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22 Nov 2024
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La piratería del siglo XXI, mares poco seguros

La piratería sigue existiendo en pleno siglo XXI, la profesionalización y generación de un lucrativo negocio ha propiciado que se pueda llegar a invertir

Piratas ante buque/Atalayar

La piratería ha sido una práctica consustancial a la historia humana, en el imaginario colectivo se tiene la imagen del pirata clásico. El filibustero de pata de palo, pendiente de oro, loro y bebedor de ron el cual surcaba el Caribe asaltando navíos y haciéndose con su botín. Así como los continuos asaltos a los galeones españoles instigados por Inglaterra por medio de sus corsarios. Hoy en día la piratería en los mares existe, pero las zonas en las que se da, sus objetivos y la forma de actuar de los piratas es otra. Por lo que nos adentraremos en cómo se desarrolla hoy en día la piratería.

Somalia, la cuna de la piratería

Para entender por qué Somalia se ha vuelto la cuna de la piratería, hay que viajar hacia los años 90, durante el mandato del dictador comunista Mohamed Siad Barre. Este dictador no solo se caracterizó por la implementación de postulados marxistas en Somalia, sino que además desarrolló un fuerte nacionalismo somalí. Este nacionalismo le llevó a desarrollar planes de expansionismo y a mirar determinados territorios pertenecientes a Etiopía y Djibuti, territorios en los que habitaban personas de etnia somalí.

Mohamed Siad Barre

Mohamed Siad Barré declaró la guerra en 1977 contra Etiopía, contando en principio con el apoyo de la URSS y otras potencias extranjeras. Al final la campaña fue un desastre y se firmó la paz en 1988 con importantes costes humanos y económicos, así como destacándose que la URSS y las potencias extranjeras dieron la espalda a Somalia poco después de iniciar el ataque.

Tras ello, se dio en Somalia un levantamiento contra Siad Barre que derivo en su salida. No obstante, la situación en Somalia no mejoró, pues comenzó una larga y cruenta guerra civil. Somalia se vio inmersa en dos conflictos bélicos consecutivos en apenas 15 años. El resultado de los mismos vinos a ser la desintegración de estado y todo vestigio de institucionalidad también. Fue entonces cuando los ciudadanos pasaron a agruparse en torno clanes locales, creándose un mosaico de varios “miniestados” siendo la principal actividad económica la pesca tradicional.

La desintegración del estado somalí hizo que ya no hubiera una institución única de seguridad que, a nivel estatal, velase por la seguridad e integridad de las aguas territoriales y zona económica exclusiva de Somalia. Es entonces cuando las compañías pesqueras extranjeras mandaron sus barcos a territorios somalí para aprovechar los caladeros de pesca, algo que a todas luces redundó en perjuicio para el pueblo somalí. De manera que su fuente de subsistencia basada en la pesca estuviera amenaza, el detonante que hace nacer a la piratería en el cuerno de África es el buscar defender las aguas somalís de los buques pesqueros extranjeros.

La primera de las formas de piratería la encontramos en los Guardacostas Voluntarios Nacionales (NVCG), los cuales atacaban pequeñas embarcaciones de pesca, entre otros tipos. Su jefe sería Mohamed Garad, un viejo “caudillo” somalíes. Su localización se correspondería a la parte meridional de Somalia en torno a la zona de Kismaayo. Entiéndase que no podía hablarse de piratería “ad hoc” pero sí de un modo de autodefensa.

Posteriormente, cuando la población somalí vio la cantidad de dinero que podía dar secuestrar a buques extranjeros y pedir un rescate, muchas personas decidieron entrar en las redes de la piratería y fue ahí donde la piratería alcanzó otra dimensión.

En segundo lugar, tenemos los Grupos de Marka. Se trata de una especie de confederación de pequeños grupos que trabajan en la zona de Marka, en la región de Bajo Shabelle. Sus medios marítimos y armamento se consideran mejores que los del NVCG, llegando algunas de sus naves a montar cañones en cubierta.

Sus actividades combinan el contrabando y los asaltos marítimos a todo tipo de buques. Respecto de la financiación, existen pruebas que los relacionaban con el entonces caudillo y gobernador de la región del Bajo Shabelle, Sheik Yusuf Indohaadde.

Por otro lado, tenemos los denominados como, Los Marines Somalíes. Se trata de un grupo muy activo, con importante capacidad operacional y logística, siendo el más activo de la zona. Entre sus hazañas se encontraría el secuestro del atunero español Playa de Bakio.

Su estructura de mando es similar a la de un Estado Mayor militar, ya que cuentan con un almirante general (Mohamed Ali Hassan), un almirante (Mohamed Osman), un vicealmirante (general “Gray”, jefe de las operaciones marítimas) y un jefe de actividades financieras (Mohamed Abdi Hassan conocido como “Afweyne”), según datos de la ONU (2008/274, p. 19). Este último, además de reconocer abiertamente su papel como pirata en una entrevista concedida a la agencia France Presse el 23 de agosto de 2006, realiza también actividades en el campo del tráfico de armas. Sus negocios incluyen el ataque y secuestro de barcos en zonas alejadas de la costa. El cuartel general de los piratas estaría en la localidad de Harardheere, teniendo en Eyl una “estación satelital” tal y como la denomina la ONU (2006/229, p. 29). Además de la utilización de embarcaciones rápidas para llevar a cabo sus acciones, el recurso del buque nodriza se encuentra entre otra de las características de este grupo.

