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25 Nov 2024
25 Nov 2024
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Cambio de rumbo en Argentina

Tras la desastrosa deriva socialista iniciada en los años 40 del siglo XX. Ahora sí, por fin, hay esperanza.

El ejemplo de Argentina refleja a la perfección la maldición del socialismo, de cómo un país enormemente rico puede convertirse en pobre debido a la aplicación del abyecto recetario intervencionista. Y es que, aunque muchos no lo saben, Argentina era uno de los diez países más ricos del mundo hace ahora un siglo.

Prosperó de forma sustancial hasta 1930 bajo los principios de la Constitución de 1853, que garantizaba la división de poderes, la igualdad ante la ley y el respeto a la propiedad privada y el libre comercio. Los distintos gobiernos surgidos de esa Carta Magna potenciaron las infraestructuras, alentaron la inmigración y la inversión extranjera y garantizaron el cumplimiento de sus compromisos. Es decir, pagaban sus deudas.

Como resultado de esas políticas liberales, la población aumentó desde 3,3 millones en 1890 hasta 7,5 en 1913. Casi la mitad de este incremento se debió a la inmigración. La renta per cápita creció una media del 2,5% anual desde 1890 hasta 1913. Y otro 0,8% anual hasta 1929, a pesar del impacto de la I Guerra Mundial. Su renta per cápita fue similar a la de EEUU hasta la I Guerra Mundial.

Argentina acumulaba el 50% del PIB de toda América Latina en 1913. El sueldo medio en Buenos Aires era un 80% superior al de París y, cuando un inmigrante desembarcaba en Argentina, ganaba casi lo mismo que en Nueva York. Durante los años 20 se mantuvo como uno de los diez países más ricos del planeta. Y en los 30, EEUU, Canadá, Australia y Argentina se mantenían entre los más ricos, con un PIB per cápita de casi 5.000 dólares.

La tragedia de Argentina empezó en los años 30, conocida como la “década infame”. Se sucedieron una serie de golpes de estado militares que instauraron un creciente intervencionismo económico, la autarquía y el proteccionismo comercial. Además, resurgió de nuevo el mercantilismo, en donde el Estado se apropiaba de forma arbitraria de ciertos recursos privados para redistribuirlos entre determinados grupos de interés, favoreciendo así a las elites más próximas al poder político en detrimento del libre mercado. En los años 30, Argentina pasó de tener una economía abierta y un estado pequeño a una economía cerrada al comercio internacional y fuertemente intervenida.

Pero el golpe de gracia llegó en los años 40 a manos de otro militar, el general Juan Domingo Perón, que logró la Presidencia en 1946. Perón instauró el justicialismo (“justicia social”) hasta 1955, junto a su mujer, Eva Perón, que aún hoy es un icono de la izquierda. Perón no sólo mantuvo la autarquía y el mercantilismo de sus predecesores, sino que disparó aún más el intervencionismo estatal en la economía e instauró su particular modelo socialista, inspirado en el fascismo italiano de Mussolini.

Y, tras casi 80 años de peronismo, en mayor o menor grado, Argentina ha pasado de ser uno de los diez países más ricos del mundo a ocupar el pues 66 en 2022, muy alejado del mundo rico. El desastre que trajo el socialismo es de tal calibre que Argentina es el país que más tiempo ha estado en recesión desde 1950, uno de cada tres años.

El cambio Milei

Y todo ello sin contar la inflación. Sin ir más lejos, Javier Milei llegó a la Presidencia del con una inflación del 25% mensual el pasado diciembre, al borde de la hiperinflación, junto a un déficit público superior al 4% del PIB y una deuda bruta del 154%, la más alta del continente.

Seis meses después, sin embargo, ya empiezan a registrarse algunos indicadores positivos bajo el Gobierno del presidente liberal-libertario, tal y como recoge el último informe del Instituto Juan de Mariana. Las cuentas públicas presentan superávit y, poco a poco, la moneda se está estabilizando, reduciendo con ello el “riesgo país”, que, en el primer semestre del presente año, experimentó el mayor descenso de toda Hispanoamérica.

Como consecuencia, el IPC se ha reducido del 25% al 4% mensual, junto con las expectativas de inflación. Y, aunque el descenso de la producción se sitúa aún en torno al 8%, el Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento del 5% el próximo año. De hecho, es posible que la economía argentina empiece a repuntar a finales del presente ejercicio, pero, esta vez, sobre bases sólidas, iniciando con ello la ansiada recuperación.

Pero lo que ha traído Milei a Argentina no es un mero parche o remedio coyuntural, sino un auténtico cambio de rumbo que, en caso de mantenerse el tiempo suficiente, podría hacer que el país vuelva a ser rico de nuevo, tras la desastrosa deriva socialista iniciada en los años 40 del siglo XX. Ahora sí, por fin, hay esperanza.

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