibles para su compra en Turquía
Escultura romana expoliada de mármol a la venta en facebook
En España, la realidad de las antigüedades sangre se ha visto de cerca con la llamada «Operación Harmakis», donde dos anticuarios españoles, Jaume Bagot, y su socio, Oriol Carreras fueron acusados de comprar y vender objetos arqueológicos procedentes de saqueos en Libia. Los acusados se dedicaban a la compra de obras arqueológicas originarias de territorios bajo el control del Estado Islámico para luego ponerlas en venta en su local de Barcelona.
El origen de la denuncia parte de un estudiante de arqueología belga que trabajaba en su tesis doctoral sobre las esculturas funerarias de Cirene, al cuál le extrañó el hecho de que pudieran venderse piezas de ese yacimiento. Las ruinas de Cirene son patrimonio de la humanidad desde 1982, por ello la UNESCO estableció la prohibición de la exportación o importaciones de cualquier obra declarada de interés cultural.
Bagot tenia a la venta una amplia colección arqueológica, en la que se vendían esculturas y mosaicos por los que pedía más de 100.000 euros. Además, las piezas presentaban distintas magulladuras, rasguños y golpes que acreditaban cómo habían sido desenterradas de forma violenta, por lo que no se habían usado métodos arqueológicos ni medidas de seguridad adecuadas para su extracción.
El modus operandi se basaba en la extracción de las piezas en Libia. Luego la red de intermediarios las sacaban del país, y seguían varios caminos trazados para ocultar el saqueo. Las principales vías por donde pasaban las obras, por tierra y barco, eran o bien a través de Egipto y Jordania, hasta Emiratos Árabes Unidos por mar y de allí se mandaban a Barcelona con escala en Alemania, simplemente para que la documentación y el paso por distintos países difuminase el origen. En otras ocasiones, las piezas se enviaban directamente desde Thailandia.
En los registros realizados en las galerías de Bagot y Carreras se incautaron las siguientes piezas: Ocho mosaicos, dos cabezas y otros dos torsos de esculturas romanas y griegas, saqueados por los yihadistas entre 2011 y 2016 en las ciudades libias de Albaida, Apolonia y Cirene y recuperados por la Policía Nacional en la Operación Harmakis.
Bagot y Carreras fueron detenidos en marzo de 2018, ambos quedaron en libertad bajo fianza de 12.000 euros, con obligación de comparecencias periódicas ante la Justicia y la prohibición de salir de España. En la actualidad, el proceso judicial sigue en curso bajo el mandato del magistrado García Castellón en la Audiencia Nacional por delitos de financiación del terrorismo yihadista, receptación, falsedad documental y trafico ilícito piezas de valor histórico y arqueológico procedentes de expolio.
Finalmente, en noviembre de 2023 España se comprometió a devolver a Libia las 12 antigüedades de sangre que se incautaron en la Operación Harmakis. La entrega no será efectiva hasta que el proceso judicial finalice, y las obras no podrán salir de España hasta que finalice la instrucción en la Audiencia Nacional y se dicte sentencia, pero un auto del Juzgado Central de instrucción nº 6 permitirá que las tenga provisionalmente el gobierno libio, conservadas durante estos años en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) y el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE).
Hay que tener en cuenta que además Bagot ha tenido un stand privilegiado en Feriarte, pero que los hechos que presuntamente le atribuyen chocan con sus declaraciones al periódico Expansión. Declaraciones en las que se expresó sobre el contrabando de antigüedades en los siguientes términos:
«Las piezas extraídas en plena guerra nunca llegan al mercado legal. Un comerciante reputado y serio no quiere vender nada sacado de Mosul, pues el coleccionista obviamente tampoco quiere poseerlo. Son piezas calientes y causan graves problemas: el contrabando de antigüedades es un delito serio»
Los expolios en el mundo del arte son conocidos, en los años 30 e destacaron los realizados por los nazis y en la actualidad el DAESH en las zonas de guerra. La concienciación para salvar el arte de la barbarie islamista es fundamental, sabiendo que el patrimonio artístico y de la humanidad es otra victima.