Grupos de Puntlandia. Pasan por ser los más antiguos de Somalia, y son también conocidos como los “piratas pescadores”. Su edad es por lo general avanzada, al tiempo que suelen ser bastante discretos. Además de las actividades piráticas, sus negocios también incluirían el contrabando. Uno de los medios utilizados para llevar a cabo sus ataques es llamar la atención con buques pesqueros transformados.

Grupo de Piratas Somalia en cubierta de petrolero secuestrado

El objetivo de estos grupos es llevar a cabo secuestros de todo tipo de barcos, para ulteriormente pedir un rescate.

El Modus Operandi

Los objetivos de los piratas somalíes ya no solo se ciñen a secuestros de barcos pesqueros, entran también los buques de cargamento de mercancías, los barcos de recreo o los petroleros.  Para ello el modus operandi es similar en todos los grupos, lejos de las espadas, los sables y los cañones, los piratas realizan las aproximaciones a través de embarcaciones rápidas de fibra de vidrio equipadas con motores de gran potencia.

 Los piratas atacan en grupos de tres o cuatro embarcaciones rápidas a los barcos desde diferentes puntos. En estas embarcaciones tripuladas por grupos no demasiado numerosos debido a su reducida eslora, los piratas van armados con fusiles de asalto, ametralladoras y granadas, además de lanzagranadas del tipo RPG-7.

Junto con el armamento, las redes de comunicación de estos son bastante sofisticadas, llegando a poseer “radares para embarcaciones pequeñas, con los que detectan sus objetivos, especialmente por la noche”. Todos estos medios se completarían con recursos como los teléfonos móviles, satélite y el GPS, además de radios y otros sistemas de comunicación.

La ejecución del ataque se lleva a cabo a través de dos o tres embarcaciones a la acción ofensiva, mientras que otra actúa en apoyo logístico del ataque. Tras intimidar al barco con disparos, caso de que este se detenga, este será abordado con una escalera telescópica de aluminio, sometiendo a su tripulación y atoando las embarcaciones usadas por la popa del buque secuestrado. Tras su secuestro, el buque será dirigido hacia algún fondeadero-santuario en la costa de Somalia.

El pago de los rescates es otro de los apartados, la forma de hacer efectiva el pago del rescate es por medio de complejas redes internacionales que intermedian en el pago del dinero o mediante transacciones directas en efectivo, llevándose a cabo por intermediarios o con transferencias de barco a barco en efectivo.

El secuestro del Alakrana

Uno de los hechos que marcaron el año 2009 en España fue el secuestro del buque Alakrana. El Alakrana es un buque atunero ultracongelador propiedad de la empresa Echebastar Fleet S.A con sede en Bermeo (Vizcaya).

El buque se encontraba faenando en aguas internacionales, concretamente entre las 415 y las 120 millas náuticas de la costa de Somalia (la distancia varía según las fuentes).  Su tripulación estaba compuesta por 36 tripulantes, incluyendo vascos, andaluces, gallegos e internacionales de Indonesia, Ghana, Senegal, Costa de Marfil, Madagascar e Islas Seychelles.

El 3 de octubre de 2009 se produce el secuestro de manera efectiva, el atunero se encontraba navegando por una zona no protegida por el marco de la operación Atalanta (Plan de la UE y EEUU para luchar y proteger la piratería). Los piratas utilizaron su clásico modus operandi y apresaron el barco para llevarlo a su puerto base.

El gobierno mandó fragata Canarias, la cual navegaba por las aguas del Índico para incorporarse a la “operación Atalanta”. La fragata intervino de inmediato y aunque no pudo liberar el barco, sí logró capturar a dos piratas que habían salido del pesquero en un pequeño bote.

Tras ello, los piratas procedieron a pedir el rescate pertinente, manteniendo el barco secuestrado con todos los tripulantes durante 47 tortuosos días. Relatando los marineros las condiciones infrahumanas y lamentables de hacinamiento, falta de higiene y de hambre a los que los piratas sometieron a la tripulación. Además de relatar situaciones de vejaciones y varias agresiones físicas.

Tras una serie de negociaciones, el gobierno de España pago el rescate de 2,68 millones de euros. El dinero les ha llegado «vía Londres»; es decir, a través de un prestigioso bufete de abogados londinense.

«El importe se pagó el martes y no ha habido regateos, a pesar de que en el secuestro han intervenido hasta cuatro clanes piratas distintos«, señalaron fuentes del Ministerio de Defensa al periódico 20 minutos, que no quisieron precisar quién lo ha pagado ni si se intentará detener a los piratas.

