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24 Nov 2024
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Más allá de la rave: los valores y la historia del movimiento ‘free party’

Las raves se relacionan con música electrónica trepidante, luces psicodélicas y drogas, aunque también es un estilo de vida asociado a unas creencias y comportamientos determinados

Solo hace falta un equipo de sonido y un lugar alejado de la civilización. Puede ser un bosque, un descampado, un puente, un almacén, un túnel… cualquier lugar donde no se moleste a nadie ni nadie moleste. Tampoco hace falta ningún tipo de promoción: el boca a boca atraerá a la gente. Habrá música electrónica, luces psicodélicas, drogas y mucho baile. Es una free party, una rave, un “delirio”, según el significado de la propia palabra.

Son fiestas ilegales, clandestinas, que no acaban de tener muy buena acogida por parte de los medios de comunicación y de algunos sectores de la sociedad, precisamente por su carácter vanguardista. Más allá de las anécdotas que de ellas pueden derivar y del sensacionalismo que se genera alrededor de estos eventos, la cultura rave tiene una historia y unos valores poco conocidos fuera de ese círculo.

No responden tampoco a un modelo único, como puede responder un concierto de rock, donde todo sucede como se espera, sino que son extremadamente variables en su contenido, público, música y duración. La espontaneidad es parte de su espíritu.

Los orígenes de la cultura rave

Desde siempre, la juventud ha tenido que lidiar con obstáculos que limitan su ocio nocturno, hace unas décadas mucho más que ahora. Ante esta situación, a finales de los años cincuenta, comenzaron a proliferar en el Soho londinense las conocidas como “fiestas bohemias salvajes” y fue a partir de ese momento cuando empezó a utilizarse por primera vez el término rave.

No será hasta unos treinta años más tarde aproximadamente cuando la cultura rave ya estaba asentada en la sociedad, al menos en Inglaterra, como parte del movimiento de la música electrónica. Las primeras raves se organizaban de forma espontánea e ilegal, más o menos como ahora, en almacenes abandonados o campos aislados. Los participantes acudían a bailar toda la noche al ritmo de música hipnótica y a experimentar una forma de libertad alejada de las normas convencionales.

Paralelamente, el movimiento hippie en Estados Unidos iba desapareciendo. Muchos de estos nómadas musicales acabaron asentándose en Reino Unido, un lugar donde este tipo de fiestas se convirtieron en los años ochenta en todo un auténtico fenómeno social, alejado de la comercialidad de las discotecas e impulsado por estilos como el techno y el acid house.

En la década de 1970, el movimiento punk también desempeñó un papel importante en la aparición de la música electrónica. Los punks decidieron tomar en sus propias manos la producción musical, creando sus propios sellos independientes e inspirándose en la música electrónica para crear sonidos radicales y crudos.

También jugaron un papel esencial los primeros DJ de techno, que empezaron a mezclar en clubes y raves, creando sets de varias horas que mezclaban diferentes estilos de música electrónica.

Fotografía tomada en la célebre ‘rave’ de Castlemorton, celebrada en Reino Unido en 1992, que provocó que dos años después el Gobierno británico prohibiera explícitamente estas fiestas. PA Images (via Getty Images

Con el tiempo, las raves empezaron a ganar popularidad, atrayendo a miles de personas de todas las clases sociales, y pronto se fueron perfilando todos esos atributos que, a día de hoy, siguen definiendo a estos eventos. Por ejemplo, los raveros vestían atuendos extravagantes y coloridos, se maquillaban la cara y decoraban los espacios de la fiesta con luces e instalaciones artísticas. Las raves adquirieron esa condición: un lugar de liberación donde los participantes podían dejarse llevar y expresarse libremente.

Estos eventos se organizaban a menudo de forma espontánea, con poca publicidad y los lugares se mantenían en secreto hasta el último minuto. Los raveros se sentían atraídos por el ambiente eléctrico de las fiestas, la música electrónica y el espíritu de comunidad.

Las drogas, clave en el desempeño de una rave

Nadie disimula ni esconde que el consumo y el policonsumo de drogas es central en la experiencia de las free parties. Algunas de las drogas más utilizadas son el éxtasis (la sustancia central en las culturas del baile, que propicia la danza, la fusión con la música y la empatía con el que baila al lado) y el cannabis. En menor medida las anfetaminas, el tabaco o el LSD. El alcohol y la cocaína son utilizados, pero menos que en otros ambientes festivos, como bares, festivales o discotecas. 

No obstante, a pesar del consumo elevado, se suele tener conocimiento sobre el uso de las drogas. Por ejemplo, se sabe cómo ayudar a alguien perjudicado y se conocen estrategias de prevención de riesgos. Es más, en ocasiones, la excesiva ebriedad, de alcohol por ejemplo, puede estar hasta mal vista. Todo esto sin olvidar que, a veces, suceden tragedias, como aquellos chavales de 18 años que murieron en 2011 al consumir estramonio en una conocida rave madrileña. O la de una mujer suiza de 32 años que falleció en una rave en Salce, Zamora.

El consumo de drogas ha traído problemas a los raveros desde un principio. Las autoridades británicas aprovecharon esto para perseguir, incluso con helicópteros, un movimiento que era mucho más que simple moda.  En 1994, se comenzó a multar a los asistentes. Además, se prohibieron las reuniones al aire libre sin autorización, la música ruidosa e, incluso, los beats repetitivos. 

PLUR como lema y los valores raveros

El acrónimo PLUR (Peace Love Unity Respect) se convirtió en el lema de los raveros. Cuenta la leyenda que el nombre fue acuñado por el deejay Frankie Bones como respuesta a una pelea que tenía lugar cuando estaba pinchando. Al percatarse del incidente, el estadounidense paró la música y se subió a un altavoz. Entonces, se dirigió a los que se estaban peleando para advertirles: “Si no empezáis a mostrar un poco de paz, amor y unión, os rompo vuestra puta cara”. Luego, fue añadida la palabra “Respect” para dar forma al ubico PLUR.

“Es un movimiento que une a un público de todas las edades que aprecia vivir y sentir. Rave nos permite ser la persona que realmente somos, sin juicio, hay un espíritu solidario y unido. Ser parte de este movimiento es ser parte de una familia”, dice Anais MFS a El País, una ravera francesa de 25 años que frecuenta estas fiestas una o dos veces al mes.

“Todo esto se nota, por ejemplo, en el papel de la mujer”, apunta en declaraciones al mismo medio el psicólogo de la Universidad de Huelva Fermín Fernández Calderón, autor de Contextualización de las fiestas rave underground: Análisis del consumo de drogas, efectos y riesgos (Universidad de Almería). “Son ambientes donde, por lo general, la mujer es respetada y no cosificada. Los medios suelen asociar el consumo de drogas con el mal comportamiento, pero en las raves las actitudes violentas son anecdóticas”.

Raves en España

En España, las primeras ‘raves’ se llevaron a cabo en Ibiza. A mediados de los noventa, el fenómeno llegó la península. Después, en la primera década de este siglo, la escena se asentó con fuerza. Algunos lugares habituales en la Comunidad de Madrid son el monasterio abandonado de Perales del Río, el túnel de Boadilla, el Matadero de Rivas, el bosque de Cuatro Vientos, etc. Las raves proliferaron por todo el territorio, también en Cataluña o el oriente de Andalucía, como Almería o Granada, donde se ha celebrado la rave de La Peza o se celebraba el muy concurrido Festival del Dragón, en Santa Fe. 

A las raves del túnel de Boadilla podían asistir desde unos pocos cientos hasta 3.000 personas. Todas estas fiestas se organizaban sin ningún ánimo de lucro, aunque muchas tuvieron que hacer frente a grandes multas que incluso significaron la estocada final para algunos colectivos.

En cuanto a la música, cada evento tiene su estilo, del technoelectro y el house a las vertientes más duras (hardtekno), espirituales (psychedelic trance) o de ritmos rotos (drum & bass o breakcore).

Y cuando todo termina, queda el momento de recoger y de dejarlo todo igual que como estaba.

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