Aunque el dinero proceda del Gobierno o del armador, lo cierto es que este último, Echebastar, tiene asegurados cada uno de sus buques «hasta un máximo de dos millones de euros», por lo que el gobierno actuará de regreso contra el seguro.

Las detenciones de los piratas Abdu Willy (durante semanas se investigó si era menor de edad) y Raageggesey Hassan Aji, trasladados a la Audiencia Nacional, complicaron aún más un caso que se convirtió en un dolor de cabeza para el Gobierno. Los piratas fueron condenados a 439 años de prisión por asociación ilícitadetención ilegalrobo con violencia y delitos contra la integridad moral. Sin embargo, se les absolvió de los cargos de terrorismo, integración en banda armada, lesiones y torturas.

La defensa letrada de los mismos fue llevada por un abogado español, contratado por el despacho londinense, que tramitó el pago del rescate y del cuál no se sabe la identidad. El secuestro de este buque supuso un punto de inflexión en la implementación en sistemas de seguridad antipiratería y en seguridad privada dentro de los buques.

Buque Alakrana
Piratas juzgados en la Audiencia Nacional por el secuestro del buque atunero Alakrana

¿Inversión en piratería?

Por muy extraño que parezca la actividad de la piratería no solo redundaba en un beneficio para los propios filibusteros, la piratería también redundó en un beneficio directo para familias y civiles. Esto se debe a la inversión en piratería.

Del mismo modo que se invierte en acciones en el mercado secundario de valores, en Somalia se consolidó una especie de mercado secundario de la piratería. Para financiar sus ataques, los filibusteros debían consolidar una compleja y estructura logística, Botes, armas, víveres, teléfonos, combustibles…

Un secuestro de buque podía costar en torno a los 200.000 euros para los piratas, de tal manera que lo que los clanes de la piratería hacen es vender acciones a la población local para financiar el ataque. Se trata, por tanto, de una inversión de manera que, si el secuestro sale bien, el “inversor” podría participar de la ganancia del rescate percibido en función de las acciones que hubiera comprado.

Todo el mundo en Somalia podría participar aportando, dinero o materia en especie. En los botines, tanto los piratas que participan como los que permanecen en tierra velando por las comunicaciones reciben la mayor parte del dinero. Por otro lado, se paga a los jefes de los clanes un 10% del botín en calidad de “tasa de piratería”, dinero que se invertirá en fomentar infraestructuras. Por su parte, se estima que los inversores locales podían sacarle una rentabilidad del 35% a cada acción. No obstante, las cuantías varían en función del rescate obtenido.

En declaraciones para Reuters, un pirata somalí dijo: “La compra de acciones está abierta a todo el mundo, quien quiera puede formar parte del negocio, ya sea como pirata en el mar, o en tierra aportando armas o materiales de utilidad. (…) Nosotros hacemos de la piratería una actividad comunitaria (…) y ahora se ha vuelto la principal actividad económica en nuestra área, los locales dependemos de su éxito”.

Poco a poco la piratería fue profesionalizándose, empezando a intervenir inversores extranjeros que ya no solo aportaban dinero, sino que también información sobre las rutas comerciales, contenido de los barcos o información de la seguridad de los barcos. Además de que se contrataron a negociadores profesionales para mejorar las cuantías de rescate y se crearon estructuras de blanqueo de capitales para introducir los beneficios en el sistema financiero internacional.

De ahí que resulta sorprendente cuanto menos que inversores de países como Inglaterra, Qatar empezasen a aportar dinero en las redes de piratería profesionalizando la actividad. De ahí que les pueda también resultar curioso que un gran y prestigioso bufete de abogados londinense tramitase el pago del rescate del Alakrana o defendiese a los piratas en la Audiencia Nacional.

La vorágine de grupos piratas hizo que la criminalidad aumentase y se desatasen conflictos entre clanes atacándose entre ellos. La piratería en Somalia continua, pero bajo un estrecho cerco del intento de administración, así como implementándose una mayor vigilancia.

De todos modos, los últimos reportes apuntan a un aumento de la actividad filibustera Los actos de piratería en el mar aumentaron en 2023, con el primer secuestro desde 2017 en Somalia. El número de barcos atacados por piratas en todo el mundo aumentó en 2023, año en el que además se registró el primer secuestro efectivo en aguas frente a Somalia desde el año 2017, según alerta el último Informe sobre Piratería y Robo Armado elaborado por la IMB. Contabilizándose un total de 120 incidentes de piratería y robos a buques.

El modelo de piratería somalí se ha exportado a otros lugares del mundo. El cuerno de África, el Océano Índico o en la costa atlántica africana. Según Banco Mundial, la piratería marítima dificulta el comercio e incluso reduce el turismo en la zona. Obliga a que los barcos lleven vigilantes armados y a la presencia constante de barcos de guerra. Así mismo, es destacable la vigilancia aérea de los campamentos piratas. Se calcula un coste aproximado de 20.000 millones de $.

De manera que sí, la piratería pervive en el siglo XXI, esta profesionalidad e incluso es un negocio lucrativo para muchos inversores.

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